Ahora mi hermano, el centauro, me ha prestado temporalmente su carcaj y sus flechas para que yo siga lanzando sus sagitas dizque literarias. La mayoría de ellas no tienen destino ni destinatario, pero algunas irán cargadas de veneno para zaherir los egos enquistados de podredumbre e ínfulas de grandeza.

Además yo sigo en lo mío: Por siempre, respondiendo de acuerdo a las circunstancias mientras la elasticidad del vocablo lo permita. Sin pretender ser más que nadie, pero tampoco menos que ninguno. Sin ambages ni egolatrías, ser simplemente yo. Libertino sin transgredir las reglas, un lector más, leyendo y aprendiendo de todos. De mis textos podrán decir de ellos lo que les venga en gana, siempre bien argumentado. Solo un idiota puede suponer que lo que escribe debe gustar a todos. Sin embargo, me reservo mi legítimo derecho de responder.

Aquí, donde otros exponen su obra yo sólo pretendo mostrar mi espíritu. Antonin Artaud

“Quién piense que todo lo que digo es en serio, es un cándido, y quien suponga que todo es en broma es un imbécil”. Jorge Ibargüengoitia.