Cuando no hago nada, escribo; es lo que más me gusta hacer -nada-. Disfruto la flojera, el dormir, las cosas inútiles, los espectáculos gratis, las conversaciones insulsas, el desorden y la perdedera de tiempo. Vivo en el efímero presente; improviso, resuelvo con lo que tenga a mano, me gasto todo lo que gano y no me preocupo por el futuro, pues en el momento en que se hace presente lo batuqueo por el pescuezo y lo domino, siempre. En cuanto al pasado, tengo el don de la memoria selectiva y el aprendizaje universal, así que vivo sin remordimientos ni rencores y pleno de referencias (in)útiles(?).
Adapto mi trabajo a mi forma de ser y me gusta leer en el baño, así me mantengo en forma; es la única rutina que practico. Ejercicios, higiene a ultranza, orden y esas cosas metódicas son para amargados.
Me inspiro de lo que percibo, de lo que a diario veo y respiro, de las nociones que siempre me acompañan y de los golpes del azar; pero los transcribo despues de exagerarlos, torcerlos, invertirlos o encontrar la parábola adecuada cuando ya la idea primigemia es suficientemente absurda. Algunos, solo unos pocos, pierden su condición de cuento por ser intentos de realidades literales, pero un lector anónimo nunca podrá notar esta sutil diferencia pues carecen de dedicatorias. Solo los involucrados, previa notificación en privado de mi parte, pueden verse fielmente retratados en esas breves imágenes descarnadas. Pero si alguien mas se da por aludido, o bien se identifica en el escrito incorrecto, sería una validación gratuita, unilateral e innecesaria.
Mi lema favorito es "mas vale un harto que dos muertos de hambre" y el género que prefiero es el minicuento, pues en estos días de tanta información la brevedad se agradece.