Si bien borroneo papeles desde muy chico, no hace mucho tiempo me di cuenta que la vida resultaba más interesante si a cada persona y a cada situación las pensaba como pequeños y cotidianos trampolines hacia la literatura.

Pero ocurre que le tengo cierto temor y respeto a las alturas, y cierta fiaca (lo confieso), para dar esos saltos hacia el encuentro de buenas historias. De todos modos, en algún que otro brinco que doy por allí, aparecen algunas narraciones que ante el descubrimiento de esta página (que se lo debo a vaerjuma) me dan ganas de compartir.

Mi condición de frustrado futbolista, de entrerriano casi uruguayo (¡de no ser por un río!), de cantor y guitarrero en ignotos y caseros escenarios, entre otras cosas, seguro aparecerá filtrada entre los cuentos.

Todo lo que no he sido, ni soy, ni seré, son los mejores motivos que encuentro a la hora de escribir. Aunque también el placer de guardar para siempre en la memoria aquellas mujeres con las que uno ha buscado complicarse la vida; esos amigos que han tenido la deferencia de invitarlo a pergeñar noches y borracheras gloriosas; esa familia de la que uno no puede despegarse; y esos maravillosos cuentos que se escriben solos, en la calle, en la universidad, en el bar, en la cancha; y es la realidad la que los pone delante para que uno los rescate del olvido.

En eso estoy, con paciencia. Tengo casi 33 años. El periodismo y la comunicación social son las herramientas que me posibilitan pagar un alquiler y comerme un asado de vez en cuando. Nací un 31 de diciembre para molestar a mi madre, y he sido consecuente con ese destino, pues le produje los dolores de cabeza más intensos de su vida. En el horóscopo chino soy gato o conejo, cosa que me enorgullece pero no sé bien por qué. Y sin exagerar, digo que Joaquín Sabina es mi gurú.