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Inicio / Cuenteros Locales / Juan David Osorio Betancur (juandoso) - [U:juandoso] 

Les presento ahora la historia de un ser único y desconcertante, lleno de contradicciones y sueños, orgulloso de sí mismo y destinado a llegar muy lejos : Yo. He querido mostrarles mi historia lo más sincera posible, mi único pecado fue ocultar unas cuantas verdades, solamente por comodidad. Pecado terrible, tal vez, pero del que no pienso ahora retractarme.

Empezaré el recorrido desde que tengo memoria. Hasta hace poco, viví en Pereira ; allí nací el 20 de Septiembre de 1981 y desde mis primeros días viví en la misma casa, en un conjunto residencial al sudoeste de la ciudad. Tengo poco que decir de mis primeros años de vida, excepto que fui un niño algo débil, nada activo y poco sociable, apasionado por los muñequitos de la televisión, y por la ciencia, gracias a una tía materna a la que le debo demasiadas cosas, entre ellas, el gusto por la lectura, el amor por la naturaleza, el ansia de conocer, la pasión por el arte y por el pensamiento humano, y tantas otras que sería imposible mencionarlas todas ; ella era y es un espíritu indomable e increíble, y tan absolutamente libre que podría abarcar todo el universo ; como ella, siempre quise ser, y, en parte, creo haberlo logrado.
Hijo único de mi madre y algo alejado de mi padre, pues se divorciaron cuando yo tenía pocos años y con ella me quedé ; mis verdaderos recuerdos empiezan desde que entré al Colegio Rafael Reyes para hacer primero de primaria. (Extrañamente todo mi pasado puede ser medido en años de colegio). El colegio era una institución militar y los seis meses que allí pasé fueron un infierno sobre la tierra. La disciplina era totalmente castrense, había que estar muy temprano en el colegio, nos daban una bazofia a todos los niños para el almuerzo y la salida era a las 4 de la tarde. Los profesores eran de lo peor, las clases intensas y había que asistir obligatoriamente a un curso de artes marciales. Todo eso para mí, un indefenso niño de 6 años, fue demasiado. Mi salud se resquebrajó rápidamente y no hacía más que llorar. Entonces mis padres tomaron la sabia decisión de retirarme, y al año siguiente - 1988 - me matricularon en el Colegio Salesiano San Juan Bosco de la ciudad de Dosquebradas, para hacer nuevamente primero. Eso sí era un colegio, con enormes áreas verdes, piscinas y canchas deportivas, magníficos salones que yo aprendí a amar y a odiar, y una bien ganada reputación de estar entre las mejores instituciones de la región. Los años de primaria se pasaron volando, aprendí a leer y escribir, sumar y restar y otras muchas cositas. Continué alejado del deporte y con más bien pocos amigos y aparte de eso siendo bastante común. Me gané una extraña reputación de científico loco por los experimentos que hacía con cualquier cosa que cayera en mis manos.
Pasaron algunos años más de primaria, felices y faltos de responsabilidades ; en quinto, alcanzo la gloria al encontrarme, junto con mis compañeros, en el grupo superior del colegio que conocíamos, y quienes, en el momento, mandábamos la parada de todo cuanto se realizaba en el Salesiano.
Llegar a sexto fue una experiencia traumática, pues pasé de pertenecer al grupo de los más grandes de la primaria, al de los más pequeños del bachillerato, y por tanto, el objetivo de las maldades de los mayores. Fue en sexto que empecé a usar gafas y desde entonces se han convertido en una extensión de mi cuerpo, pues sin ellas el mundo es solo una mancha borrosa. También en este año - 1993 - comencé a escribir mis primeros cuentos, que de inmediato fueron publicados por el periódico de mi colegio, y comencé a destacarme en el ámbito académico por mis buenas calificaciones. Dejando a un lado la humildad, que considero una virtud algo estúpida, desde el principio, mi talento para escribir fue evidente. Primero, por el buen humor que tenían todos mis cuentos ; y luego, a medida que maduraba, por lo profundos que se volvieron algunos de ellos, tan profundos, que en ocasiones me asustan.
Pasó volando séptimo sin incidentes importantes para mencionar ; en octavo, me esperaba el álgebra, materia dura como el mármol, y el conocido señor Baldor, ídolo de todos los estudiantes del planeta tierra. Y brindando su sabiduría, un profesor digno de mención : Salomón. Este extraño personaje - bajo, calvo y categórico - fue durante todo el bachillerato, y en períodos recurrentes, un ángel y un demonio para mí y todos mis compañeros. Ángel, por amor paternal a todos nosotros y su paciencia infinita para explicar; y demonio, por sus exámenes imposibles y kilométricas tareas. Pero viéndolo ahora desde una perspectiva un poco más objetiva, era un buen tipo. Nuevamente pasó volando el grado noveno, falto de acontecimientos dignos de mención, y entonces, llego a décimo grado y de golpe me encuentro con terribles y a la vez maravillosas materias como lo fueron la física y la química, que desde antes me interesaban y aunque al principio se trataron solo de fórmulas y más fórmulas, nunca dejaron de tener su encanto, y a medida que se hacían más avanzadas, su grado de dificultad e interés crecían a la par. En educación física, el sufrimiento fue total con la preparación de una revista atlética en la que los grupos superiores debían participar. Durante las interminables horas de educación física, nos obligaban a contorsionarnos, adoptar formas antinaturales y pararnos unos sobre otros en pirámides humanas tan difíciles de hacer como las originales de Egipto. De eso no quisiera hablar más, excepto mencionar que la revista fue un éxito y no hubo víctimas mortales que lamentar. También en décimo conocí al más terrorífico, y espléndido a la vez, profesor de español que pueda haber en este pequeño planeta : Arango. Parecía un profeta por su forma de hablar y su solemne caminado. Y como profeta se sentía, pues su palabra era Ley. Recuerdo esas discusiones con él que duraban horas, acerca de religión y literatura, y que siempre ganaba con sus sólidos argumentos y la certeza absoluta que tenía de decir siempre lo correcto, aunque pude vencerlo una que otra vez.
Y qué decir de la filosofía. En décimo me hice ateo, agnóstico, ecléctico, pragmático y seguidor incondicional de Kant. La filosofía me abrió los ojos y me sacó de la mediocridad en la que vivía. Me di cuenta de lo maravillosos que eran los retos, lo increíble que era crear una idea y defenderla a capa y espada contra otros. Y en medio de las discusiones, me di cuenta de que los amigos que hasta ahora tenía no llegaban a mi altura, aunque suene terrible decirlo así. Yo necesitaba a personas con las cuales discutir sobre cualquier tema imaginable y afortunadamente los encontré. El profesor de filosofía, al que le debo demasiadas cosas, aunque no era demasiado bueno enseñando, me llamó aparte durante una clase y me dijo que me había escogido por mi buen rendimiento y mis capacidades artísticas para integrar un grupo que representaría al colegio para un foro de filosofía acerca del amor, que se realizaría en otro colegio de la ciudad y que reuniría colegios de toda la región. Afortunadamente, no lo pensé mucho antes de aceptar y fue allí donde los conocí. Grandes amigos e inteligentes personas, inquietas como yo y apasionadas por el arte, justo lo que en ese momento necesitaba. Por cierto, a raíz de ese foro, comenzamos a destacarnos como lo mejor del colegio y a ganarnos la rosca de los profesores. Las clases de filosofía y español las dedicábamos, en teoría, a preparar nuestra parte en el foro, aunque hacíamos poco aparte de reírnos durante horas interminables. Sin embargo, el trabajo fue duro y nuestra participación en el foro, una de las mejores. Allí nos relacionamos con lo más selecto de los estudiantes de toda la región y se nos abrieron puertas insospechadas. Después del foro, realizamos presentaciones artísticas por toda la ciudad, organizamos actos culturales en nuestro colegio, y nos ganamos una fama genial. Nuestro grupo pasó a llamarse oficialmente Grupo de Arte y Cultura y extraoficialmente Organización Iguaza de Eventos, por lo mal organizados y, sin embargo, bien ejecutados actos que realizábamos. Y mis cuentos fueron conocidos en toda la ciudad y publicados regularmente en el periódico estudiantil, del que, por supuesto, hacía parte del Comité de Redacción.
Desafortunadamente, terminé el año con más pena que gloria, porque la mayor parte de las materias las pasé solamente por rosca y quedé habilitando matemáticas junto a dos de mis compañeros del Grupo. Aún recuerdo, aunque quiero olvidar, ese pequeño episodio de mi vida. Fue la primera, y única, vez que perdí una materia.
Estudiamos incansablemente tardes enteras, con la ventaja de que todos vivíamos muy cerca, de manera que podíamos quedarnos hasta bien entrada la noche estudiando en la casa de cualquiera y después regresar caminando a la propia. Como sea, salimos bien librados de la habilitación y, por fin, pudimos disfrutar de nuestras bien merecidas vacaciones.
No sé si por falta de sucesos interesantes o por grietas en mi frágil memoria, no tengo un solo recuerdo de las vacaciones de final de año de 1997. Esta laguna mental es una verdadero mar de tres meses de profundidad. Pero, en realidad, no me preocupa demasiado.
Entonces llego a Grado Once, y debo decir que verdaderamente merece las mayúsculas que le he colocado. Fue el mejor año de colegio que haya vivido, en todos los aspectos posibles.
Viene la física avanzada, que yo devoro apasionadamente, sobrepaso con rapidez el libro asignado y me dedico a estudiar la verdadera Física : el origen y el destino del universo, lo que sucede en el interior de las partículas ; por qué vivimos en un universo de once dimensiones ; los agujeros negros, el tiempo y el espacio. Conozco a Carl Sagan y comparto de inmediato su fascinación por la incompresible grandeza del universo y su apasionada y casi religiosa búsqueda de la verdad. Después llega la química orgánica y nuevamente me vuelvo a hechizar : las intrincadas y extrañamente bellas moléculas del carbono y los procesos que en nuestro interior nos mantienen con vida. Nuevos temas de discusión con mis amigos en las clases de filosofía : las teorías del conocimiento, el existencialismo, Dios y otras tonterías por el estilo. Aprendí lentamente a ser menos radical en mis convicciones y abandoné el frío ateísmo de décimo grado, a cambio de una búsqueda del verdadero y personal Dios, distinto del que se pueda ver en cualquier religión, pues éstas lo limitan y lo hacen pequeño. Y aún no lo he encontrado, pero me he dado cuenta de que lo importante no es encontrar, sino buscar.
En Español, me encontré con grandes escritores, como Camus, tan increíble y dolorosamente humano ; Borges, con sus ficciones e imaginación universal ; y Neruda, con esa inigualable manera de expresar lo inexpresable : las emociones humanas. En Historia del Arte, conocí artistas únicos, como Dalí, fabricantes de sueños y alucinaciones, que me dejaron cautivado. Y otra materia que realmente merece mención, es Taller de Investigación, en la que a todos se nos pidió que escogiéramos un tema para investigar, y un amigo y yo decidimos irnos por lo alto ; así que escogimos investigar sobre el cerebro, concretamente sobre el efecto que sobre las emociones tiene la música. Un tema más difícil y a la vez más maravilloso, no pudimos encontrar. Siendo mi compañero músico - frustrado, pero al fin y al cabo músico - hicimos una pareja perfecta. Intentábamos descubrir cómo puede la música afectar tan profundamente a una persona y tal vez llegar a manipular los sonidos y las notas para crear emociones específicas. Diseñamos un experimento en el que conectábamos una persona a un electroencefalógrafo mientras escuchaba una selección de música preparada (clásica, jazz y nueva era). Usamos a dos amigos como conejillos, un hombre y una mujer. Al final, los resultados nos mostraron que este proyecto realmente habría podido llegar muy lejos de haberlo trabajado con seriedad. Aunque no concluimos nada en particular, sí quedamos con muchas más preguntas que las que teníamos al principio y con nuevas rutas por donde continuar.
En esos momentos - a mediados de 1998 - tenía demasiadas cosas en las cuales pensar : La carrera que debería seguir, el servicio militar, el nuevo foro de filosofía que se acercaba, y por supuesto, el monstruo que a todos los estudiantes de 11° acecha y al que deben enfrentar : El Icfes. Pero iré por partes.
Por el servicio militar nunca me preocupé seriamente, pues el ser el único hijo de mi madre me aseguraba el no tener que unirme a las filas del glorioso y siempre victorioso Ejercito Nacional. Sin embargo, fueron traumáticos los exámenes médicos, con la desnudada colectiva frente al oficial médico y la casi violación a la que fuimos sometidos, y la entrega de los papeles, con el temor de que un solo error en ellos podría quitarme un año entero de mi vida y la inocencia que me quedaba. Al final, salí bien librado, aunque todavía en este momento - noviembre de 1999 - quedan algunas cosas por definir.
Durante el foro de filosofía, que se trató sobre la libertad, me alejé un poco de mis amigos del Grupo, pues la mayor parte de ellos se dedicaron a organizarlo, mientras que a mí me correspondió el realizar la ponencia, junto a algunos alumnos de décimo, lo que no me animó mucho, de manera que renuncié y participé en el foro solo como invitado. Sin embargo, nunca dejamos de divertirnos juntos realizando otras cosas.
La elección de mi carrera fue un proceso largo y de constante reflexión. Entre las opciones que consideré se encontraron la microbiología, la entomología, la psicología, la matemática y la física pura y las ingeniarías electrónica y de sistemas. Pero fue básica la visita que la Universidad Icesi realizó al colegio, pues desde ese mismo día me decidí por la ingeniería telemática en esta institución.
Finalmente, llegué al tema que me interesa : El Icfes. Empecé a prepararme con seriedad solo después de las vacaciones de mitad de año. Fue un trabajo intenso y desgastante, que llegó a su culminación en esa fecha que no olvidaré : 22 de Agosto. La noche de insomnio que lo precedió, la madrugada a las 5 de la mañana a repasar algunas cosas, la enorme taza de café cargado para poner mi cerebro a punto, las manos que no dejaron de temblar durante todo el viaje, la entrada a los salones, la primera visión del formulario y esos malditos óvalos que había que rellenar con lápiz de mina negra No. 2
Y después, la espera sin fin de los resultados, hasta ese día en el que llegaron y me encontré con el mágico número que me abrió las puertas del cielo : 381, nunca antes visto en el colegio y que yo jamás imaginé. Creo que necesité de varios días para recuperarme de esa sorpresa, y muchos más dedicados solo a gritar de júbilo. Y ese día se acabó el colegio para mí. No tuve que presentar más exámenes, ni realizar más tareas e iba a clase sólo por no perder la tradición. Fueron tiempos realmente maravillosos.
Siguiendo el que fue mi lema durante décimo y once : lograr la máxima nota, con el mínimo esfuerzo, finalicé el año con las mejores notas. Y el día de la graduación se convirtió en otro de los hitos más importantes que marcaron mi vida. Los sentimientos ese día fueron una extraña mezcla de alegría y tristeza, felicidad y melancolía, por dejar el colegio que fue mi segunda casa durante once años ; y mis compañeros, que fueron los hermanos que nunca tuve, sabiendo también que a muchos de ellos no los volvería a ver en mi vida, y que mientras que algunos estaban destinados a triunfar, otros serían derrotados. La ceremonia no pudo ser más emotiva, la mayor parte de los honores fueron para mí y mis amigos del Grupo, pues no podía ser de otra forma. Y al final, el abrazo de grupo, con ojos llorosos y una sonrisa en el rostro. Después vino la gran fiesta, la mejor a la que haya podido asistir. La disfruté de una extraña manera por la indescriptible mezcla de emociones de ese día. Bailé como nunca, literalmente, pues aprendí bailes nuevos esa noche. No me senté un solo momento desde las 10 de la noche hasta las 3 de la mañana. Y de nuevo el emotivo abrazo grupal, los hombres en el centro de la pista, cantando rancheras, y las mujeres que nos acompañaban en un circulo exterior a nosotros, compartiendo nuestra emoción. Durante esa fiesta conocí a una mujer que se convirtió en mi mejor amiga y amor platónico : Claudia. Era la exnovia de uno de los compañeros del Grupo y fue la mejor Icfes de Risaralda con unos increíbles 385 puntos. Desde ese día la vi en todas partes : en la televisión, en revistas y periódicos y en la premiación que la Gobernación del departamento realizó a los mejores estudiantes, incluido yo. Nos hicimos amigos por correo electrónico, pues resultaba difícil vernos en persona porque ella vivía en un municipio distante una hora de Pereira, llamado Santuario. Durante meses charlábamos horas enteras todas las tardes y nuestra relación se hizo muy fuerte. Aún seguimos acompañándonos a través de las fibras ópticas, ahora que yo estudio en Cali y ella en Manizales.
Ese fin de año decidí tomarme un pequeño descanso y dejar la entrada a la U. para mediados del año siguiente, 1999. Durante esos seis meses me dediqué a hacer de todo un poco : un curso de matemáticas en la Universidad Tecnológica de Pereira, una clase en línea de microbiología básica, incluyendo algunos experimentos sencillos con paramecios, mixomicetos y bacterias, y mis propios proyectos de electrónica, que por cierto nunca funcionaron como debieron. Y junto a uno de mis amigos del Grupo, nos dedicamos a realizar música con el computador, en formato MIDI. Este proyecto, como tantos otros, quedó inconcluso y con la esperanza de algún día continuarlo. Todo esto parece ser mucho trabajo, pero no lo fue en realidad ; esos seis meses se convirtieron en las mejores vacaciones que haya pasado, y me sirvieron para coger impulso y entrar a la U. con todas las ganas. Durante este tiempo viví una explosión de inspiración y comencé a escribir cuentos como nunca antes, casi uno por semana, mientras que antes escribía uno cada dos o tres meses. También comencé a apasionarme verdaderamente por la música, tanto que desde entonces no puedo trabajar si no tengo una grabadora a mi lado.
Durante mucho tiempo tuve en mente que para estudiar en la Universidad Icesi tendría que desprenderme de todo lo que hasta ahora conocía. Después de 18 años viviendo en la misma casa, sin haber salido nunca de Pereira, apegado como estaba a mi madre y mis amigos más cercanos, el proceso de separación fue tremendo, pero no tan traumático como lo esperaba. Mi propia personalidad me ayudó mucho, pues yo siempre había sido un hombre solitario e independiente, y teniendo como tenía las metas claras, sabía con seguridad que mi lugar estaba en Cali, y nunca mi voluntad tambaleó demasiado.
De la despedida y el trasteo no hay mucho que decir. Fue increíblemente doloroso decirle adiós a mi mamá y saber que nuestra relación cambiaría para siempre y que, aunque tendría la posibilidad de ir de visita a Pereira cada dos o tres semanas, ya nunca más la tendría siempre a mi lado para ayudarme ; y después despedirme de mi perra, a la que consideraba más que una amiga, mi hermana, y observar esos hermosos ojos que siempre me cautivaron, mientras me alejaba.
Mi padre me acompañó en el viaje y se quedó conmigo unos días para ayudarme a aclimatarme a Cali y conocerlo un poco. Conocí mi nueva casa y a la que sería mi familia : Mi tía paterna, a la que había tratado más bien poco, mi tío político, una persona de armas tomar y un increíble sentido del humor y mi dulce prima. Después me padre regresó a Pereira y quedé yo solo, enfrentándome a mi destino. Afortunadamente, la Universidad no me recibió con primiparadas ni cosas por el estilo y tuve la oportunidad de hacer amigos desde el principio. Lentamente, me fui acostumbrando al ritmo y al método de enseñanza de la institución y ahora me siento en ella como pez en el agua. Continúo escribiendo muy seguido esos cuentos alucinantes que me encantan, diciendo en ellos lo que pienso y lo que no y de los cuales estoy realmente orgulloso. En los últimos días, me he puesto en la tarea de escribir algunos de ellos en inglés, idioma que me propongo dominar en un futuro cercano.
A veces el futuro se torna difuso y oscuro, y en ocasiones me doy cuenta de que no tengo idea de dónde podría estar en, digamos, 10 años. Pero tengo algunas pistas sobre el camino a seguir, y los sueños locos que siempre he abrigado, poco a poco han ido madurando y se tornan cada vez más realizables.
Quisiera continuar con mi carrera y convertirme en un excelente Ingeniero Telemático, graduarme Suma Cum Laude y de alguna manera, ir a los Estados Unidos a realizar un postgrado en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y después buscar allí o en algún país europeo, mi destino. Siendo el futuro solamente posibilidades y senderos que se bifurcan, solo sé que estoy llamado para triunfar, aunque no estoy seguro del cómo. En ocasiones, me veo a mí mismo dueño de mi propia empresa de desarrollo de Software, o me veo trabajando en un proyecto de investigación para una universidad y obteniendo el Premio Nobel por mis descubrimientos, o dedicado solamente a escribir y de nuevo ganando el Nobel, pero esta vez de literatura.
Es desafortunado que me vea siempre fuera de Colombia, porque respecto a la situación de mi querido país soy muy pesimista y no tengo la vocación de servicio necesaria para decir : yo voy a cambiar esta tierra. Lo único que quiero, por el momento, es volar.
Me gustaría envejecer con tranquilidad, pero realmente no lo necesito. Solo quiero poder mirar hacia atrás un día, ver todas mis metas realizadas y entonces decir : ahora puedo morir en paz. Y si mi muerte debe ser violenta, solo espero que sirva para algo bueno.
Aún no he conocido el amor, me encuentro a la espera, o mejor, en la búsqueda, de ese ser que sé ha sido creado para mí, así como yo he sido creado para ella.

Continuo y continuaré tratando de conocer y alcanzar a Dios, manteniéndome alejado de cualquier religión, dogma o teología, y usando a la ciencia como herramienta, pues creo que comprendiendo el universo podré, tal vez, comprender a su creador. Y cuando lo comprenda, intentaré superarlo, elevarme sobre las estrellas, mirarlo fijamente a los ojos y preguntarle : ¿Tú, qué piensas?
Sin embargo, sé que para comprenderlo a Él, es necesario que me comprenda a mí mismo primero, y esa es ya una tarea interminable. Pero, por supuesto, voy a hacer el intento.
Esta autobiografía no acaba aquí, aunque esté ya cerca de colocar el punto final. Es imposible expresar con palabras una vida humana, sin importar cuántas páginas sean escritas. Cada hombre y cada mujer es demasiado complejo, casi infinito, y por tanto, inalcanzable.
No obstante, esta ha sido una buena aproximación a ese ser que fue llamado hace ya más de 18 años, Juan David Osorio B.
A grandes rasgos, esté he sido yo.



Bibliografía:
La Cosa (Narración, 217 palabras)
La cucaracha extraterrestre (Narración, 398 palabras)
La cucaracha extraterrestre II (Narración, 433 palabras)
La venganza de alguien (Narración, 445 palabras)
Un gato ingrato (Reflexión, 97 palabras)


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