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ninive,28.01.2012
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Semejante a la noche de Alejo Carpentier
caminaba, semejante a la noche
Ilíada, Canto I
El mar empezaba a verdecer entre los promontorios todavía en
sombras, cuando la caracola del vigía anunció las cincuenta
naves negras que nos enviaba el rey Agamemnón. Al oír la
señal, los que esperaban desde hacía tantos días sobre
las boñigas de las eras, empezaron a bajar el trigo hacia la playa
donde ya preparábamos los rodillos que servirían para subir
las embarcaciones hasta las murallas de la fortaleza. Cuando las quillas
tocaron la arena, hubo algunas riñas con los timoneles, pues tanto
se había dicho a los micenianos que carecíamos de toda
inteligencia para las faenas marítimas, que trataron de alejarnos
con sus pértigas. Además, la playa se había llenado de
niños que se metían entre las piernas de los soldados,
entorpecían las maniobras, y se trepaban a las bordas para robar
nueces de bajo los banquillos de los remeros. Las olas claras del alba se
rompían entre gritos, insultos y agarradas a puñetazos, sin
que los notables pudieran pronunciar sus palabras de bienvenida, en medio
de la barahúnda. Como yo había esperado algo más
solemne, más festivo, de nuestro encuentro con los que venían
a buscarnos para la guerra, me retiré, algo decepcionado, hacia la
higuera en cuya rama gruesa gustaba de montarme, apretando un poco las
rodillas sobre la madera, porque tenía un no sé qué de
flancos de mujer.
A medida que las naves eran sacadas del agua, al pie de las montañas
que ya veían el sol, se iba atenuando en mí la mala
impresión primera, debida sin duda al desvelo de la noche de espera,
y también al haber bebido demasiado, el día anterior, con los
jóvenes de tierras adentro, recién llegados a esta costa, que
habrían de embarcar con nosotros, un poco después del
próximo amanecer. Al observar las filas de cargadores de jarras, de
odres negros, de cestas, que ya se movían hacia las naves,
crecía en mí, con un calor de orgullo, la conciencia de la
superioridad del guerrero. Aquel aceite, aquel vino resinado, aquel trigo
sobre todo, con el cual se cocerían, bajo ceniza, las galletas de
las noches en que dormiríamos al amparo de las proas mojadas, en el
misterio de alguna ensenada desconocida, camino de la Magna Cita de Naves,
aquellos granos que habían sido echados con ayuda de mi pala, eran
cargados ahora para mí, sin que yo tuviese que fatigar estos largos
músculos que tengo, estos brazos hechos al manejo de la pica de
fresno, en tareas buenas para los que sólo sabían de oler la
tierra; hombres, porque la miraban por sobre el sudor de sus bestias,
aunque vivieran encorvados encima de ella, en el hábito de
deshierbar y arrancar y rascar, como los que sobre la tierra pacían.
Ellos nunca pasarían bajo aquellas nubes que siempre
ensombrecían, en esta hora, los verdes de las lejanas islas de donde
traían el silfión de acre perfume. Ellos nunca
conocerían la ciudad de anchas calles de los troyanos, que ahora
íbamos a cercar, atacar y asolar. Durante días y días
nos habían hablado, los mensajeros del Rey de Micenas, de la
insolencia de Príamo, de la miseria que amenazaba a nuestro pueblo
por la arrogancia de sus súbditos, que hacían mofa de
nuestras viriles costumbres; trémulos de ira, supimos de los retos
lanzados por los de Ilios a nosotros, acaienos de largas cabelleras, cuya
valentía no es igualada por la de pueblo alguno. Y fueron clamores
de furia, puños alzados, juramentos hechos con las palmas en alto,
escudos arrojados a las paredes, cuando supimos del rapto de Elena de
Esparta. A gritos nos contaban los emisarios de su maravillosa belleza, de
su porte y de su adorable andar, detallando las crueldades a que era
sometida en su abyecto cautiverio, mientras los odres derramaban el vino en
los cascos. Aquella misma tarde, cuando la indignación bullía
en el pueblo, se nos anunció el despacho de las cincuenta naves. El
fuego se encendió entonces en las fundiciones de los bronceros,
mientras las viejas traían leña del monte. Y ahora,
transcurridos los días, yo contemplaba las embarcaciones alineadas a
mis pies, con sus quillas potentes, sus mástiles al descanso entre
las bordas como la virilidad entre los muslos del varón, y me
sentía un poco dueño de esas maderas que un portentoso
ensamblaje, cuyas artes ignoraban los de acá, transformaba en
corceles de corrientes, capaces de llevarnos a donde desplegábase en
acta de grandezas el máximo acontecimiento de todos los tiempos. Y
me tocaría a mí, hijo de talabartero, nieto de un castrador
de toros, la suerte de ir al lugar en que nacían las gestas cuyo
relumbre nos alcanzaba por los relatos de los marinos; me tocaría a
mí, la honra de contemplar las murallas de Troya, de obedecer a los
jefes insignes, y de dar mi ímpetu y mi fuerza a la obra del rescate
de Elena de Esparta -másculo empeño, suprema victoria de una
guerra que nos daría, por siempre, prosperidad, dicha y orgullo.
Aspiré hondamente la brisa que bajaba por la ladera de los olivares,
y pensé que sería hermosos morir en tan justiciera lucha, por
la causa misma de la Razón. La idea de ser traspasado por una lanza
enemiga me hizo pensar, sin embargo, en el dolor de mi madre, y en el
dolor, más hondo tal vez, de quien tuviera que recibir la noticia
con los ojos secos -por ser el jefe de la casa. Bajé lentamente
hacia el pueblo, siguiendo la senda de los pastores. Tres cabritos
retozaban en el olor del tomillo. En la playa, seguía
embarcándose el trigo.
II
Con bordoneos de vihuela y repiques de tejoletas, festejábase, en
todas partes, la próxima partida de las naves. Los marinos de La
Gallarda andaban ya en zarambeques de negras horras, alternando el baile
con coplas de sobado, como aquella de la Moza del Retoño, en que las
manos tentaban el objeto de la rima dejado en puntos por las voces.
Seguía el trasiego del vino, el aceite y el trigo, con ayuda de los
criados indios del Veedor, impacientes por regresar a sus lejanas tierras.
Camino del puerto, el que iba a ser nuestro capellán arreaba dos
bestias que cargaban con los fuelles y flautas de un órgano de palo.
Cuando me tropezaba con gente de la armada, eran abrazos ruidosos, de
muchos aspavientos, con risas y alardes para sacar las mujeres a sus
ventanas. Éramos como hombres de distinta raza, forjados para
culminar empresas que nunca conocerían el panadero ni el cardador de
ovejas, y tampoco el mercader que andaba pregonando camisas de Holanda,
ornadas de caireles de monjas, en patios de comadres. En medio de la plaza,
con los cobres al sol, los seis trompetas del Adelantado se habían
concertado en folías, en tanto que los atambores borgoñones
atronaban los parches, y bramaba, como queriendo morder, un sacabuche con
fauces de tarasca.
Mi padre estaba, en su tienda oliente a pellejos y cordobanes, hincando la
lezna en un acción con el desgano de quien tiene puesta la mente en
espera. Al verme, me tomó en brazos con serena tristeza, recordando
tal vez la horrible muerte de Cristobalillo, compañero de mis
travesuras juveniles, que había sido traspasado por las flechas de
los indios de la Boca del Drago. Pero él sabia que era locura de
todos, en aquellos días, embarcar para las Indias, aunque ya dijeran
muchos hombres cuerdos que aquello era engaño común de muchos
y remedio particular de pocos. Algo alabó de los bienes de la
artesanía, del honor -tan honor como el que se logra en riesgosas
empresas- de llevar el estandarte de los talabarteros en la
procesión del Corpus; ponderó la olla segura, el arca
repleta, la vejez apacible. Pero, habiendo advertido tal vez que la fiesta
crecía en la ciudad y que mi ánimo no estaba para cuerdas
razones, me llevó suavemente hacia la puerta de la habitación
de mi madre. Aquél era el momento que más temía, y
tuve que contener mis lágrimas ante el llanto de la que sólo
habíamos advertido de mi partida cuando todos me sabían ya
asentado en los libros de la Casa de la Contratación.
Agradecí las promesas hechas a la Virgen de los Mareantes por mi
pronto regreso, prometiendo cuanto quiso que prometiera, en cuanto a no
tener comercio deshonesto con las mujeres de aquellas tierras, que el
Diablo tenía en desnudez mentidamente edénica para mayor
confusión y extravío de cristianos incautos, cuando no
maleados por la vista de tanta carne al desgaire. Luego, sabiendo que era
inútil rogar a quien sueña ya con lo que hay detrás de
los horizontes, mi madre empezó a preguntarme, con voz dolorida, por
la seguridad de las naves y la pericia de los pilotos. Yo exageré la
solidez y marinería de La Gallarda, afirmando que su práctico
era veterano de Indias, compañero de Nuño García. Y,
para distraerla de sus dudas, le hablé de los portentos de aquel
mundo nuevo, donde la Uña de la Gran Bestia y la Piedra Bezar
curaban todos los males, y existía, en tierra de Omeguas, una ciudad
toda hecha de oro, que un buen caminador tardaba una noche y dos
días en atravesar, a la que llegaríamos, sin duda, a menos de
que halláramos nuestra fortuna en comarcas aún ignoradas,
cunas de ricos pueblos por sojuzgar. Moviendo suavemente la cabeza, mi
madre habló entonces de las mentiras y jactancias de los indianos,
de amazonas y antropófagos, de las tormentas de las Bermudas, y de
las lanzas enherboladas que dejaban como estatua al que hincaban. Viendo
que a discursos de buen augurio ella oponía verdades de mala sombra,
le hablé de altos propósitos, haciéndole ver la
miseria de tantos pobres idólatras, desconocedores del signo de la
cruz. Eran millones de almas, las que ganaríamos a nuestra santa
religión, cumpliendo con el mandato de Cristo a los
Apóstoles. Éramos soldados de Dios, a la vez que soldados del
Rey, y por aquellos indios bautizados y encomendados, librados de sus
bárbaras supersticiones por nuestra obra, conocería nuestra
nación el premio de una grandeza inquebrantable, que nos
daría felicidad, riquezas, y poderío sobre todos los reinos
de la Europa. Aplacada por mis palabras, mi madre me colgó un
escapulario del cuello y me dio varios ungüentos contra las mordeduras
de alimañas ponzoñosas, haciéndome prometer,
además, que siempre me pondría, para dormir, unos escarpines
de lana que ella misma hubiera tejido. Y como entonces repicaron las
campanas de la catedral, fue a buscar el chal bordado que sólo usaba
en las grandes oportunidades. Camino del templo, observé que a pesar
de todo, mis padres estaban como acrecidos de orgullo por tener un hijo
alistado en la armada del Adelantado. Saludaban mucho y con más
demostraciones que de costumbre. Y es que siempre es grato tener un mozo de
pelo en pecho, que sale a combatir por una causa grande y justa.
Miré hacia el puerto. El trigo seguía entrando en las naves.
III
Yo la llamaba mi prometida, aunque nadie supiera aún de nuestros
amores. Cuando vi a su padre cerca de las naves, pensé que
estaría sola, y seguí aquel muelle triste, batido por el
viento, salpicado de agua verde, abarandado de cadenas y argollas
verdecidas por el salitre, que conducía a la última casa de
ventanas verdes, siempre cerradas. Apenas hice sonar la aldaba vestida de
verdín, se abrió la puerta y, con una ráfaga de viento
que traía garúa de olas, entré en la estancia donde ya
ardían las lámparas, a causa de la bruma. Mi prometida se
sentó a mi lado, en un hondo butacón de brocado antiguo, y
recostó la cabeza sobre mi hombro con tan resignada tristeza que no
me atreví a interrogar sus ojos que yo amaba, porque siempre
parecían contemplar cosas invisibles con aire asombrado. Ahora, los
extraños objetos que llenaban la sala cobraban un significado nuevo
para mí. Algo parecía ligarme al astrolabio, la
brújula y la Rosa de los Vientos; algo, también, al
pez-sierra que colgaba de las vigas del techo, y a las cartas de Mercator y
Ortellius que se abrían a los lados de la chimenea, revueltos con
mapas celestiales habitados por Osas, Canes y Sagitarios. La voz de mi
prometida se alzó sobre el silbido del viento que se colaba por
debajo de las puertas, preguntando por el estado de los preparativos.
Aliviado por la posibilidad de hablar de algo ajeno a nosotros mismos, le
conté de los sulpicianos y recoletos que embarcarían con
nosotros, alabando la piedad de los gentileshombres y cultivadores
escogidos por quien hubiera tomado posesión de las tierras lejanas
en nombre del Rey de Francia. Le dije cuanto sabía del gigantesco
río Colbert, todo orlado de árboles centenarios de los que
colgaban como musgos plateados, cuyas aguas rojas corrían
majestuosamente bajo un cielo blanco de garzas. Llevábamos
víveres para seis meses. El trigo llenaba los sollados de La Bella y
La Amable. Íbamos a cumplir una gran tarea civilizadora en aquellos
inmensos territorios selváticos, que se extendían desde el
ardiente Golfo de México hasta las regiones de Chicagúa,
enseñando nuevas artes a las naciones que en ellos residían.
Cuando yo creía a mi prometida más atenta a lo que le
narraba, la vi erguirse ante mí con sorprendente energía,
afirmando que nada glorioso había en la empresa que estaba haciendo
repicar, desde el alba, todas las campanas de la ciudad. La noche anterior,
con los ojos ardidos por el llanto, había querido saber algo de ese
mundo de allende el mar, hacia el cual marcharía yo ahora, y,
tomando los ensayos de Montaigne, en el capítulo que trata de los
carruajes, había leído cuanto a América se
refería. Así se había enterado de la perfidia de los
españoles, de cómo, con el caballo y las lombardas, se
habían hecho pasar por dioses. Encendida de virginal
indignación, mi prometida me señalaba el párrafo en
que el bordelés escéptico afirmaba que "nos
habíamos valido de la ignorancia e inexperiencia de los indios, para
atraerlos a la traición, lujuria, avaricia y crueldades, propias de
nuestras costumbres". Cegada por tan pérfida lectura, la joven
que piadosamente lucía una cruz de oro en el escote, aprobaba a
quien impíamente afirmara que los salvajes del Nuevo Mundo no
tenían por qué trocar su religión por la nuestra,
puesto que se habían servido muy útilmente de la suya durante
largo tiempo. Yo comprendía que, en esos errores, no debía
ver más que el despecho de la doncella enamorada, dotada de muy
ciertos encantos, ante el hombre que le impone una larga espera, sin otro
motivo que la azarosa pretensión de hacer rápida fortuna en
una empresa muy pregonada. Pero, aun comprendiendo esa verdad, me
sentía profundamente herido por el desdén a mi
valentía, la falta de consideración por una aventura que
daría relumbre a mi apellido, lográndose, tal vez, que la
noticia de alguna hazaña mía, la pacificación de
alguna comarca, me valiera algún título otorgado por el Rey
aunque para ello hubieran de perecer, por mi mano, algunos indios
más o menos. Nada grande se hacía sin lucha, y en cuanto a
nuestra santa fe, la letra con sangre entraba. Pero ahora eran celos los
que se traslucían en el feo cuadro que ella me trazaba de la isla de
Santo Domingo, en la que haríamos escala, y que mi prometida, con
expresiones adorablemente impropias, calificaba de "paraíso de
mujeres malditas". Era evidente que, a pesar de su pureza,
sabía de qué clase eran las mujeres que solían
embarcar para el Cabo Francés, en muelle cercano, bajo la vigilancia
de los corchetes, entre risotadas y palabrotas de los marineros; alguien
-una criada tal vez- podía haberle dicho que la salud del hombre no
se aviene con ciertas abstinencias y vislumbraba, en un misterioso mundo de
desnudeces edénicas, de calores enervantes, peligros mayores que los
ofrecidos por inundaciones, tormentas, y mordeduras de los dragones de agua
que pululan en los ríos de América. Al fin empecé a
irritarme ante una terca discusión que venía a sustituirse,
en tales momentos, a la tierna despedida que yo hubiera apetecido.
Comencé a renegar de la pusilanimidad de las mujeres, de su
incapacidad de heroísmo, de sus filosofías de pañales
y costureros, cuando sonaron fuertes aldabonazos, anunciando el
intempestivo regreso del padre. Salté por una ventana trasera sin
que nadie, en el mercado, se percatara de mi escapada, pues los
transeúntes, los pescaderos, los borrachos -ya numerosos en esta
hora de la tarde- se habían aglomerado en torno a una mesa sobre la
que a gritos hablaba alguien que en el instante tomé por un
pregonero del Elixir de Orvieto, pero que resultó ser un
ermitaño que clamaba por la liberación de los Santos Lugares.
Me encogí de hombros y seguí mi camino. Tiempo atrás
había estado a punto de alistarme en la cruzada predicada por Fulco
de Neuilly. En buena hora una fiebre maligna -curada, gracias a Dios y a
los ungüentos de mi santa madre- me tuvo en cama, tiritando, el
día de la partida: aquella empresa había terminado, como
todos saben, en guerra de cristianos contra cristianos. Las cruzadas
estaban desacreditadas. Además, yo tenía otras cosas en
qué pensar.
El viento se había aplacado. Todavía enojado por la tonta
disputa con mi prometida, me fui hacia el puerto, para ver los
navíos. Estaban todos arrimados a los muelles, lado a lado, con las
escotillas abiertas, recibiendo millares de sacos de harina de trigo entre
sus bordas pintadas de arlequín. Los regimientos de
infantería subían lentamente por las pasarelas, en medio de
los gritos de los estibadores, los silbatos de los contramaestres, las
señales que rasgaban la bruma, promoviendo rotaciones de
grúas. Sobre las cubiertas se amontonaban trastos informes,
mecánicas amenazadoras, envueltas en telas impermeables. Un ala de
aluminio giraba lentamente, a veces, por encima de una borda, antes de
hundirse en la oscuridad de un sollado. Los caballos de los generales,
colgados de cinchas, viajaban por sobre los techos de los almacenes, como
corceles wagnerianos. Yo contemplaba los últimos preparativos desde
lo alto de una pasarela de hierro, cuando, de pronto, tuve la angustiosa
sensación de que faltaban pocas horas -apenas trece- para que yo
también tuviese que acercarme a aquellos buques, cargando con mis
armas. Entonces pensé en la mujer; en los días de abstinencia
que me esperaban; en la tristeza de morir sin haber dado mi placer, una vez
más, al calor de otro cuerpo. Impaciente por llegar, enojado
aún por no haber recibido un beso, siquiera, de mi prometida, me
encaminé a grandes pasos hacia el hotel de las bailarinas.
Christopher, muy borracho, se había encerrado ya con la suya. Mi
amiga se me abrazó, riendo y llorando, afirmando que estaba
orgullosa de mí, que lucía más guapo con el uniforme,
y que una cartomántica le había asegurado que nada me
ocurriría en el Gran Desembarco. Varias veces me llamó
héroe, como si tuviese una conciencia del duro contraste que este
halago establecía con las frases injustas de mi prometida.
Salí a la azotea. Las luces se encendían ya en la ciudad,
precisando en puntos luminosos la gigantesca geometría de los
edificios. Abajo, en las calles, era un confuso hormigueo de cabezas y
sombreros.
No era posible, desde este alto piso, distinguir a las mujeres de los
hombres en la neblina del atardecer. Y era, sin embargo, por la permanencia
de ese pulular de seres desconocidos, que me encaminaría hacia las
naves, poco después del alba. Yo surcaría el Océano
tempestuoso de estos meses, arribaría a una orilla lejana bajo el
acero y el fuego, para defender los Principios de los de mi raza. Por
última vez, una espada había sido arrojada sobre los mapas de
Occidente. Pero ahora acabaríamos para siempre con la nueva Orden
Teutónica, y entraríamos, victoriosos, en el tan esperado
futuro del hombre reconciliado con el hombre. Mi amiga puso una mano
trémula en mi cabeza, adivinando, tal vez, la magnanimidad de mi
pensamiento. Estaba desnuda bajo los vuelos de su peinador entreabierto.
IV
Cuando regresé a mi casa, con los pasos inseguros de quien ha
pretendido burlar con el vino la fatiga del cuerpo ahíto de holgarse
sobre otro cuerpo, faltaban pocas horas para el alba. Tenía hambre y
sueño, y estaba desasosegado, al propio tiempo, por las angustias de
la partida próxima. Dispuse mis armas y correajes sobre un escabel y
me dejé caer en el lecho. Noté entonces, con sobresalto, que
alguien estaba acostado bajo la gruesa manta de lana, y ya iba a echar mano
al cuchillo cuando me vi preso entre brazos encendidos de fiebre, que
buscaban mi cuello como brazos de náufrago, mientras unas piernas
indeciblemente suaves se trepaban a las mías. Mudo de asombro
quedé al ver que la que de tal manera se había deslizado en
el lecho era mi prometida. Entre sollozos me contó su fuga nocturna,
la carrera temerosa de ladridos, el paso furtivo por la huerta de mi padre,
hasta alcanzar la ventana, y las impaciencias y los miedos de la espera.
Después de la tonta disputa de la tarde, había pensado en los
peligros y sufrimientos que me aguardaban, sintiendo esa impotencia de
enderezar el destino azaroso del guerrero que se traduce, en tantas
mujeres, por la entrega de sí mismas, como si ese sacrificio de la
virginidad, tan guardada y custodiada, en el momento mismo de la partida,
sin esperanzas de placer, dando el desgarre propio para el goce ajeno,
tuviese un propiciatorio poder de ablación ritual. El contacto de un
cuerpo puro, jamás palpado por manos de amante, tiene un frescor
único y peculiar dentro de sus crispaciones, una torpeza que sin
embargo acierta, un candor que intuye, se amolda y encuentra, por oscuro
mandato, las actitudes que más estrechamente machihembran los
miembros. Bajo el abrazo de mi prometida, cuyo tímido vellón
parecía endurecerse sobre uno de mis muslos, crecía mi enojo
por haber extenuado mi carne en trabazones de harto tiempo conocidas, con
la absurda pretensión de hallar la quietud de días futuros en
los excesos presentes. Y ahora que se me ofrecía el más
codiciable consentimiento, me hallaba casi insensible bajo el cuerpo
estremecido que se impacientaba. No diré que mi juventud no fuera
capaz de enardecerse una vez más aquella noche, ante la
incitación de tan deleitosa novedad. Pero la idea de que era una
virgen la que así se me entregaba, y que la carne intacta y cerrada
exigiría un lento y sostenido empeño por mi parte, se me
impuso con el temor al acto fallido. Eché a mi prometida a un lado,
besándola dulcemente en los hombros, y empecé a hablarle, con
sinceridad en falsete, de lo inhábil que sería malograr
júbilos nupciales en la premura de una partida; de su vergüenza
al resultar empreñada; de la tristeza de los niños que crecen
sin un padre que les enseñe a sacar la miel verde de los troncos
huecos, y a buscar pulpos debajo de las piedras. Ella me escuchaba, con sus
grandes ojos claros encendidos en la noche, y yo advertía que,
irritada por un despecho sacado de los trasmundos del instinto, despreciaba
al varón que, en semejante oportunidad, invocara la razón y
la cordura, en vez de roturarla, y dejarla sobre el lecho, sangrante como
un trofeo de caza, de pechos mordidos, sucia de zumos; pero hecha mujer en
la derrota. En aquel momento bramaron las reses que iban a ser sacrificadas
en la playa y sonaron las caracolas de los vigías. Mi prometida, con
el desprecio pintado en el rostro, se levantó bruscamente, sin
dejarse tocar, ocultando ahora, menos con gesto de pudor que con
ademán de quien recupera algo que estuviera a punto de malbaratar,
lo que de súbito estaba encendiendo mi codicia. Antes de que pudiera
alcanzarla, saltó por la ventana. La vi alejarse a todo correr por
entre los olivos, y comprendí en aquel instante que más
fácil me sería entrar sin un rasguño en la ciudad de
Troya, que recuperar a la Persona perdida.
Cuando bajé hacia las naves, acompañado de mis padres, mi
orgullo de guerrero había sido desplazado en mi ánimo por una
intolerable sensación de hastío, de vacío interior, de
descontento de mí mismo. Y cuando los timoneles hubieron alejado las
naves de la playa con sus fuertes pértigas, y se enderezaron los
mástiles entre las filas de remeros, supe que habían
terminado las horas de alardes, de excesos, de regalos, que preceden las
partidas de soldados hacia los campos de batalla. Había pasado el
tiempo de las guirnaldas, las coronas de laurel, el vino en cada casa, la
envidia de los canijos, y el favor de las mujeres. Ahora, serían las
dianas, el lodo, el pan llovido, la arrogancia de los jefes, la sangre
derramada por error, la gangrena que huele a almíbares infectos. No
estaba tan seguro ya de que mi valor acrecería la grandeza y la
dicha de los acaienos de largas cabelleras. Un soldado viejo que iba a la
guerra por oficio, sin más entusiasmo que el trasquilador de ovejas
que camina hacia el establo, andaba contando ya, a quien quisiera
escucharlo, que Elena de Esparta vivía muy gustosa en Troya, y que
cuando se refocilaba en el lecho de Paris sus estertores de gozo
encendían las mejillas de las vírgenes que moraban en el
palacio de Príamo. Se decía que toda la historia del doloroso
cautiverio de la hija de Leda, ofendida y humillada por los troyanos, era
mera propaganda de guerra, alentada por Agamemnón, con el
asentimiento de Menelao. En realidad, detrás de la empresa que se
escudaba con tan elevados propósitos, había muchos negocios
que en nada beneficiarían a los combatientes de poco más o
menos. Se trataba sobre todo -afirmaba el viejo soldado- de vender
más alfarería, más telas, más vasos con escenas
de carreras de carros, y de abrirse nuevos caminos hacia las gentes
asiáticas, amantes de trueques, acabándose de una vez con la
competencia troyana. La nave, demasiado cargada de harina y de hombres,
bogaba despacio. Contemplé largamente las casas de mi pueblo, a las
que el sol daba de frente. Tenía ganas de llorar. Me quité el
casco y oculté mis ojos tras de las crines enhiestas de la cimera
que tanto trabajo me hubiera costado redondear -a semejanza de las cimeras
magníficas de quienes podían encargar sus equipos de guerra a
los artesanos de gran estilo, y que, por cierto, viajaban en la nave
más velera y de mayor eslora.
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elclubdelapaginaazul,28.01.2012
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Alejo Carpentier La Habana 1904-París 1980
i"Su propósito central fue acaso cambiar la perspectiva del lector, trasladarlo hasta un universo más amplio, un cosmos donde la tragedia personal queda adormecida dentro de un conjunto que, aun siendo sencillo, es mucho más vasto y profundo./b
VISITEN "elclub de la pagina azul" .TODOS los textos presentados en el foro crítica en el Círculo del lector están reunidos en mis estantes . | |
qoele,28.01.2012
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Cáspita este cuento parece una novela corta. En todo caso será un placer leerlo. | |
leobrizuela,28.01.2012
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Excelente cuento, un acierto su elección.
En primer lugar destaco la terminología utilizada. Su aplicación denota con claridad, y en cada caso, el momento histórico al que desea aludir el autor. El aparente anacronismo inicial que el lector cree advertir no es más que un hábil mensaje secundario que, con sagacidad, lo ubica en tiempo y lugar, sin necesidad de otro dato.
El cuento transcurre en un mismo día y con desarrollo lineal -aunque pareciera que avanza en el tiempo en realidad se ha detenido en un único día: el previo a la partida del soldado-, y para un mismo personaje humano. Relata una historia separada por siglos, aunque con un común denominador: la repetición y las semejanzas de este relato cíclico comienza por un soldado aqueo, pasa por otros cuatro y vuelve al primero.
En todos los casos se halla vigente una conciencia del sentido de superioridad del guerrero, alejado de las vicisitudes de las faenas rústicas del populacho. El héroe ha de luchar por una causa digna y grande, embebido de una vocación de heroísmo particular.
La acción del relato se inicia con el soldado que avanzará sobre Troya, pasa por un aventurero seguidor de los adelantados españoles, por un conquistador francés, por una semblanza de combatiente americano de ambas guerras mundiales (el “Gran Desembarco…”y…”acabaríamos para siempre con la nueva Orden Teutónica “ es el sutil indicio), para finalizar nuevamente en el aqueo que a punto de entrar en combate debe enterarse, a través de la palabra de un viejo soldado, de la felicidad de Elena de Esparta en Troya, de la inutilidad de la épica misión que propuso su rescate y de la vanidad de todas las nobles empresas a las que el hombre acude en busca de gloria.
En el trasfondo –pese al paso secular del hombre sobre la Tierra-sobrevive siempre un oculto móvil material, permanentemente ligado a la ventaja y fortuna económica de aquellos que, por lo general, permanecerán a salvo de las lanzas, el fuego y la metralla.
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m_a_g_d_a2000,28.01.2012
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Me gusta la ambigüedad del título, “Semejante a la noche”, no es la noche sino algo parecido, el atardecer o el amanecer… o tal vez es sólo una frase “robada”.
La primera vez que leí este cuento me llevó un tiempo darme cuenta de que se narraban tres hechos distintos. Después te das cuenta de que lo importante no son los hechos en sí mismos, sino cómo el hombre, el soldado se enfrenta al momento anterior de la partida hacia esas misiones, al fin y al cabo, la misma misión aunque en distintas épocas.
En todo el texto se siente la tensión del ambiente previo a la marcha, el autor parece “regodearse” haciéndonos palpar esa atmósfera.
El escenario de todos los cuentos es un punto en el que termina la tierra, lo seguro, lo conocido y comienza el mar, lo desconocido, el peligro. También se repite en los tres la despedida de sus seres queridos, así como el ansia por comenzar la aventura en la que ven a la vez un motivo de orgullo y de preocupación. Llama la atención que a pesar de ser tres historias distintas están a la vez encadenadas, formando sólo una con un final que vemos en la cuarta parte. Un cuento que nos muestra que el hombre siempre ha sido el mismo a través de los tiempos, que se ha movido, se mueve por los mismos impulsos.
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ninive,28.01.2012
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Excelente ,bm-a-g-d-a>/b>. Sólo debo hacerte notar que hay 4 historias SEMEJANTES . La cuarta tratada fugazmente. *lee el posteo de leobrizuela*
cuatro historias con personajes y ambientaciones y sentimientos SEMEJANTES
Estamos ante un relato que nos presenta Lo SEMEJANTE a la NOCHE de la Historia de la humanidad. El hombre se repite a distancias de siglos. | |
loretopaz,29.01.2012
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Excelente la idea de este cuento, Alejo Carpentier y su lenguaje exuberante que atrapa desde la primera frase (por lo menos a mí, como un huracán que te toma y al final te deposita suavemente en la arena, y te deja con la cabeza llena de imágenes. En primer lugar, me encanta esa precisión del lenguaje, es un cuento que leí con el diccionario al lado, llegando incluso a buscar palabras que conozco aunque sin gran precisión, y que en otros textos paso por alto.
Para mí, la historia es una sola, que sucede en diferentes lugares y épocas a la vez, como una repetición cíclica. Los personajes (el soldado, su padre, su madre, la novia) no cambian de una época a la otra, sus caracteres son esencialmente los mismos, y es por eso que la historia fluye sin interrupciones debidas al cambio de época : la conversación con el padre, con la madre, con la novia, el escape de ésta para esperarlo en su lecho, y por fin, la constatación del gran engaño de los soldados que parten creyendo luchar por un ideal justo, certeza que se derrumba ante la realidad desoladora. Como si los personajes estuvieran condenados a repetir indefinidamente el mismo argumento. | |
sara_eliana,29.01.2012
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El epígrafe del cuento nos lleva, aún sin quererlo, a los célebres poemas homéricos. El relato de la cólera del pélida y el atrida, y también de Apolo, quien “caminaba semejante a la noche”. Así es como el “dios de la luz y del sol, la verdad y la profecía; el tiro con arco; la medicina y la curación; la música, la poesía y las artes” , y más … hijo de Zeus, dios de dioses, iba … parecido a la noche, cegado por la ira, esparciendo dolor y muerte contra las huestes de Agamenon.
Así como leer a Kafka nos acerca a la dialéctica sobre la modernidad, leer a Carpentier nos acerca al barroco americano. “Semejante a la noche” un cuento tan rico, con una multiplicidad de matices tan amplia que es difícil centrarse en una línea de lectura.
Uno de los aspectos más destacado de la narrativa de Carpentier es el tratamiento que hace del tiempo como elemento indispensable del relato, y este cuento es un ejemplo más de su genialidad. La multiplicidad de tiempos-épocas que emergen en “Semejante a la noche” nos trasportan desde la antigua Grecia de Homero, el Medioevo y las cruzadas, la modernidad y la colonización, y se podría decir, el imperialismo francés. No obstante, los tiempos se entrecruzan conjuntamente con los personajes –padres artesanos, madres consejeras, novias-prometidas/amantes, soldados héroes imbuidos de la superioridad del guerrero frente a los oficios de la “tierra”, los notables, sus diferencias e indiferencia, etc.
Además del tiempo, hay multiplicidad en los personajes de Carpentier: micenianos, negros que se divierten con los zarambeques, hombres de distintas razas en los ejércitos, nativos americanos, cristianos, infieles, un gran sincretismo.
¿Cuál es la lectura tras estas reflexiones? El caos temporal nos lleva a la atemporalidad. ¿Qué son LA ILÍADA, LAS CRUZADAS, LAS CRÓNICAS DE INDIAS hoy? Son relatos épicos en el que los poderosos se valen de aquéllos que están orgullosos y deseosos de pertenecer a la casta de los que podían ir “al lugar donde nacían las gestas”. La hombría, el orgullo, el heroísmo, el combatir por una causa grande y justa son los argumentos esgrimidos para hacer la guerra mientras “el trigo sigue entrando a las naves”.
Por otro lado, el lenguaje barroco que utiliza Carpentier en sus interminables enumeraciones, sucesión y multiplicidad de personajes y elementos entre otros recursos: ¿es una originalidad del siglo XX? El autor demuestra que el barroco americano es una reconstrucción de antiguas y variadas prácticas literarias; algunas dieron origen a la épica de todos los tiempos.
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ninive,29.01.2012
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Estoy contenta por la buena acogida de la elección del cuento.
Cuando hablamos de cuento en general estamos acostumbrados a seguir una linea precisa que va desde el comienzo hasta el descenlace pasando por un desarrollo que se mantiene en el mismo nivel de tiempo.
En Semejante a la noche la narración se abre sobre el tiempo como un gran abanico que abarca siglos.
Encuentro que es un relato muy original ya que como bien diceb loretopaz/b los personajes son siempre coherentes a pesar del cambio de ambiente y de época.
Se verifica en el texto lo que los críticos llamanb "el mezclaje /bque es dar una situación y crear otra distinta pero vinculada a la primera y permitir una unión entre las partes. Las partes se complementan. | |
LADANNY,29.01.2012
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Primero me quedé atrapada por la riqueza del lenguaje caribeño del autor.
Creí que sería una recreación de la guerra de Troya,pero no, es un paseo por la historia, la repetición del orgullo de la partida, la tristreza de los que se quedan y al final la terrible desilusión del engaño a que son sometido todos los soldados ilusionados por la gloria y que al fin es solo una vil mentira.
Pienso volver a leer este magnífico cuento varias veces y quiero aclarar la imagen repetida del trigo que todavía me falta aclarar. | |
justine,30.01.2012
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Un deleite la lectura de semejante a la noche.
Escueta y cabreada es todo l o que hoy voy a decir. Jajaj. Había escrito una parrafada tan grande que cuando lo he enviado ya había caducado la página.
Muy interesantes y aleccionadores algunos comentarios.
Buenas noches.
Mañana más. | |
ninive,30.01.2012
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uUn día en un relato que abarca siglos /u
Canto I :Partida para la guerra de Troya es el ALBA el protagonista sugiere que se embarcará "en el próximo amanecer",
Canto II es de Mañana (España, hacia América
Estos dos cantos terminan hablando del trigo
"en la playa seguía embarcándose el trigo"
Esperemos que bLadanny/b nos explique el significado de las tantas alusiones al trigo del cuento
CantoIII tarde(Francia hacia América del Norte )
canto IV (algun lado de Europa) (anochecer )
Continuación canto I Noche y Amanecer.
Sugiero precisar cuáles son los motivos de orgullo del protagonista en los 4 Cantos ?
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Gadeira,31.01.2012
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Se me hace muy difícil opinar sobre una obra que no he leído íntegramente. Así que intentaré conducir mi comentario por terrenos más o menos filosóficos o seudofilosóficos, que son a los que la lectura me conducen.
En mi opinión, la narración de Carpentier pretende, por una parte, el que vislumbremos al hombre y sus hazañas como partes de un acontecer cíclico. Es decir, un hombre que pese a obrar a voluntad, y motivado sobre todo por razones patrias, de prosperidad etc , se encuentra sometido a los designios de la contingencia, para que su propia historia transcurra bajo idénticos o razonablemente parecidos, parámetros históricos. La gran metáfora de un hombre invitado o condenado a repetirse en hazañas y desvaríos; en aciertos y desmanes...Por otra parte, Carpentier también nos hace reflexionar sobre la dualidad. Mientras que el principio del orden y del caos son conducidos por los sutiles hilos del devenir, al mismo tiempo el hombre ejecuta su libre albedrío. Lo curioso es, que aunque aparentemente contrapuestas, estas dualidades conviven en armonía, en la esencia del ser humano.
En la narración, el hilo conductor no se altera en absoluto. En todas las historias el protagonista principal parte de su tierra en pos de una empresa sublime, como lo pudieran ser: la gloria de Esparta, la implantación de la fe cristiana, la colonización de nuevas tierras de América del Norte o la lucha contra el enemigo.
El joven aventurero se lanza a su empresa motivado por razones “gloriosas” que nada tienen que ver con su gloria personal, pero que inevitablemente alcanzará, como todos los grandes héroes de la épica.
Ninive, preguntas sobre cuáles son los motivos de orgullo para el protagonista. En una primera lectura pareciera que en el primer canto lo es el orgullo como soldado, a nivel profundo, creo que lo es la patria.
En el segundo canto el protagonista da muestras de estar orgulloso de sus padres Del amor que estos le muestran...de los dignos y nobles trabajos de su padre. En definitiva, su orgullo es la familia, en cuyo seno se forjó esa fe que pretende extender.
En el tercero, yo diría que el protagonista se siente orgulloso de sí mismo, de su arrojo en la aventura, pero sobre todo del trabajo en equipo. De la fuerza que da la unión. Dice: Íbamos a cumplir una gran tarea civilizadora en aquellos inmensos territorios selváticos …
En cuanto al cuarto canto, no aprecio en el protagonista más que abatimiento y desencanto. Tal vez un hombre con conciencia de eso que he pretendido explicar en mi primer párrafo. Un hombre marioneta pendiendo de los hilos de la vida. Un hombre que se pregunta ¿por qué y para qué? Y pese a todo, acude al frente de batalla.
Ninive, te quedo agradecida, porque incluso habiendo podido cometer el mayor de los errores en mis apreciaciones sobre el texto, me has invitado a estar cerca de ti , y yo, he leído, pensado , participado y arriesgado, con toda la alegría y con el mucho amor que te tengo.
Gracias querida mía. Un abrazo para ti y para el resto de los compañeros que durante estos años estuvieron en mi corazón. | |
fabiangris,31.01.2012
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Excelente. He disfrutado mucho leyéndolos, en éste y en los anteriores análisis de cuentos. Espero encontrar el tiempo suficiente como para participar en estas fiestas de análisis literario. Espacios como éste reivindican los valores originarios de la Página de los Cuentos. Un abrazo a todos. | |
ninive,31.01.2012
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bSaraeliana/b excelente aporte ,enriquecedora tu información sobre el barroco americano ¿otros autores ?
bGadeira/b: bienvenida al club ¿por qué dices que no has leído la obra íntegramente? Veo que este relato lo has leído de la A a la Z y de afuera hacia adentro.
Gadeira (abre por favor tu libro de visitas)
A todos : estamos ante un texto inagotable "semejante a un manantial"
¿quien nos querrá comentar la figura del padre y la relación que tiene con él el protagonista en los 4 cantos? | |
sara_eliana,31.01.2012
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Hola nínive, justamente ha sido Alejo Carpentier quien ha señalado que toda la literatura americana es barroca, y el realismo mágico corresponde a su forma más acabada de expresión.
Es así como Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Onetti, Vargas Llosa, Roa Bastos y tantos más, han escrito lo que se ha dado en llamar la nueva narrativa latinoamericana, que conlleva, básicamente, la presencia y la voz de un sincretismo racial y cultural propio de América: los nativos, los blancos y asiáticos y los negros africanos.
saludos
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sara_eliana,31.01.2012
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Un gran abrazo a Gadeira, y no puedo decir lo feliz que me siento de verla entre nosotros.
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justine,31.01.2012
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Teneros como contertulios es un lujo, es imposible no aprender, no disfrutar.
Encantada de conocerte, gadeira.
Siguiendo la relación de pares de los cuatro cantos, encuentro que el canto I es el hombre y la patria, el canto II, el hombre y la familia, en el III el hombre y el amor y el canto IV el hombre y la conciencia. | |
ninive,31.01.2012
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En este posteo trato de ejemplificar la afirmación de Justine ´para el canto II (España) "el hombre y la familia"
El padre intenta disuadir al
protagonista, al alabar su trabajo de talabartero que procura "olla
segura, arca repleta y vejez apasible "
La madre en cambio comprende que a ese punto ya no puede disuadir al hijo
y se limita a ponerlo en guardia ante los peligros que va a encontrar, le
pregunta por la solidez de la nave La Gallarda y la pericia de los pilotos, amén de hacerle prometer que no tendrá "comercio deshonesto" con aquellas mujeres que estaban en desnudez falsamente
edénica."
¿con qué razones el protagonista trata de consolar a la
madre?
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justine,31.01.2012
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1-La seguridad de la empresa
2-La posibilidad de la fortuna y la grandeza
3- Ganar adeptos al reino de la cruz y salvarlos de las tinieblas. | |
sara_eliana,01.02.2012
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El tema religioso es un tópico muy interesante que se puede rastrear en "Semejante a la noche" y sus intertextos. Es, además, uno de los pilares de la obra de Carpentier.
Este tema está señalado por el autor desde el mismo título, revelado en su epígrafe, ya que es el dios Apolo quien camina “semejante a la noche”, invadido por la cólera, en el canto I de La Ilíada. La religiosidad del pueblo griego antiguo y las características antropomórficas de sus dioses, han sido intensamente estudiadas desde entonces, una verdadera preocupación para occidente. Por este motivo no es aventurado verlo como uno de los ejes que atraviesan el cuento.
En los poemas homéricos y en toda la literatura clásica, los dioses, semidioses y humanos se mezclan permanentemente en la vida y las decisiones a tomar, y por supuesto en sus consecuencias. Convocatorias, ruegos, ofrendas, negociaciones, deliberaciones en el ágora, promesas, ajustes, etc. delinean un devenir construido entre todos estos personajes. Apolo descarga su ira contra Agamenon, movilizado por el ruego del sacerdote Crises, quien ha sufrido una afrenta del rey. La épica narrada en La Ilíada es, en gran medida, el relato de las consecuencias de la cólera de sus personajes principales, mucho más movilizados por aspectos materiales que por devoción a los dioses, como se ve muy claramente en el Canto I. Es oportuno decir que lo sagrado y lo profano, el bien y el mal, lo espiritual y lo material no eran conceptos separados o antagónicos en esa religión.
En el Medioevo, las cruzadas son viajes realizados de diferentes formas a lo largo del tiempo, desde Europa al Asia Menor. Dos religiones enfrentadas, los musulmanes, para quienes morir en la guerra es garantía de llegar al paraíso; los cristianos, cuyos mandamientos prohíben matar. Fue así que la iglesia católica tuvo que adecuar su doctrina para esta gesta, y primero nombró a Carlomagno su brazo secular en el siglo VIII, y después se buscaron diferentes estrategias para justificar que se hiciera lo que los mandamientos prohibían. Los árabes habían invadido la península ibérica y había que sacarlos de allí.
Las consecuencias de las cruzadas demuestran mucho más que una lucha religiosa. Una de las más importantes fue la caída del sistema feudal y fortalecimiento de la monarquía.
Otro tanto ocurre con la colonización. Una de las medidas del Concilio de Trento fue la decisión de evangelizar mediante la acción de diferentes órdenes religiosas para contrarrestar al creciente protestantismo. Fue así que los clérigos de la escuela de San Ignacio de Loyola son enviados en misiones religiosas a diferentes puntos de Europa, y desde allí a América. Fue uno de los móviles de la colonización.
Por otro lado, el tráfico de esclavos del siglo XVII en adelante trajo a América a los negros, que se ubicaron a lo largo y a lo ancho de todo el continente. Su influencia religiosa es mucho más arraigada de lo que se está dispuesto a reconocer. Es difícil pensar en los zarambeques sin remitirse a los negros y sus prácticas religiosas.
Estos aspectos apenas afloran en el cuento de Carpentier. Se ven como pequeñas puntas entre el relato de las acciones de los personajes principales, como para no aburrir al lector. Pero nadie puede dejar de advertir la influencia que tiene en la historia. A pesar de estar tenuemente marcado, el aspecto religioso es siempre uno de los móviles y la justificación más acabada de las decisiones que se toman. Ni siquiera los padres que lloran la partida de su hijo se atreven a oponerse ante semejantes argumentos, y además, se muestran orgullosos de tener un hijo que va a luchar por los valores de la fe.
Está claro que no todos los personajes creen en la santidad de las razones dadas, pero no pueden oponerse. Las razones religiosas están y son, además, cuestiones de Estado, y aquí no se hace un plebiscito para preguntar quiénes quieren ir. La épica se ha encargado de demostrarlo a lo largo de la historia, dentro del marco de la supuesta ficción que implica un relato literario.
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ninive,01.02.2012
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Mucho para aprender.
Gracias saraeliana
Tomo el tema religioso para precisar que en el cuento que nos ocupa, la alusión a la liberación de los Santos lugares y la cruzada predicada por Fulco de Neully son un recurso literario usado por el autor para ir desviando el tema y poder cambiar de época y llevarnos al Canto IV que ubica la acción en el SigloXX(este es el canto que según mi parecer fue menos ahondado. Puede ser que me equivoque, pero lo sentí menos trabajado que los anteriores y que el siguiente que es el gran final, continuación del primer Canto. | |
loretopaz,01.02.2012
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Bienvenida Gadeira, es un gusto encontrarte nuevamente en la página y compartir contigo este foro.
"Un día en un relato que abarca siglos", muy buena descripción del cuento, Ninive, es así como yo lo entiendo. Con respecto a los diferentes Cantos : Alba, Mañana, Tarde, Anochecer, me parece que ayudan a comprender el transcurso de un "día", muy especial claro está, y que le da toda su coherencia al relato que a primera vista parece confuso.
Una segunda lectura en busca de los motivos de orgullo del protagonista me permitió además darme cuenta de que si bien el Canto I y II tienen una coherencia temporal, el tercero empieza a mostrar un desfasaje, ya que si en un comienzo se muestra que la acción se sitúa en el siglo XVII (los primeros franceses llegaron a América en 1682, (gracias wikipedia)), muy pronto hay una primera señal de que el tiempo no es homogéneo, en la frase : "Tiempo atrás había estado a punto de alistarme en la cruzada predicada por Fulco de Neuilly", es decir la cuarta Cruzada, a principios del siglo XIII. Y más adelante cambia nuevamente al anunciar: "Pero ahora acabaríamos para siempre con la nueva Orden Teutónica", que parece indicar, como bien dice Ninive, la segunda guerra mundial. Entonces este Canto III es clave para comprender que no se trata de historias aisladas unas de otras.
El Canto IV, no me parece que dé indicios ni de lugar ni de tiempo, salvo al final, cuando hace el empalme con la Grecia antigua y que muestra fehacientemente que el ciclo recomienza sin fin. | |
loretopaz,01.02.2012
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Y con respecto a los "motivos de orgullo", encontré algunas frases que me parecen claves :
Canto I :
"...crecía en mí, con un calor de orgullo, la conciencia de la superioridad del guerrero.”
"Y me tocaría a mí, hijo de talabartero, nieto de un castrador de toros, la suerte de ir al lugar en que nacían las gestas..."
Refiriéndose a los campesinos : "Ellos nunca conocerían la ciudad de anchas calles de los troyanos, que ahora íbamos a cercar, atacar y asolar..."
En esta primera parte se trata simplemente del orgullo de pertenecer a una casta, la de los héroes
Canto II :
"Éramos como hombres de distinta raza, forjados para culminar empresas que nunca conocerían el panadero ni el cardador de ovejas..."
"...era inútil rogar a quien sueña ya con lo que hay detrás de los horizontes..."
"... existía, en tierra de Omeguas, una ciudad toda hecha de oro..."
"Éramos soldados de Dios, a la vez que soldados del Rey, y por aquellos indios [...] librados de sus bárbaras supersticiones por nuestra obra, conocería nuestra nación el premio de una grandeza inquebrantable, que nos daría felicidad, riquezas, y poderío sobre todos los reinos de la Europa."
El orgullo de ser guerrero se vislumbra en la primera frase, pero lo que predomina es el sentimiento de pertenencia a un reino al servicio de una religión (Éramos soldados de Dios, a la vez que soldados del Rey), además del deseo, de enriquecerse individual y colectivamente. Se sabe que la codicia embargaba el espíritu de quienes se embarcaban por la senda abierta por Colón.
Canto III :
"...profundamente herido por el desdén a mi valentía..."
"...una aventura que daría relumbre a mi apellido, lográndose, tal vez, que la noticia de alguna hazaña mía, la pacificación de alguna comarca, me valiera algún título otorgado por el Rey..."
"...de pronto, tuve la angustiosa sensación de que faltaban pocas horas [...] para que yo también tuviese que acercarme a aquellos buques, cargando con mis armas."
Ya no se habla de heroísmo, sino de valentía, incluso de la angustia de la partida, y la motivación principal ya no es una gran causa sino el prestigio personal, el Rey sólo figura como otorgador de tierra o títulos. Dios no se menciona, salvo de manera velada al rememorar las cruzadas.
Canto IV :
"Ahora, serían las dianas, el lodo, el pan llovido, la arrogancia de los jefes, la sangre derramada por error..."
“En realidad, detrás de la empresa que se escudaba con tan elevados propósitos, había muchos negocios que en nada beneficiarían a los combatientes de poco más o menos.”
En est último canto, reina el desencanto, una visión de la realidad que se esconde tras los discursos guerreros, lo que indica que la repetición del mismo episodio en el tiempo no ha sido vana, que se ha alcanzado una cierta madurez que permite ver más allá de las apariencias.
Todo esto me lleva a acrecentar mi admiración por Alejo Carpentier, que demuestra al escribir algo de este calibre que él mismo había alcanzado ya un grado de evolución considerable. | |
kroston,01.02.2012
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Primero que todo debo decir que Carpentier no es de mis autores favoritos. Su exceso de palabras me satura. Hay frases que construye con demasiada carga barroca y en ocasiones le salen pesadas y forzadas, como por ejemplo:
“Ellos nunca pasarían bajo aquellas nubes que siempre ensombrecían, en esta hora, los verdes de las lejanas islas de donde traían el silfión de acre perfume.”
O esta otra:
“Los marinos de La Gallarda andaban ya en zarambeques de negras horras, alternando el baile con coplas de sobado, como aquella de la Moza del Retoño, en que las manos tentaban el objeto de la rima dejado en puntos por las voces”.
Uf, ¿no podría decirlo de una forma más simple y redonda, sin tantas ondulaciones que marean? En fin, es cuestión de gustos.
Lo que rescato es la maestría con que une hechos tan lejanos en el tiempo, y que los hace ver como si todo fuera lo mismo, el mismo soldado en la misma situación. Ahí da en el clavo, pues logra establecer con gran verosimilitud que las motivaciones humanas, a pesar de las épocas y los contextos, se repiten. La guerra, acontecimiento que nos resulta estremecedor, es un gran espejo del alma, y a través de ella (y por ella) el ser humano se desnuda y muestra toda su vulnerabilidad, sus miedos, iniquidades, heroicismos.
Hay dos aspectos que me llaman la atención, el autor, especialmente en los cantos 2 y 3, hurguetea en el conflicto que surge entre las esperanzas y sueños del que se va al épico viaje, y la incomprensión de aquellos que se quedan y continúan en la seguridad de lo cotidiano. Ambas son facetas de la vida que, por las acciones que de ellas se desprenden, hacen surgir la eterna contradicción entre la alegría y la pena. El gozo de ir en busca de aventura, ese cosquilleo placentero de la víspera, y la tristeza del quiebre de los lazos sentimentales por años construidos. Carpentier nos sitúa en el instante de inflexión, o mas bien el momento previo, cuando hay tiempo para reflexionar sobre el inmenso cambio que se avecina. Y ahí está nuestro soldado atemporal despidiéndose de sus seres queridos y ansioso de partir a la lucha.
Por otro lado, el párrafo final de ese veterano que canta como burlándose, viene a coronar toda esta preparación emocional del protagonista y todo este idealismo guerrero con una fría constatación (también atemporal):
“En realidad, detrás de la empresa que se escudaba con tan elevados propósitos, había muchos negocios que en nada beneficiarían a los combatientes de poco más o menos”.
Ya estaba embarcado y nada podía hacer. Sólo contemplar “largamente” las casas de su pueblo y reprimir las ganas de llorar.
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ninive,01.02.2012
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Este cuento lo leí en una edición económica que
contiene tres cuentos. El tema que une los tres es el tiempo y el librito
presenta Viaje a la semilla, Semejante a la noche y El camino de Santiago.
El camino de Santiago no lo pude terminar de leer ,a pesar de
los varios intentos. Me sucedió lo que señalabKroston/b: la abundancia de vocablos.
En el cuento que nos ocupa no me molesta.
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ninive,01.02.2012
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bloretopaz/b ¿no crees que estamos dejando de lado el personaje de La Prometida? | |
justine,01.02.2012
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Bienvenido kroston.
Es cierto que el barroquismo puede resultar "cargante" sobre todo si lo comparamos con la narrativa actual, que trata de ser ligera, fluida, casi minimalista, estrictamente necesaria. Pero no todo lo barroco llega a la saturación, hay muchísimas excepciones de gran belleza, entre otras y siempre bajo mi opinión, está este cuento. En el I canto hay una forma de narrativa épica, que se asemeja a los poemas épicos de la Ilíada y la Odisea, y me parece que es una paridad buscada, porque en el canto II y III, la narrativa se hace menos épica y se empareja más con las novelas de caballerías, perdiendo definitivamente más peso en el canto IV acercándose al más puro modo de narrar del barroquismo americano,
Respecto a la Orden Teutónica que ninive y otro contertuliano que ahora no recuerdo (mis excusas), señalan como una alusión a las guerras del siglo XX, por mucho que me empeño no consigo salir de la Orden que constituyó la VI Cruzada del siglo XIII. Sí que se infiere en el texto que cualquier guerra cumple los mismos propósitos (o despropósitos) pero no veo que esas malditas guerras estén reflejadas. Para ello, me permito aventurar, que Carpentier hubiera tenido la opción de un canto V, dónde el soldado, las armas y las ideas hubieran podido expresarse de una forma más acertada. Personalmente no creo que Alejo tuviera prisa en terminar el cuento, creo que las guerras del s.XX y las venideras, nos las dejó para la reflexión.
Las luchas del hombre contra el hombre, por las razones narradas en este cuento y por otras que no se nombran, han acompañado al hombre desde sus inicios. Aquí el autor introduce esa idea lineal en tiempo y circular en el suceso, parece que el hombre se queda enganchado en el mismo eslabón. Creo que el desarrollo del hombre a un nivel superior del que ahora estamos en escala evolutiva, pueda tal vez en una de estas vueltas inacabables, cambiar el concepto de qué es la vida del hombre, la responsabilidad que conlleva y respetarla por encima de cualquier otro valor. En fin, queda desgraciadamente mucho camino.
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sara_eliana,02.02.2012
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Respecto del lenguaje utilizado por Carpentier, no solo en este cuento sino en toda su obra, hay mucho para considerar. Yo señalaría dos aspectos: la relación que el autor establece entre lenguaje y música, y la estética propia que le imprime al barroco americano.
La relación entre lenguaje y música está dada por una entrañable y muy esmerada formación musical que acompañó a Carpentier como influencia de su madre. Este autor era cubano, de madre cubana y padre francés, y yo creo que todos hemos disfrutado de la riqueza rítmica y literaria que la isla nos ha regalado.
Para Carpentier, América es barroca y lo es su expresión desde la literatura y arquitectura (entre otras formas) precolombinas. El lenguaje que adopta para dar cuenta de este universo tan rico y variado es justamente el lenguaje de la proliferación, y a mi entender, es el lenguaje de la oralidad. En américa hay mucho para nombrar y describir y por eso abundan y se superponen los sustantivos y los adjetivos de manera abrumadora.
Sin esa proliferación, sin ese ritmo musical, sin ese amontonamiento de significantes en muchos casos desconocidos y sin la presencia de los glosarios, sin esa relación estrecha con la oralidad, no estaríamos ante una estética en particular.
La intertextualidad de "Semejante a la noche" también da cuenta de esta relación. Los poemas homéricos pertenecen a la más antigua tradición oral, con sus interminables enumeraciones, sus relatos enmarcados repitiendo lo que ya se sabe, su proliferación de epítetos, y esto es porque reproducen lo que fuera el canto de los aedos, y constituyen el lenguaje formular aplicado por los cantores itinerantes de la época.
Otro tanto ocurría con trovadores y juglares en la Europa medieval. Estos artistas itinerantes llevaban información y divertimento a las diferentes ciudades y para atraer al público y hacerlo participar de sus espectáculos debían incluir rimas y estribillos en sus canciones que fueran rápidamente captados por todos y pudieran hacer sus coros.
¿Cuál es la característica de las crónicas de Indias, primera expresión literaria posterior a la colonización, documento que era elevado al Consejo de Indias y a la Casa de Contratación? Era justamente la enumeración de todo lo visto y observado, con el asombro y la sorpresa que representó asomarse a un "nuevo mundo". Dichas crónicas no estuvieron exentas de la exageración y la fantasía propias de los cronistas, provocadas por ese sentimiento apabullante de ser los primeros periodistas de América.
Los negros, su música, sus ritmos, sus sones, sus pregones, las nanas, las canciones cantadas para mitigar el dolor de la esclavitud y el desarraigo.
Todo eso se mezcla en la estética de Carpentier, y sin todo eso no sería una estética barroca, propia de América, llamada "la nueva narrativa latinoamericana" que logró llamar la atención de Europa y del resto del mundo.
Esta nueva narrativa revolucionó todos "los elementos de la narración". El narrador, la focalización, el tiempo, la polifonía, la estructura, los inicios in media res, los finales abiertos, el uso de lenguajes regionales sin que medien traducciones o aclaraciones, le dieron un giro diferente a las narrativas conocidas.
Todos estos elementos ya existían en la literatura, como lo demuestra Carpentier. Pero nunca se habían reunido todos, de manera tan aglutinante, para construir una estética en particular.
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ninive,02.02.2012
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bJustine/b
Carpentier, mostrando su enorme conocimiento de la historia compara en el capitulo III La Orden Teutónica (también Orden de los Caballeros Teutones y Caballeros Teutónicos del Hospital de Santa María de Jerusalén (tercera cruzada) con la que él llama NUEVA orden teutónica diciendo que :"acabaríamos para siempre con con la nueva orden teutónica y entraríamos victoriosos en el tan esperado futuro del hombre reconciliado con el hombre"
Alude claramente a la aniquilación del nazismo | |
sara_eliana,02.02.2012
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Es de destacar la erudición de Carpentier y la voluntad de plasmarlo en su obra. A juicio de algunos críticos, es su forma de insertar la presencia de América en un universo que brillaba por su cultura dominante.
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ninive,02.02.2012
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bsara_eliana/b ¿puedes encarar las alusiones sexuales y la figura de la prometida?
Antes tiré el guante pero hasta ahora nadie lo recogió | |
ladanny,02.02.2012
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Empiezo por el tema del trigo:
Ya en la primera pág. se mencionan las bolsas de trigo, en la segunda:"aquel trigo sobre todo con el que se cocerían bajo cenizas , las galletas de las noches..."
"aquellos granos que habían sido echados con ayuda de mi pala...
pero el antes campesino, ahora guerrero orgulloso, ya no se inclina como los mozos a trabajar la tierra. En realidad los desprecia.
Y el trigo aparece al final de cada capítulo, salvo el final, porque el trigo tiene la enorme importancia de ser "el pan nuesro de cada día. | |
ladanny,02.02.2012
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Quizás me anticipe a sara-eliane:
En la 2º página aparece:me retiré algo decpcionado a la higuera,en cuya rama gruesa.gustaba de montarme apretando un poco las rodillas sobre la madera, porque tenían no sé qué de flanco de mujer.
Esas son las alusiones exual es que ya tenía marcadas. La que más me gustó es la de los muslos apretando la rama...
Al fin de la 3º : a mis pies , con sus quillas potentes, sus mástiles al descanso entre las bordas, como la virilidad entre los muslos de varón...
En el segundo capítulo:
como aquella de la Moza de Retoño, en que las manos tentaban el objeto de la rima..
En el tercer capítulo:
en la4º página:
Entonces pensé en la mujer; en los días de abstinencia que me esperaban; en la tristeza de morir sin haber dado mi pacer, una vez más, alcalor de otro cuerpo.
En el 4º capítulo:
al descubrir el cuerpo de su prometida escondido en su cama...
A lo último:
un viejo soldado cuenta que Elena de Esparta cando se refocilaba en el lecho de Paris, sus estertores de gozo, encendían las mejillas de las vírgenes...
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sara_eliana,02.02.2012
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ninive
tomo el guante, dame un poco de tiempo
saludos | |
ninive,02.02.2012
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si, el trigo es mencionado a menudo pero¿tiene un significado. Yo lo presiento, pero no lo sé así como tambiénla abundante mención del color verde. Ya en la primera frase . "el mar empezaba a verdecer..."
cantoIII
...Cuando vi a su padre cerca de las naves, pensé que estaría sola, y seguí aquel muelle triste, batido por el viento, salpicado de agua *verde, abarandado de cadenas y argollas *verdecidas por el salitre, que conducía a la última casa de ventanas *verdes, siempre cerradas. Apenas hice sonar la aldaba vestida de *verdín, se abrió la puerta ...
Es solo una observación sin importancia, lo del trigo es más atrayente | |
justine,02.02.2012
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ninive
Captada por fin la aparición de las dos guerras mundiales. Hace el cuento más insuperable si cabe, y me sorprende haber pasado por alto tantos matices que situaban al soldado en las últimas guerras.
Gracias. | |
sara_eliana,04.02.2012
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Voy a tomar el tema erótico sobre la base de las citas que dejó ladanny:
“Como yo había esperado algo más solemne, más festivo, de nuestro encuentro con los que venían a buscarnos para la guerra, me retiré, algo decepcionado, hacia la higuera en cuya rama gruesa gustaba de montarme, apretando un poco las rodillas sobre la madera, porque tenía un no sé qué de flancos de mujer”.
Se deduce del texto que los soldados provenientes de Micenas no gozaban del prestigio ni la admiración de otros reinos (uno puede suponer Esparta, por ejemplo) en el arte de hacer la guerra. Buscando en google, se ve que a partir del 1250 AC Micenas comienza un período de decadencia. Por otro lado, éste era el reino del rey Agamenon, y en La Ilíada se dejan referencias a ese desprestigio.
El tema viene a cuento porque se lee claramente que el placer dado por la autoerotización del soldado opera, de alguna manera y circunstancialmente, como sustituto del placer de ser reconocido y valorado como magnífico en la guerra.
Como lo demuestra la proliferación de monumentos al Soldado Desconocido, héroe de las guerras modernas, en todas las épocas, el soldado ha sido un emblema de valor, coraje, sacrificio, renunciamiento, etc. (aunque los pobres estuvieran muertos de miedo dentro de las trincheras) pero en la Grecia antigua estas características eran más acentuadas aún. La guerra era la razón de ser de los hombres, los dioses y los semidioses. Hasta los juegos (Olimpíadas) estaban inspirados en la guerra. Asimismo, las mayores virtudes de los griegos antiguos no eran las del espíritu, sino más bien las del cuerpo.
Estoy de acuerdo con ladanny en que la imagen de la cita, cúspide de todo el canto, es de una sensualidad increíble, de una elocuencia extraordinaria. El lector puede imaginar la decepción del soldado y sus "manejos" en la higuera, que hasta le dan un toque de adolescencia, y luego el renacer de su entusiasmo al ver las naves, al tomar conciencia de sus largos músculos, su virilidad comparable a los mástiles; se puede percibir el saborearse ante los banquetes generosos dados a bordo por la abundancia de las comidas que se suben a los barcos. Pero la pulsión sexual no está dada por el amor o por la pasión con la pareja, en un lecho u otro sitio que cumpla la función. La pulsión sexual se produce por la proximidad del combate, se vislumbra la lucha cuerpo a cuerpo, el olor de la sangre derramada, las arengas de los atacantes, los gritos y gemidos de los moribundos, los relinchos de los caballos, el chocar de los sables, la explosión de la pólvora ... el fragor de la lucha. Es el erotismo y la sexualidad de la guerra. La guerra como elemento vital del hombre, en su vida y en su muerte.
Resumiendo escandalosamente a Freud se puede decir que el maestro del psicoanálisis considera que todos los aspectos de la vida del ser humano están relacionados con la sexualidad y el erotismo. La guerra no es la excepción, y Carpentier se ocupa prolijamente de demostrarlo.
Sigo con la prometida.
saludos, buen fin de semana
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ninive,04.02.2012
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Buen fin de semana a tí y a todos los amigos del círculo de lectura. | |
hippie80,04.02.2012
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Buen compendio de erotismo divino lo hallamos en la mitologia griega, Zeus, el dios padre ocupaba gran parte de su tiempo conquistando jòvenes diosas entre el infinito o en los jardines fructiferos del Olimpo, a pesar de los reclamos de su esposa-diosa.- | |
sara_eliana,05.02.2012
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A mi entender, “la prometida” se presenta al lector destacando más los rasgos intelectuales que los sensuales o eróticos, que en realidad surgen por el accionar del personaje. Aparece habitando un medio que cuenta con los adelantos de la ciencia más importantes de la época: la brújula, los mapas, entre otros. Lejos de sentirse impresionada por los relatos y argumentos grandilocuentes de su eventual novio respecto del viaje que debe emprender, tiene la osadía de cuestionarlos, cuestionar sus motivos, finalidades y resultados. Y no lo hace desde el simple sentido común o sensibilidad de mujer, sino que ha leído los ensayos de Michel de Montaigne, uno de los humanistas de la época que escribió sobre hombre civilizado-hombre natural, después de los viajes de Colón –Un tanto al margen, pensemos que no es poca cosa saber leer en el siglo XVI, y tener acceso a esa literatura- Y es señalando esos ensayos, en el texto, que hace ver al soldado los aspectos negativos de la empresa. Hasta aquí, este último encuentro furtivo entre los jóvenes no presenta rasgos de sensualidad o erotismo.
La desilusión e irritación del joven se produce, más que por la falta de afecto, cariño y dulzura que esperaba en sus horas de despedida, por la desvalorización de su desempeño como soldado en esa gesta patriótica. Atribuye la actitud a los celos de las prostitutas embarcadas desde Europa y las posibles nativas del Nuevo Mundo, mientras “ comienza a renegar de la pusilanimidad de las mujeres, de su incapacidad de heroísmo, de sus filosofías de pañales y costureros”.
La angustia de las últimas horas despierta en él la necesidad de contacto con una mujer, y se encamina al hotel de las bailarinas, en el que su amiga se encarga de ponderar su condición de héroe, en oposición con la postura de la prometida.
Grande es su asombro cuando al volver a su lecho encuentra a su prometida esperándolo. Arrepentida, ella viene a entregarle su virginidad “sintiendo esa impotencia de enderezar el destino azaroso del guerrero”, la que él finalmente no acepta.
Resulta claro para mí que la prometida viene a entregarse al hombre, no al soldado. No me parece que haya pasión, lujuria, erotismo en su entrega, sino más bien quiere dar un paso de mujer enamorada en dirección al hombre que no sabe si volverá a ver con vida. Pero el soldado no es capaz de comprender esta disociación, y habida cuenta de las experiencias vividas, la rechaza con dulces y racionales argumentos.
Aún así, la prometida se me presenta como una mujer ardiente, encendida, capaz de defender sus ideas con el vigor que sea necesario; una mujer valiente, capaz de dar un paso crucial en su vida por el hombre que ama, y sin duda, capaz de un erotismo y una sensualidad mucho más allá de la que experimenta y puede entender el soldado.
Esta lectura concuerda con lo expresado sobre el tema por el Canto I. En todo el cuento, yo no encuentro, consumado, otro erotismo, otra sensualidad que no sea la que produce la guerra. La relación con la bailarina se da favorecida por lo fortuito y circunstancial y por la admiración que la mujer manifiesta ante el guerrero y su gesta en ciernes. La prometida, al igual que la madre, son las voces que demuestran una clara mirada sobre los verdaderos motivos de eso que a no dudarlo ha representado una gran experiencia para todos los soldados que, como nuestro héroe anónimo, se disponían a vivir una gran aventura, ventajosa desde todo punto de vista.
La imagen que refiere a Helena de Troya, no es para mí de gran contenido erótico. Extemporánea, da un toque de absurdo y ridículo a los declamados motivos de los atridas Menelao y Agamenon para convocar a todos los ejércitos griegos a hacer la guerra. No olvidemos que la relación entre Helena y el príncipe de Troya se da dentro de la sagrada ley de la hospitalidad que caracterizaba al pueblo griego.
saludísimos
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hippie80,05.02.2012
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Quizás no tiene relación con el tema, pero las excelentes reflexiones de sarita me han recordado
los textos de Carmina Burana.-
Veni, veni... | |
ninive,05.02.2012
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quisiera opinar sobre el excelente posteo de sara_eliana. Muy buena la interpretación de una prometida intelectual.Esta aparece en el cantoIII . Es el canto de los conquistadores franceses que se preparan para embarcarse en La amable y la Bella paracumplir "la gran tarea ccivilizadora de aquellos inmensos territorios que se extendían desde el ardiente Golfo de Máxico hasta Chicagúa" Hago notar que Chicagúa corresponde al actual Chicago.
Esa prometida es así como la ve sara_eliana pero NO es la misma que se ofrece en el lecho del guerrero. Estamos ya en el canto que continúa el primero . Volvemos a estar en Grecia y ahora es La Noche precedente a la partida.
Creo que trabajamos muy bien el cuento y me preparo a dar nuevo material de lectura.
Sólo una palabra sobre el final del deseo de echarse a llorar del guerrero que de pronto comprende que está por dejar su tierra, sus padres la novia y ya no está seguro de que la empresa que está por emprender sea tan gloriosa como pensaba.
Cae la venda de sus ojos y se siente frustrado, manipulado y lo embarga " una intolerable sensación de hastío, de vacío interior,de descontento de mi mismo"
Gran cuento . | |
musas-muertas,05.02.2012
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Antes que nada, pido disculpas por entrar tarde, recien leo el texto.
Ademas agrego que mis criticas a los textos y libros leidos nunca pasaron por mucho mas que "me gusto, no me gusto, me dejo esto o aquello".
Realmente me sorprendio el nivel de los comentaristas y sus comentarios, excelente, en realidad lamento haberlos leidos ya que no puedo menos que afirmar que leen con una profundidad y analisis que yo no realizo y que claramente me hiceron ver cosas y puntos de vista que yo solo no hubiera logrado.
No obstante van mis aporte desde el "sentir".
1. la lectura del texto de Carpentier me recordó a las peliculas viejas, la accion y los personajes se mueven a un ritmo lento las escenas son quizas demasiado prolongadas.
Ya entrando al texto..
2. la sensacion del Guerrero no ha variado, una vez convencido de la causa por ridicula que sea, se autoconvence y no escucha razones ni de quienes mas lo quieren. los sueños de grandeza, heroismos y de trascender ocupan todo su ser.
3, se me ocurren varios capitulos para llenar con casos semejantes de embarques mas modernos como Vietnam, Iraq, Malvinas (de nuestro lado y del Ingles) Afghanistan, y aunque las naves cambien y ahora muchas "vuelen" la historia se repite.
4 tristeza, mucha tristeza por la sensacion de que el que peleara la guerra de los otros se siente el heroe protagonista pero no es mas que un numero para quien lo dirije. El personaje en el acto IV percibe esto pero ya esta dentro de la trampa del orgullo y el deber, renunciando a vida y amor.
5. cierta nostalgia (aqui soy inconsistente) ya que no puedo evitar cierta admiracion por aquellos Valientes que lucharon por causas en las que creyeron.
Finalmente agradecer a Ninive y a todos uds por sus aportes, tan ricos como la lectura misma del texto. soy conciente que he recibido mucho mas de lo que he aportado. Gracias
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sara_eliana,06.02.2012
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musas-muertas, tu punto 5 no tiene desperdicios y es un aspecto en el que nadie había reparado.
saludos
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leobrizuela,06.02.2012
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La valentía a ultranza del temerario o la cobardía encubierta del prudente. Y ambas no suelen ser absolutas...Vieja discusión en el devenir humano. | |
sara_eliana,06.02.2012
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Yo creo que no es ocioso felicitar y agradecer nuevamente a nínive por este espacio. Lo estoy disfrutando mucho, porque puedo comprobar una vez más algo que siempre sostengo: el conocimiento es solidario, o no es.
Me da mucho gusto leer y releer los comentarios, el cuento, en ese ir y venir que exige el análisis literario. Hacía mucho tiempo que no lo practicaba, y es como que uno se adormece en lo cotidiano, la rutina lo va ganando ... y se pierde un poco la pasión por lo que alguna vez nos ha convocado. Recuperar esa llama ha sido un buen presagio.
Saludos, y muy buena semana para todos.
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m_a_g_d_a2000,06.02.2012
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Un gustazo leer todos los comentarios. Me gustó el primer post de Loretopaz en el que ve el cuento como una sola historia repetida cíclicamente. Me encanta cómo habéis traído las historias hasta épocas más actuales, las de las Guerras Mundiales. También el estudio del erotismo en la prometida y de esa otra visión más intelectual. Lo dicho, todo un lujo. Gracias a Ninive y a todos los demás cuenteros. | |
justine,06.02.2012
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Casi para terminar, y para no dejar correr el presentimiento de ninive del significado del trigo en el cuento, diré lo que yo entiendo.
Las naves y buques vienen vacías, y con la solemnidad de los himnos, de la superioridad de sus empresas, de la supremacía del guerrero sobre los hombres de la tierra, no sólo se llevan a los varones más dotados sino que también se llevan el pan y la riqueza de los que humildemente y día a día hacen trabajos dignos y necesarios. A lo largo del tiempo han variado los conceptos sobre la guerra, las razones o sinrazones de la lucha del hombre contra el hombre, pero sea cual sea su inicio, su motivo o resultado, las arengas y los engaños, los de arriba, los que van en las naves más veleras y de mayor eslora, se llevan el esfuerzo, los frutos del trabajo, rompen familias y amores en propio beneficio a cambio de nada, o todo lo más, de sufrimiento y de honores fatuos.
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ninive,06.02.2012
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" Alguien sueña que cruza el paraíso y le dan como prueba una flor. Al despertarse, ahí está la flor."
Esta es una frase de Borges en "El OTro" Esta frase me hizo recordar un cuento breve de Borges que tomaré como primer paso para acercarnos al cuento de Manuel Rivas La lengua de las mariposas.
Los dos cuentos cuentos tratan de la relación de un maestro con su alumno.
No sé por qué, están muy lejanos uno del otro, solo los une el tema de maestro y discípulo pero los veo bien asociados.Borges nos abre el camino hacia el cuento de M.Rivas.
En sección aparte encontrarán la nueva lectura "La rosa de Paracelso "de Borges.
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filiberto,06.02.2012
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No sé qué me ha gustado más si el cuento o los comentarios...un placer. Nada ayuda más a la comprensión de algo que los distintos puntos de vista.
el conocimiento es solidario, o
no es.
Sarieli...como siempre con su amplitud y su solidaridad para los que sabemos menos. | |
sara_eliana,07.02.2012
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Me parece muy oportuno el posteo de justine respecto del tema del trigo. Tanto en el remate de algunos cantos, como una sentencia; tanto en el desarrollo del argumento, el trigo -y otros productos de tipo alimenticio- no dejan de entrar en los barcos.
Acorde con la lectura de nuestra compañera, se me ocurre que se sugiere que más allá de las razones y sinrazones que se esgriman para hacer la guerra, siempre hay detrás un trasfondo económico. Los atridas necesitaban restablecer el poderío de su reino; los señores feudales otro tanto, los estados modernos otro tanto, los países europeos y el imperialismo ... otro tanto; ni hablemos de las guerras mundiales. La Sra. Tacher y los militares de la Junta necesitaban restablecer su deslucida imagen y la guerra de Malvinas fue una herramienta más. Aquí está Marx, aportando lo suyo al real maravilloso americano, que tan genialmente cultiva Carpentier.
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elclubdelapaginaazul,07.02.2012
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Figura ya en los estantes del club el cuento "Semejante a la noche "de Alejo Carpentier. Les invito a dejar unas palabras de presencia. | |
ninive,13.03.2012
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Interesante lectura este ensayo de Javier Correa
Alejo Carpenter y la búsqueda del hombre americano.- Por Javier Correa para la Columna de los lunes | |
filiberto,21.03.2012
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Qué cuento hermoso. No sé con qué me quedo si con el cuento o con los comentarios. Para mí ha sido el "paseo" de "un mismo hombre" por distintos escenarios.
Una panzada. Gracias. | |
rhcastro,24.07.2013
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Muy buena lectura. Gracias. | |
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