Inicio / Cuenteros Locales / ariel tenorio (teno) - [U:teno]
Yo era un monstruo. Si, como oyen, un monstruo. Antes de los veinte años ya había perpetrado todos los delitos conocidos por el hombre. Un largo prontuario que era el mismísimo abc del crimen, desde la falsificación de moneda y el desfalco hasta la pedofilia, pasando por diversas etapas acordes a mi crecimiento. De hecho, creo haber inventado dos o tres delitos nuevos, pero no estoy seguro, por ésos días la competencia era tan feroz que uno nunca sabía. Volviendo al tema, yo era un monstruo y aunque en la mayoría de los lugares se me conocía con el apodo de “Teno” ( por una absurda broma de preescolar en la que había querido emular a los verdugos de Tenochtitlán y en la que, accidentalmente, había muerto la mascota del colegio) en mi fuero interno sabía que ningún apodo lograría definir mi monstruosa identidad. Tranquilamente podría haber fundado una escuela para jóvenes con vocación de monstruo, y supongo que si no lo hice fue porque estaba ocupado cometiendo nuevas crueldades y atropellos.
Uno de mis últimos chistes había resultado una obra de arte, si se me permite decirlo. La oportunidad me había caído del cielo y yo la había aprovechado, usando todas las herramientas que tenía a disposición para plasmar mi firma.
Sucedió que una tranquila tarde me encontraba distraído en una esquina de Buenos Aires, decidiendo que hacer, realmente no sabía si dejar los explosivos en la puerta del kindergarden o del geriátrico. Estaba a punto de prender un cigarrillo cuando alguien me llevó por delante. Arrancado de mis cavilaciones, me di vuelta con serias intenciones de atacar, y para mi regocijo, pude apreciar que se trataba de una decrépita monja. Mi corazón se aceleró ante las infinitas perspectivas de acción que me brindaba la suerte, pero me contuve.
--- Disculpe, joven---. Me dijo la vieja sucia. --- ¿Sería tan amable de ayudarme a cruzar la avenida?. Es que no ando bien de la vista y tengo miedo de confundirme con los semáforos ---
--- No hay ningún problema hermana, faltaba más --- Le respondí, y tomándola fuertemente del brazo la arrastré hacia la calle con una sonrisa de oreja a oreja.
Mis cálculos fueron exactos, íbamos a mitad de trayecto cuando cambió el semáforo y los autos se precipitaron en estampida hacia nosotros. Delirante de felicidad le metí un atroz codazo entre las costillas y me alejé corriendo hacia la otra esquina.
--- ¡Morite vieja de mierda! --- Le grité.
Casi en el mismo instante en que apoyaba un pie en el cordón escuché un bocinazo seguido de un tremendo golpe. Giré la cabeza a tiempo para ver el cuerpo de la monja volando por el aire como una muñeca de trapo. La vieja momia describió un arco perfecto y desapareció por la entrada del subte.
Después de eso, metí las manos en los bolsillos y me fui silbando la novena de Beethoven con total impunidad, lejos del caos de corridas y gritos de los peatones que acababan de presenciar el espectáculo.
Muy bonito ¿verdad?
Bonitísimo.
Mi historia bien podría terminar aquí y no estaría esquivando el título para nada. Pero faltaría a la verdad si no cuento la otra
parte, la parte escabrosa.
La cuestión es que si bien en ese momento la anécdota de la monja me pareció digna de mi prontuario, con el tiempo llegué a la amarga conclusión de nada de lo que hiciera superaría aquella hazaña.
Me obsesioné tratando de romper la marca y cometí toda clase de abusos, pero creo que nunca superé el promedio. Me había entrado el síndrome de Carter, que después de descubrir la tumba de Tutank amon se había dejado vencer por la idea de que no había nada nuevo en el horizonte. Era horrible, la angustia se había apoderado de mí, recorría la ciudad en busca de emociones pero no lograba sacarme a la monja de la cabeza. Lentamente fui cayendo en un pozo depresivo, por las noches soñaba que Buenos Aires estaba llena de monjitas ciegas que me rogaban ayuda para cruzar las calles, pero en las calles no había tráfico, no había un maldito auto en toda la ciudad!.
Me despertaba bañado en sudor, con un nudo en la garganta y la firme convicción de acabar con mi sufrimiento, pero cuanto más pensaba en volarme los sesos más cobarde y miserable me sentía. Fue así como caí en las garras del alcohol, me pasaba las tardes bebiendo y lamentándome en soledad, me repetía que ya llegarían otras monjas a mi vida, engañándome con ensoñaciones patéticas que solo conseguían frustrarme hasta las lágrimas. En medio de aquel trance no tardé en probar diferentes drogas para llenar el vacío en mi interior, y no voy a negar que alguna veces me sentí estupendo, como la vez en que bajo los efectos del ácido lisérgico prendí fuego a ese pobre linyera creyendo que se trataba de un muñeco de paja. Ese pasajero frenesí de alaridos me hizo creer que estaba curado, y por un momento me convencí de que así era. No obstante cuando los efectos de la droga se esfumaron me encontré con un asqueroso amasijo de carne tirándome del pantalón, un montón de carne chamuscada que imploraba ayuda. En ese momento recordé a la monja, y enfurecido por mi propia sensibilidad, me desquité a puntapiés contra el bulto agonizante.
Pasaron los días. Mi vida se fue trasformando en un infierno sin nombre. Sufría alucinaciones en las que monjas voladoras y demonios eclesiásticos me acosaban. Recuerdo un alucinación en especial en la cual mantenía relaciones sexuales con la novicia rebelde, y en las más perversas posiciones. Luego de un parpadeo descubrí que “la novicia” se trataba de una repugnante anciana. Imagínense ustedes mi asco. Por supuesto que le aplasté la cabeza contra la pared y después vomité largo y tendido.
Estaba alienado. Las drogas me llevaron a las situaciones más denigrantes que pueda atravesar una persona. Me cuesta aceptar que en ese traumático período me dediqué a prostituir mi carne por las calles de Constitución en busca de dinero para el vicio.
Ese es el fin de mi historia. Y digo que ese es el fin de mi historia porque esa historia pertenece al pasado hermanos. Porque si el Señor Jesús, y digo gloria, amén, si el Señor Jesús arrojó mis pecados como una piedra al fondo del mar, quién es entonces el hombre para reprochármelos?. Quiero que crean en mi testimonio y que les sirva de ejemplo, todos ustedes saben que desde que vengo al templo y escucho las palabras del Pastor Ignacio aquí presente, mi vida ha dado un giro de ciento ochenta grados. Ahora sé que tengo una verdadera misión en este mundo y estoy dispuesto a expiar mis actos por medio de la oración y la fe. Alabado sea el Salvador. Gloria a Dios, hermanos.
El pastor se acercó hasta mí con lágrimas en los ojos. Evidentemente mi relato lo había conmovido. Como quién da por ganador a un boxeador tomó mi mano y la levantó a los cielos. Juntos encaramos a la multitud enfervorizada.
---Las palabras del hermano Teno hablan por si mismas! ---. Gritó con entusiasmo.
--- ¡Aleluya, Aleluya y gloria a Dios! ---.
--- ¡Aleluyyyya. Aleluyyyya! ---. Contestó la multitud.
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Bibliografía:
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Digitálico Roído (Poema, 132 palabras) |
Proclamación de los huesos (Poema, 185 palabras) |
Humedecido por el odio (Reflexión, 208 palabras) |
Ülrica (Poema, 197 palabras) |
Las arañas (Cuento, 1751 palabras) |
Seco (Poema, 103 palabras) |
Borráte esa sonrisa, Gardelito. (Poema, 155 palabras) |
Liquid Funeral ( Valium Goya ) (Poema, 210 palabras) |
Percepción del Dholl (Poema, 178 palabras) |
La canción de Lilith (Poema, 55 palabras) |
Ictericia en los filtros del mundo (Poema, 104 palabras) |
Holocausto Light Box (Poema, 221 palabras) |
Fabri y la Charlyca de aguacate (Poema, 97 palabras) |
Explota el sol (Poema, 169 palabras) |
Cría ojos y te arrancarán los cuervos (Poema, 222 palabras) |
LOS QUE PRETENDEN (Narración, 1106 palabras) |
Contemplación de un cuerpo sin vida (Poema, 121 palabras) |
El Nanaboush (Narración, 1463 palabras) |
El gran jefe Seattle revolcándose en su agujero (Poema, 370 palabras) |
Saturnino (Poema, 284 palabras) |
Se apaga (Poema, 117 palabras) |
Ruleta rusa (Cuento, 2248 palabras) |
Infernalia se interna en el cuerpo destrozado de Cenicienta II (Poema, 83 palabras) |
Wayne Gacy S.A (Poema, 86 palabras) |
Poema rojo (Poema, 51 palabras) |
Meando cerveza contra las flores (Poema, 326 palabras) |
La insoportable levedad del Sergio (Poema, 385 palabras) |
Retorno (Poema, 140 palabras) |
Abuela (Poema, 68 palabras) |
Mientras la noche se desangra roja sobre las sábanas del olvido (Poema, 989 palabras) |
Ambar y Serpiente (Poema, 191 palabras) |
Piedra y Orquídea (Poema, 79 palabras) |
Derrota y persistencia (Poema, 93 palabras) |
Relámpago-Entumecimiento (Poema, 125 palabras) |
Horroróscopo Vogue ( Aries ) (Poema, 117 palabras) |
Horroróscopo Vogue ( Cáncer ) (Poema, 133 palabras) |
Horroróscopo Vogue ( Libra ) (Poema, 193 palabras) |
Horroróscopo Vogue ( Capricornio ) (Poema, 208 palabras) |
Mi cielo de agua (Poema, 85 palabras) |
Run for ever (Poema, 113 palabras) |
Engranaje poético al estilo Li Tai Po (Poema, 177 palabras) |
Calibre. (Poema, 213 palabras) |
Plan de aterrizaje para Lucas y Danilo (Poema, 167 palabras) |
Ria Wickness loves dead birds (Poema, 232 palabras) |
La jungla más allá de las estrellas (Cuento, 3662 palabras) |
Frirena Bestia tu que manchas el Edén (Poema, 75 palabras) |
Los 100 demonios (Cuento, 231 palabras) |
Los catabolignes (Cuento, 171 palabras) |
Los perros (Poema, 122 palabras) |
Grávido en mitad humana (Poema, 145 palabras) |
El blues de la gangrena ciudadana (Poema, 221 palabras) |
Hervidero (Poema, 210 palabras) |
Solar (Poema, 46 palabras) |
La borrachera láctea (Poema, 101 palabras) |
Telegrama (Poema, 102 palabras) |
Amordazado (Poema, 29 palabras) |
Salmo II (Poema, 93 palabras) |
Hojaldre (Poema, 68 palabras) |
Ocularis Lupus (Poema, 42 palabras) |
cabalgata en los valles de ceniza ( portador ) (Poema, 127 palabras) |
Las doce (Poema, 93 palabras) |
Horroróscopo Vogue (Géminis) (Poema, 157 palabras) |
David (Poema, 105 palabras) |
El Fantasma De Las Avalanchas (Poema, 158 palabras) |
Cuatro Finales para un mal actor de tragedias (Poema, 220 palabras) |
No Log® (Poema, 181 palabras) |
Lento poema de la negaciòn (Poema, 102 palabras) |
Horroròscopo Vogue (Sagitario) (Poema, 219 palabras) |
El Juguete de Huesos de Tobillo (Poema, 157 palabras) |
Toma mi zapato y llenalo de gozo (Poema, 144 palabras) |
El Merodeador Solitario (Los 100 Demonios) (Cuento, 725 palabras) |
Como Devorar a Dios (Poema, 131 palabras) |
BORRACHÎN (Poema, 274 palabras) |
Mis hermanos cargaron los fusiles (Poema, 150 palabras) |
Postales del caballo subterráneo (Poema, 69 palabras) |
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