Todos vivimos experiencias diferentes, éstas, al pasar de los años moldean nuestro ser y pensamiento haciendo de cada uno de nosotros un ser totalmente diferente del otro. En mi caso esas experiencias no son nada del otro mundo, yo sólo soy una chica promedio que llegó al mundo fruto de una noche de pasión y de un condón que por cosas de la vida estaba defectuoso. Obviamente, como muchas otras personas no fui planeada, pero como pocas tuve la suerte de que mis padres decidieran tenerme, cuidarme y criarme juntos. En realidad no tengo muchos recuerdos de mi infancia temprana, sólo hay fotogramas de sucesos que se quedaron en mi subconsciente, de personas grabadas en mi mente, y claro patrones de comportamiento y actitudes que han dejado todas las personas que han pasado por mi vida.

Al pasar de los años empecé a relacionarme y a tratar de superar una de mis grandes debilidades: la timidez. Ésta era tan extrema en un comienzo, que ni siquiera me dejaba susurrarle un ‘Hola’ a un desconocido aún si éste era una niña de mi salón. Aunque todavía sigo en ese proceso, puedo decir que he mejorado mucho. Mi gran progreso fue en secundaría, en esa etapa acabé con el escudo invisible que me separaba de las personas, para tener un grupo de amigos algo escépticos, pero divertidos; también saqué a la luz la pasión que ahora me impulsa a estudiar idiomas y literatura, pues me encantan las culturas ajenas, los diferentes lenguajes y claro, los libros, las letras y las palabras, que son la puerta abierta a mi expresión. Además, empecé también a crearme una personalidad; ahora es muy común que las personas me miren raro y que mis viejas compañeras digan que he cambiado y que soy algo extraña, cosas que empiezan a crear un conflicto interno en el que se enfrentan los intereses propios y la aceptación general. Todo porque ser poco femenina, tener el cabello corto y no aceptar algunos comportamientos o costumbres generales es tema de controversia para los que me rodean.
Fue difícil acostumbrarme, pero a medida que fue pasando el tiempo me di cuenta de que lo que importa es que yo sea feliz con lo que soy, y que las personas que de verdad valen la pena querer son aquellas que me aceptan.