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Risque, ella dijo, ¿no adoras a
Rilke?
No, dije, me aburre,
los poetas me aburren, son mierdas, caracoles, pedacitos de
polvo en un viento barato.
Lorca, dijo, ¿qué te parece Lorca?
Lorca era bueno cuando era bueno. Sabía como
cantar, pero la única razón por la que te gusta
es porque fue asesinado.
Shelley, entonces, ¿qué te parece Shelley?
¿No se ahogó en un bote de remos?
Entonces ¿qué te parecen los amantes? me olvidé sus nombres...
los dos franceses, uno asesinó al
otro...
bárbaro, dije, ahora háblame de
Oscar Wilde.
Un gran hombre, dijo ella.
Él era inteligente, dije, pero vos crees en todas esas cosas
por la razón equivocada.
Van Gogh, entonces, dijo ella.
Ahí vamos, dije, ahí vamos de nuevo
¿qué me quieres decir?
Quiero decir que lo que los otros pintores de la época decían era verdad:
que era un pintor promedio.
¿Cómo lo sabes?
Lo sé porque pagué $10 para entrar y ver algunas de sus
pinturas. Vi que era interesante,
honorable, pero no grandioso.
¿Cómo podes decir, preguntó, todas estas cosas acerca de toda esta gente?
Querrás decir, ¿por qué no estoy de acuerdo con vos?
¡Para ser un hombre que casi se está muriendo de hambre, hablas como si fueras
un tremendo sabio!
Pero, dije, ¿no se murieron de hambre todos tus héroes?
Pero esto es diferente; no te gusta nada de lo que a mí me gusta.
No, dije, simplemente no me gustan de la manera que
te gustan.
Me voy, dijo.
Podría haberte mentido, dije, como la mayoría
lo hace.
¿Quieres decir que los hombres me mienten?
Sí, para llegar a lo que crees que es sagrado.
¿Quieres decir que no es sagrado?
No lo sé, pero no te voy a mentir
para que funcione.
Vete a cagar entonces, dijo.
Buenas noches, dije.
Ella dio un bruto portazo.
Me levanté y prendí la radio.
Había un pianista tocando la misma pieza de
Grieg. Nada cambió. Nada
cambia nunca.
Nada
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