Inicio / Cuenteros Locales / (anua) - [U:anua]
He decidido incursionar en la escritura de reflexiones breves, esas que nacen del día a día, que nacen del contacto con el mundo y la vida que hay en él.
Agradezco, infinitamente, a quienes me leen y me comentan.
¿Quién eres, misteriosa mujer, cuyo nombre me invoca mares lejanos e islas desérticas? ¿Acaso eres una musa que está a la expectativa para arrojarse sobre algún escritor y acicatearlo para que realice la mejor historia de su vida? ¿Lo atraparás y desnuda como el sol, le mostrarás tus secretos para que, de este modo, el favorecido escriba la mejor novela jamás leída? ¿Quien eres bella dama, que sin narrarnos ninguna historia, nos induces a contarnos miles de supuestas leyendas sobre tu origen? ¿Nos develarás tus misterios o siempre permanecerás en las sombras como una luna distante que apenas nos solaza con una luz tenue que pese a ello encandila nuestra inquietud?
Gui
La palabra limpia
Quiero hablar de cultivar la palabra limpia. Limpiarla de maquillajes inadecuados, limpiarla de la suciedad de la violencia. Quiero instar a quienes escriben en esta página que cuiden la limpieza de las palabras.
Lo que pido es cuidar la ortografía, esos antiguos preceptos que enaltecen el lenguaje de los hombres. Pues, sepan ustedes, que las palabras tienen su cara, como la de cada uno de nosotros; algunas de ellas, con características tan propias que permiten distinguirlas de otras; unas llevan adornos, pero adornos necesarios; otras, las que predominan en nuestra lengua, limpias, con uno que otro peinado o sombrero… Todas con su cara.
Por ello, los invito a que, junto con cada palabra que escribamos en nuestros cuentos y comentarios, no olvidemos también dibujar correctamente su cara, la presentemos tan limpia como quisiéramos mostrar nuestra propia cara.
Un regalo de mi Gui
Una ruta de plata
Una ruta de plata, sendero de espinas,
atrás queda todo, madre, escape, olvido,
un padre que llora sin lágrima alguna,
su pena es difusa, ni él la comprende,
la vida que sigue, goteo a goteo,
sonrisas y besos, sociedad sin tregua,
se queda la noche, detrás de sus ojos,
amarga es la vida, espinas punzantes,
se abre una puerta, cadalso de sombras,
una madre llora, le han robado el alma,
ha divisado al viento escapando indolente,
se ha llevado su nombre, se lo ha llevado todo,
y ella que reclama y no sabe hacerlo,
se cierra una puerta, palabras al viento.
Regreso al olvido, hogar sin sosiego,
zurce los pliegues de los sueños rotos,
bebe el vino amargo de la rutina ciega,
se duerme y no apaga los cirios de la alerta,
a veces es muy tarde y sin embargo es temprano,
sueños que hacen trizas las vivencias aciagas,
se visten de misterio, son indescifrables,
el sol que se anuncia de bata naranja,
la noche es eterna aún en la madrugada,
sendero de plata, sendero de espinas,
teléfono mustio, punzada sombría,
la mañana prende por fin sus guitarras,
atrás queda todo, madre, padre, ausencia,
La vida se desenrolla como lengua de acero,
saludos, fatigas, manos que se esmeran
en abrir todas las puertas, tantas como el viento,
el mismo que se lleva las palabras de su madre,
acaso sea todo lo que hace llorar al padre,
que no sabe como hacerlo para recobrar un te quiero,
un beso, una promesa, una flor escrita en la frente,
la noche que regresa con su cargamento de espinas,
mañana será otro día, lo promete un grillo que trenza
su letanía interminable, interrumpida por un sollozo,
mañana será otro día, aunque la noche lo niegue.
La uva y el vino
(Eduardo Galeano, El libro de los abrazos)
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela. Antes de morir, le reveló su secreto:
-La uva – le susurró - está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.
|