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Diana Krall resonaba en el fondo de la habitación, dejando retumbar las trompetas entre las paredes azules de terciopelo, lejano al azul de cielo, mas cercano al azul de metileno. La cama risueña despertaba en medio de la habitación, con el espaldar cansado, sin apoyo en ninguno de los paramentos rozados de terciopelo, lejanos del rozado de las violetas, mas cercano al rozado de catalogo de modas. Tan solo había una silla mas en la habitación , arrinconada en diagonal, apoyada en la arista de los dos muros sin color, mas cercano a la inexistencia onírica, no había nada colgado de las paredes, ni filigramas, ni cuadros, impolutos los muros relucían con el sol, que parecía caer siempre cenital, que parecía caer siempre perpendicular hasta tocar el piso refráctate, ese piso que se lustro tantas veces que sus maderas seguramente eran tan solo un poco mas gruesas que un almanaque.
El, posado, arrojado en la cama sin cobertores, ni sabanas, tan solo con el colchón manchado con mil cicatrices de mil batallas, desde las mensuales o menstruales, hasta las correrías amorosas, era el único elemento fuera del orden y limpieza de aquella habitación, todo lo demás era armonía, minimalista, lineal. Ahí operaba otra orquesta aparte de la de Diana Krall, y que no se sabia de donde salía su vos casi virginal , no había ningún aparato musical a la vista, ni fuera de ella, pues no podía haber vistas, era todo uno solo, donde la perspectiva y las vistas eran parte de una sola, de un solo ojo cíclope, de una sola ilusión, de un solo sueño, indivisible, inquebrantable, desolada en medio del terciopelo de sus muros, ahí existía otro universo, otro dimensión en el mismo plano subyacente a la realidad, el cual no se puede ni pintar ni contar, sin huellas, sin pasos, sin colores. Tan solo el y los muros desgastados por el sol cenital, uniformes en su pigmentación sabían de donde salía Uncugned de Diana Krall que seguía retumbando en la habitación una y otra ves, y que parecía nunca acabar, no se notaba ni si quiera el enganche de una pieza con la siguiente, una sola pista, una sola vos, al unísono con el aire estancado.
Desnudo sobre la cama, con la cabeza girada hacia la única ventana, que no dejaba ver mas ahí, pues no había nada mas ahí, nada, ni cielo, ni nubes, ni montañas, pero aun gente, afuera no había nada, es mas no había afuera, tan solo el sol que entraba perpendicular hasta tocar el espejado piso de madera, su piel quebrada, sin color, transparente dejaban boyerizar los huesos, las venas sin sangre, y si la tenia no contaban con color, sangre transparente, huesos sin forma, ni espesor, sin razón de estar ahí, alguna ves ahí debió tener alma aquel cuerpo, pero seguía vivo pero sin alma, sin espíritu, sin energía, estaba simplemente ahí plantado en medio del colchón de mil batallas, los cabellos arremolinados, los pendejos lisos y delgados. Los ojos abiertos sin mirada, sin horizonte, sin movimiento, la boca seca, sin saliva, sin vida, sin palabras, sin sonidos, la respiración tan disminuida que se confundía con el silencio interno atroz y estridente de una tarde eterna en soledad. Los dedos de la mano izquierda abiertos, despegados uno del otro, pareciera haber sido petrificados en el ultimo gesto de desesperación, en el ultimo salivazo de un grito insonoro, en el ultimo suspiro de vida real, la mano derecha empuñada, daba la única muestra de fuerza y vitalidad, con los nudillos aguzados, atesoraban algo en su interior, que por la delgadez de la piel y la transparencia del pellejo mortuorio dejaba ver muy borrosamente una pieza de color áureo, cuadrada, sin fondo, si, si era un anillo, quizás único por su cuadratura, seguramente arrancada al mismo sol o por lo menos a las vírgenes custodias de la aurora boreal.

Texto agregado el 04-04-2005, y leído por 1512 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
27-06-2005 A esta preciosidad de relato hay que darle un premio,¿una canción tal vez?...Creo que sí."Fly me to the moon",la voz...Diana Krall.Pídele a tu esposa este baile,yo mientras voy por los Martinis.***** Gadeira
 
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