Notaba la indudable atracción que ejercía en él. Estaba constantemente mirándola, vigilando sus distintos estados. Se daba cuenta del deseo que él tenía de acercarse a ella. Más aún, no sólo de acercarse, sino de entrar en ella, y notaba cómo ese deseo se mezclaba con un gran temor.
Otros lo habían hecho, después se habían ido y habían vuelto, quizás no todos volvían, pero eso ella ni siquiera lo registraba ya que no le llamaban la atención. Pero éste si, él era el único que la había mirado con esa intensidad, con ese deseo, como si sólo existiera ella, y eso había hecho que él se fuera transformando en alguien único.
La atracción que ella ejercía en él fue siendo cada vez más intensa. Ella no podía hacer nada, salvo esperar, y estar consciente de los momentos en que lo invitaba a aproximarse.
Así llegó el momento tan esperado, ella había dudado si él tendría el valor de hacerlo, por eso a la satisfacción, se unió esa gran sensación de alivio, entremezclada con la percepción del alivio que él sentía.
Después de eso…esperó, tal como había esperado antes, ahora esperaba que él se acercara de nuevo No podía hacer otra cosa. La espera se transformó poco a poco en desesperanza, en la medida en que su imagen se fue transformando solamente en un recuerdo. Él nunca más volvió.
No pudo entender qué pasaba, qué había hecho mal. Cómo la atracción se había transformado en abandono. Porqué si él quería tanto acercarse a ella, no había vuelto ni siquiera una vez.
La puerta nunca pudo entender que la misma atracción que lo hizo atravesarla, lo hizo partir sin retorno. Que él mas que querer entrar en ella, quería salir a través de ella.
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