La belleza

Definir que es lo bello de aquello que no lo es, a primera vista parecería algo simple de exponer, pero si profundizamos en esta idea podríamos llegar a confundirnos.
Para comprender esto digamos que analizamos algunos objetos simples y que todos tenemos presentes como pueden ser una flor, una piedra o un trozo de madera.
Cualquiera de estos tres objetos podrían llegar a ser para nosotros bellos o justamente lo opuesto, dado que dependerá de muchas circunstancias, incluyendo el contexto en el cual los observemos, digamos como ejemplo, que la flor que estamos observando se encuentra en una habitación blanca y resplandeciente, o que la misma ahora está marchitándose en un sótano oscuro, a pesar de que siguen siendo flores la primera nos puede impactar positivamente pero la segunda no.
Quiero decir con esto que en mi opinión la belleza que comprendemos como tal es algo producto de nuestra interpretación, y dependerá exclusivamente de nosotros, y no del objeto que observamos.
A partir de aquí todo aquello que nos rodea, lo podemos llegar a interpretar como bello o no de acuerdo a nuestra percepción.
Pero esto que digo no quiere decir que la belleza no exista, todo lo contrario, o mejor dicho siempre existirán esas situaciones en nuestra vida en donde vemos a las cosas que nos rodean como bellas.
Digamos como ejemplo que nos encontramos en un parque magnífico, en donde árboles añosos se recortan sobre un verde muy amplio, bajo un intenso cielo azul de primavera, incluso podemos ver a unos chicos correteando y riendo, y a nuestro lado nuestra novia o esposa nos acaricia en tanto nos sonríe. Creo que nadie podría interpretar a este lugar como algo no bello. Pero de pronto unas intensas nubes negras cubren repentinamente el cielo, comienza a llover y una regordeta señora aparece para zamarrear a esos chicos, los cuales comienzan a llorar desesperadamente, y nuestra esposa o novia que pocos minutos antes nos acariciaba, tratando de protegerse del aguacero con un periódico que se destiñe sobre su rostro nos recuerda imprevistamente que ese día vencía el seguro del auto y no lo habíamos pagado.
La situación sin duda bella de un principio se transformó en un caos total, por lo cual nada sigue siendo bello para nosotros, quizás durante todo el resto de ese día.

Evidentemente cualquier situación placentera se puede convertir en no placentera de un momento a otro, pero esto nada tiene que ver con la belleza, porque la misma podría seguir continuando allí si nosotros quisiéramos, los prados humedecidos bajo la lluvia pueden ser agradables y determinadas situaciones, se pueden convertir en cómicas.

No creo equivocarme al decir que la belleza solo la podemos observar si la misma sale desde nuestro interior.

He visto en mi vida infinidad de personas cuyas características físicas, no concuerdan con lo que podríamos decir las formas humanas próximas a la perfección, incluso creo que toda la raza humana a imaginado a un ser próximo a la perfección que en la realidad no existe y que tal vez jamás exista, si con la ayuda de un programador realizáramos al hombre y a la mujer perfectos, es decir que cumplieran con las medidas antropomórficas medias ideales, tal vez a muchos de nosotros no nos agradarían. Y por ahora solo me estoy refiriendo al aspecto externo, no me refiero a su forma de hablar o expresarse, a sus sentimientos y a tantas otras características típicas de los seres humanos, ni hablar de las diferentes razas, en donde interviene el color de piel, estatura etc.

Pero todos en algún momento de nuestra vida no nos agradamos, es decir que al mirarnos al espejo nos encontramos todos y cada uno de nuestros “defectos”, debido a que hemos establecido en nuestra mente a ese ser imaginario casi perfecto que en realidad no existe.
Pero así somos, y sin nos consideramos bajos, desearíamos ser altos, o si somos gordos desearíamos ser flacos, y así continuamos con nuestras autocríticas hasta el cansancio.

¿Que ocurriría si un día nos aceptamos como somos?

Tal vez si traspasáramos esa barrera de aceptar que somos así tal cual somos, nuestro sentimiento de disgusto hacia nosotros cambiaría, y comenzaría a salir a flor de piel nuestra belleza simple y sincera.

Me causa mucha gracia ver a personas que tratan por todos los medios de ser bellas físicamente, de hecho los centros de cirugía estética tienen muchísimo trabajo, lo curioso es que por lo general los que se quieren transformar no son lo que se pueda decir feos, creo que se sienten feos que es otra cosa.
Por supuesto que se encuentran aquellos casos de lamentables malformaciones, o deterioros físicos por accidentes o enfermedades que hacen imprescindibles tratamientos o incluso cirugías debido a que esos pacientes sufren su estado, desaprovechar la ciencia de la medicina para estos casos sería imperdonable.

¿Pero quien no ha tenido un pariente o amigo que no se halla practicado una cirugía para corregir su nariz u otra parte de su cuerpo?, no critico bajo ningún concepto que esto esté mal, porque yo he comprobado en personas que han hecho esto, y luego se sienten mejor, incluso diría que logran una mejor calidad de vida, pero lo que quiero resaltar es que en mi opinión lo que han hecho en realidad es corregir aquello que no podían aceptar, y le resultaba una carga insoportable.

Continuamos hablando de los aspectos externos, ¿pero que ocurre con los aspectos internos?
¿Existen remedios para transformar conductas, sensaciones, estados de ánimo, o la forma en la que cada uno de nosotros juzgamos a otros?

Del mismo modo que la cirugía estética, achica las narices, incrementa el busto de las mujeres, y plancha las arrugas, la ciencia tiene herramientas para corregir nuestras conductas, solo que estas herramientas, no manipulan lo exterior o tangible es decir lo físico, aquí deben manipular lo psíquico que es aquello intangible que todos poseemos.

¿Pero que es esto de lo intangible? ¿Cómo puede ser que tengamos algo, en nuestro cuerpo o en nuestra mente, que no podamos manipular, o ver?

Aquí regreso a mis dos flores del principio, la rozagante y la casi mustia, la primera, me brinda alegría, la segunda tristeza, dos estados de ánimo opuestos, que nada tienen que ver con el objeto flor, soy yo el que manipulo sin querer esos estados, soy yo el que veo la belleza o la fealdad de las cosas que me rodean, es de mi interior que surge el sentimiento de aceptarme o no, tal cual soy.

Yo puedo transmitir belleza si lo deseo o la fealdad si me lo propongo, con la facilidad con la que aparecieron esas nubes de mi relato, si lo deseo puedo ver a la flor mustia del sótano con probabilidades de seguir viviendo, y rescatarla para que goce una vez más de la luz del sol.
Puedo también convertirme si quiero en alguien bello y casi perfecto como esa imaginación colectiva del hombre y la mujer bella, que en realidad no existe.

Evidentemente la belleza que solo puede existir si se la compara con la fealdad, se encuentra en nuestro interior más profundo, pero allí también se encuentra la parte fea de nosotros de la cual debemos cuidarnos, para que no salga a la superficie, y empañe lo bello que tiene la vida.

PD: A pesar de ser yo algo regordete, calvo y un poco bajo, con mi dificultad para ver de cerca de toda la vida, y mi sordera, que me abruma cuando hablo por teléfono, junto a mi mujer que me pasa un poco en estatura, siendo ella bastante delgada, pero que por suerte si bien no ve de lejos puede ver muy bien de cerca, gracias a dios nos hemos dado cuenta que somos dos bellísimas personas.