TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / nemesis / La Génesis

[C:663]

La Génesis

Las calles se habían desolado por ausencia espontanea y una ciudad que a estas horas rebosaba en vida en condiciones normales se vio bajo el yugo de un viento atroz que ennegreció el firmamento. Los arboles empezaron a jubilar todas sus hojas y un paisaje de invierno ruso se tendió a nuestros pies en pleno trópico ecuatorial. Por los orificios de las cañerías se comenzó a destilar un hedor de cremación mezclado con el aroma propio de otoño y del polvo mojado. Sentimos bajo nuestros pies el estremecimiento de la tierra que pisábamos y unos cascos con herraduras emitían desde la distancia incierta el sonido de las chispas que provocaban a su paso por el asfalto cargado, asumí, con algo de energía estática. Las nubes bajaron a enturbiar el ambiente y se tornaron grisáceas como si fuera a llover de nuestra cintura para abajo. Una carroza de color algo bermejo se nos atravesó tirada por dos fuetes pecherones negros y el cochero, vestido como conde ingles, algo lóbrego, nos pregunto que hacia donde nos dirigíamos, que sólo contaba con la compañía de sus dos corceles y que llevaba años sin sentar a alguien en las sillas póstumas de su carruaje. El silencio perduró por algún tiempo mientras me preguntaba a mí mismo de dónde había salido este tipo ¿Qué esto era la campiña inglesa?. En eso la puerta del coche se abrió y en su interior predominaba una sombra más invisible aun que la nada, un viento seco golpeó nuestros rostros inermes revirtiéndose y absorbiendo hacia sus mustios adentros los espectros de nuestros cuerpos. Una suave y elegante reverencia del cochero intentó persuadirnos de ingresar bajo la amenaza de parecer descorteses al declinar la invitación, en eso una fina mano de dama se abrió paso entre las tinieblas del carruaje y nos empezó a halar con el movimiento de sus dedos finos y cargados de anillos reales. Cada contracción de sus falanges era respondida por nosotros por un paso que se aproximaba hipnotizado hacia el interior de coche mientras el cochero había tornado su vista hacia el frente y en estoica actitud esperaba nuestro ingreso para reanudar su paso.
En el fondo del azabache telón al que nos aproximábamos se iluminaron un par cucuyos azules en simetría tal que perfectamente cabía la deducción de que fueran los ojos de algo que nos esperaba al interior. Entramos sentándonos en un sofá húmedo y mullido de forma irregular, de inmediato la puerta se cerró a nuestro lado y la mirada azul se desvaneció entre el humo de una alforja dorada que apareció sostenida por algo no visible a nuestros ojos que apenas se acostumbraban a la penumbra. Unos candelabros que colgaban al revés iluminaron tenuemente con llamas invertidas una silueta poco definida de algo que debía haber sido un ser nebuloso y oscuro. Unas uñas tan largas como opacas, acaso de un blanco hueso, clamaron al mismo tiempo lentamente y rozando nuestras narices a algo que acaso estuviera tras nosotros, al voltear sólo vimos negro y más negro.

- No busquen lo que no existe – Una voz grave y decadente le dio forma a la sombra que estaba al frente nuestro. De pronto las larguisimas uñas empezaron a moldear pequeños trozos que carne que luego eran sobrepuestos en una mesita cubierta con una manta sepia, de tanto en más la manta se vio atiborrada de bolitas ensangrentadas que se empezaron a freír desde sus adentros. La sombra habló nuevamente.
- Tras ustedes no existe espacio, no miren de nuevo atrás podrían quedar atrapados en el absurdo sin fin.
- ¿Y vos quién sos? – Pregunté asombrado y temiendo haber utilizado un tono algo altanero.
- Yo no soy, yo busco.
- ¿Y que buscás? – Inquirió Ariel con voz trémula.
- Tiempo.
- ¿Tiempo para qué? – Le pregunté no menos aterrado que antes.
- Tiempo para la inexistencia, tiempo para la muerte.
- ¿Por qué estamos nosotros aquí?
- Sus corazones, los necesito.
- ¿Para qué? – Dijimos los dos al tiempo.
- La fortaleza de sus sentimientos, todos ellos albergados en sus corazones enamorados, nutrirá mi asolamiento a la realidad. Sólo hay algo más omnipotente que el poder de un dios y es la energía ilimitada del corazón cuando está encaprichado – Un eco gutural resonaba en forma continua en los rincones, cobraba mayor brío cuando la sombra callaba. El extraño ser continuó su discurso.
- Los hombres no merecen la certidumbre y la vida ¿Cuándo entenderán que esto es únicamente una ilusión? Sólo los valores subjetivos que busco edificar a través de la nada podrán retribuir el esfuerzo de los espíritus milenarios que dieron vida a esta impía humanidad. Ahora y gracias mis ancestros he recobrado el poder que antes ostentaba, cuando se dio inicio a la génesis por el pacto de los siete grandes espíritus, que unieron sus dones para crear el universo.
- Según eso nuestras vidas son parte una conspiración de vieja data de algunos seres que quisieron procrear un cosmos para no aburrirse – Pregunté algo indignado por la enferma teoría que acababa de escuchar y que desvirtuaba mi vida misma.
- La intención original no era la de divertirse sino crear un infinito donde no lo había porque hace mucho tiempo, un lapso no cuantificable, la única realidad era la nada. En esas épocas remotas lo único cierto eran los siete grandes dioses, espíritus desmesuradamente poderosos que nunca nacieron porque existieron desde siempre. Cada uno de ellos concentraba en su ser uno de los siete elementos básicos que conforman ahora el universo, representaban el equilibrio de los tiempos. El primero era Acracis, el dios de la evolución, quien tenía la facultad de crear, tal vez el más importante de todos porque era el único capaz de modificar, detentaba la potestad de evolucionar todo a través de su propia mutación, tenía la exclusividad de la concepción. Pero este tenía sus limites ya que precisaba de los elementos de los otros dioses para poder transformar, sin estos no tenía en que explayar sus fuerzas. El segundo era Belkunte el soberano del silencio el cual es la constante en el universo donde en su mayor parte no hay quien escuche y por lo tanto el mutismo gobierna con suma eficacia. Belkunte era el más parco y apático de todos y por lo tanto fue el que más se resistió al experimento que se fraguó para hacer realidad el universo. En tercer lugar estaba Ustagalik, la deidad de las formas, quien guardaba en su interior todo lo abstracto e indefinido y el cual tenía el privilegio de moldear a su capricho la antimateria y concretarla en algo con forma. Él ponía los limites de todo y convertía las sombras informes en siluetas. Sin él hubiera colapsado todo desde el comienzo dado que la materia estaría divagando sin poder hacerse realidad. El cuarto, Omeluk, era el responsable de las paradojas, su mentor y pontífice. La ambigüedad es el principio fundamental de la existencia y la realidad. Omeluk lo sabía tan bien que fructificó premeditadamente su esencia en todo lo que se mueve y se siente. Arikam, el quinto espíritu supremo, retenía en si a la irrealidad, era el dios de la mentira, mellizo de Omeluk y con la providencia de hacer cierta la relatividad de todo lo que deambula por ahí. Su poder se resumía en explicarlo todo a través de la negación de la verdad, siendo así un espejo al que todos hemos de asomarnos alguna vez. No era un dios inverso sino una entidad que creó el contraste para que hubiera confrontación, sin ella estaríamos en un cosmos lineal, un universo absolutamente plano, sin matiz. Víriakos dominaba el movimiento, el fluir constante y eterno de los espectros. Gestó la estática y la fluctuación para antagonizar y dar vida al desplazamiento, si todo se moviera al mismo ritmo y para el mismo lado no se estaría moviendo, sería un ciclo inerte y falaz. El ultimo, y tal vez el de mayor complejidad, era Télekas, el tutor de la nada, el creador la carencia y regente de lo absurdo y lo ausente. Su ser estaba circundado de improbables y vacantes, era el representante del vacío el cual es la medula de todo, absolutamente todo. Su única limitación era la de no poder mostrarse, dado a su misma definición, pero tenía el poderío de contraer y expandir todos los confines, desde sus cimientos hasta el vértice. Los siete grandes dioses eran conscientes de sus ilimitadas potestades, pero como no había espacio ni existencia sus poderes eran inútiles ya que no podían esbozar siquiera levemente sus fuerzas en algo, porque no lo había. Decidieron entonces hibridarse y ser un único y omnipotente dios que controlara todas las facultades. Lo primero que hicieron fue crear el espacio. Télekas contrajo sus entrañas y desequilibró el vacío, entonces Belkunte liberó el silencio, lo único compatible con la nada, el mutismo se esparció por todo el sin-espacio, reteniendo sus fuerzas y germinando por primera vez en los tiempos. Arikam destiló su farsa y por contraposición nació la verdad llenado el espacio de ficticios y refutaciones. Consecuentemente se dio pie a que Omeluk hiciera real su ambigüedad y validara la materia improbable por la ley del contraste. En ese momento la nada se vio infectada por nociones y dejó de ser perpetua, el universo en gestación era una dantesca paradoja. Víriakos arremetió contra la materia inerte e inanimada y convulsionó todo esa confusión estática creando por primera vez energía no-virtual. Millones de explosiones se sucedieron una tras otra esparciendo hasta el ultimo recodo la substancia recién parida. Esto creó una fase de desorden y vaguedad que duró largo tiempo, una época de anarquía cósmica en la que no se distinguía nada. Ese caos amorfo y vano fue delimitado por el escultor precursor de todas la formas, Ustagalik, quien insertó en todo algún tipo de simetría, etérea o definida. Se decidió en el plebiscito del pacto que existiera un santuario especial y centralizado en el que los siete grandes expiaran toda su esencia, allí Ustagalik ideo una esfera que albergaría vida representada en seres con razón y sentimientos. El universo en si mismo no fue delimitado por Ustagalik pero se vio agraciado con una forma coherente. Entonces Acracis creó la fertilidad y la progresión por lo que todo comenzó a curtirse. También dio alma y vida a los seres que esculpió Ustagalik legándoles la capacidad de evolucionar junto a su planeta y a él mismo. Luego debieron crear peones para culminar carnal y espiritualmente su creación y a tres guardianes neutrales para vigilarlos. Entonces nací yo y mis dos hermanos quienes estamos observando ininterrumpidamente la labor que fue encomendada a los espíritus medios. Estos fueros paridos en pareja y son en total diez. La luz y la oscuridad, quienes unidos toman el nombre de Artereo, fueron echados a andar por los recovecos del universo para hacer más sencilla la labor de los otros ocho. El odio y el amor se bautizaron como Polasik, esta fue la pareja que mejor se entendió y la más difícil de diferenciar, este dúo engendró además innumerables crías bastardas que se salieron de su dominio y plagaron a la raza humana de inclinaciones ajenas a la resolución primitiva de los siete grandes. Vieron la luz entonces la rabia, la venganza, el miedo, el resentimiento y demás valores impropios. La fuerza y la debilidad, se conocieron como Yuguak, estas alimentaron todas las pasiones absolutas y mundanas, dando así niveles de evolución para engrandecer y opacas las acciones. Algunos clanes humanos acapararon la firmeza dejando para los demás sólo la fragilidad cuando estas dos fueron concebidas para coexistir en porcentajes análogos, fecundando así la avaricia, el despotismo, el egoísmo y otras negaciones a las leyes bajo las cuales se dio origen a todo. Esto enfureció a los siete grandes y por eso estoy aquí. La equidad y la parcialidad fueron denominadas como Kualak y esta fue la dualidad más disoluta y bifurcada. Nunca se forjó una real ecuanimidad y sólo una mitad de Kualak se difuminó con vehemencia, las otra únicamente se asoma eventualmente y de modo forzoso. La yunta postrera fue denominada como Toldok y contenía en su ser la muerte y la vida, era el espíritu más temido y el único consecuente al tiempo y la justicia. Nunca llegaba después de tiempo, en algunas ocasiones lo hacía antes pero ajo la licencia de saberse oportuno. Estos tuvieron el albedrío de esparcirse por doquier y penetrar toda la gran obra acabada de culminar. Cada humano tenia la libertad de escoger los porcentajes que quería albergar de cada espíritu medio, pero muchas veces estos se posesionaron abruptamente de las almas en las que escaseaba la voluntad y a través de ellas desequilibraron toda la creación, la decadencia y la avaricia se apoderaron de todo y pronto comenzaron a nacer nuevos mutantes que terminaron de arruinar lo que ya estaba herido: La lujuria, la traición, la sedicia y otras derivadas de la malversación cercaron a la raza primogénita de la génesis. Nacieron entonces tribus guiadas por estos malos preceptos y comenzaron a instaurarse jerarquías déspotas enfermando mortalmente y de forma vitalicia ésta especie. Ahora es irremediable todo el daño que han infringido en los designios originales, han de indemnizar a los dioses ofendidos con sus propias vidas.
- ¿De qué estás hablando? ¿Las noveles generaciones hemos de pagar los errores de nuestros antepasados? – Repunté aterrorizado por tan inverosímil recuento y por la premonición apocalíptica.
- Errores que ustedes han consumado acelerando el proceso de corrupción, ahorcados en su propia postrimería. Morirán todos sin gloria, sin recuerdo, porque de nada sirve la fuerza de sus grandes imperios ante la magnificencia suprema del septuple omnipotente. Sus sabios no perdurarán más porque no habrá quien los recuerde. Morirán vomitando su propia inmundicia, desangrados por sus bocas corruptoras, la bilis de la justicia ascenderá por sus gargantas plagadas de ulceras y serán desgarradas sus entrañas, sin derramar una sola gota de sangre, ustedes ya han derramado la suficiente.
- ¿Y por eso merecemos la muerte? ¿Es justo que perezca también el que ha sabido amar y es ajeno a toda la putrefacción que dices nos circunda? – Preguntó Ariel casi irritado.
- Ya lo dije antes, ustedes dos están encaprichados, no enamorados... ningún humano es capaz de amor, ese sentimiento escapó de este planta desde hace mucho desterrado por ustedes mismos.
- ¿Cómo sabés lo que siento? ¿Cómo podés afirmar que lo que siento es falso? – Dije ya totalmente desinhibido del miedo que me consumía anteriormente.
- He caminado mucho, desde mucho antes de que ustedes nacieran y ninguno lo ha demostrado desde hace siglos.
- ¿Y si nosotros te lo demostramos? ¿Si te hacemos ver que por lo menos nosotros dos somos capaces de amar?
- Entonces habría esperanza y por ustedes dos el mundo tendría un indulto, por lo menos por algún tiempo.
- Que así sea, te vamos a demostrar que todavía existen personas capaces de amar.
- Tienen catorce días para demostrármelo sino ese es el tiempo de vida que le queda a la humanidad.
- Entonces nos vemos y recuerde que no podrá tocar siquiera levemente para mal todo lo que usted dice que vigila si nosotros llegáramos a cumplir el pacto.
- No se preocupen, mi palabra está respaldada por el universo mismo...
- Ya vera que usted se equivoca – Dije bajándome de la carroza tras Ariel.
- Eso lo veremos dentro de dos semanas, yo los buscaré.
- Y nosotros nos dejaremos encontrar, adiós – Dijo Ariel finalmente.

El aire caliente en la calle nos recordó que todo había terminado, al volvernos y buscar la carroza notamos que había desaparecido en un lapso incoherente a nuestra noción del tiempo. Nos miramos, los ojos embolatados, las miradas ausentes, el aliento seco y la respiración entrecortada ¿Había sido verdad todo eso? ¿Fin del mundo? Y si fuese verdad ¿El porvenir del universo estaba bajo nuestra responsabilidad?. La envalentonada que nos caracterizó en el interior del coche se fue para la mierda, nos estabamos defecando del terror. Ariel me tomó la cara con las dos manos y mirándome aterrado me dijo: “nos jodimos güevón”, yo no le respondí nada, tenía razón mas cuando miré las calles, el cielo, los pájaros, mis mismas manos y me di cuenta que en esta época y en este mundo, y en cualquier mundo en cualquier época, no existía una sola mujer a la que fuera posible amar...

Texto agregado el 15-10-2002, y leído por 635 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
15-10-2002 ¡Increible tu Silmarillion particular!. Mucho más meloso, pero espero que te guste "el bosque encantado" carlos
15-10-2002 Muy elaborado e interesante. En el libro de v. te he dejado alguna impresión más. Saludos, BERTA
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]