Revelación
Reto: Escribe un Cuento fantástico.
Antes de morir, mi mamá me había hecho prometerle que visitaría su tierra natal, adonde nunca había podido volver, pese a sus frustrados intentos. Un poco por la ajustada situación económica y otro tanto por las constantes obligaciones que la ataron a este suelo, dejó pasar sus años sin volver a su añorada Ucrania, donde había nacido, y donde transcurrió parte de su infancia.
Cuando sus padres decidieron viajar a América buscando un mejor pasar, ya que la convulsionada Europa les ofrecía en esos momentos un futuro incierto, mi madre sintió una enorme tristeza al tener que alejarse de su abuela materna, a la que quería con toda su alma, y con la que había pasado las horas más gratas de su vida. Entonces le prometió que pronto vendría a visitarla, sin siquiera imaginar que la inmensidad del mar las separaría para siempre.
En ese momento no comprendió las palabras con las que la despidió su abuela. —Yo me voy con vos —le dijo, aún sabiendo que eso era imposible, ya que no subió con ellos cuando el barco zarpó.
América la retuvo con sus fuertes brazos y su prometedora bonanza, que caía lentamente, semejando un reloj de arena, no permitiendoles, primero a su familia, y después a la suya propia, cumplir con la promesa realizada hacía tanto tiempo.
Y así transcurrieron los años, sintiendo esa deuda incumplida, aún sabiendo que su abuela había fallecido hacía años, cuando yo estaba a punto de nacer.
Con el paso del tiempo decidí cumplir la promesa hecha a mi propia madre.
No fue tarea fácil comunicarme con familiares europeos, y mucho menos tratar de aprender un poco ese idioma tan difícil y con esa grafía tan distinta a la de nuestro español.
Mis clases de idioma ucraniano por Internet fueron un fracaso, pero igualmente me largué con la ayuda del Traductor de Idiomas instalado en mi celular.
Al llegar todo me resultó natural, reconociendo cada lugar que mi madre me había descrito. Era como si yo misma hubiera vivido allí, resultandome muy fácil comunicarme con mis familiares, y ellos mismos se admiraron de mi instantánea adaptación a sus costumbres.
Ucrania no me era desconocida, pero había algo que deseaba concretar cuanto antes: visitar la tumba de mi bisabuela, para cumplir con el último deseo de mi madre.
Fue algo difícil llegar hasta el pueblo donde había vivido mi familia, pero pude llegar hasta allí, siguiendo las indicaciones del GPS, aunque a medida que avanzábamos al lugar indicado, ya no me cabía duda de que yo a aquello ya lo conocía.
Cruzamos las llanuras del Aluvión que alimenta al río Dniéper, y al acercarnos al terruño donde había vivido mi familia pude reconocer cada detalle de su cultura, como sus abrigados vestidos y los pisos totalmente alfombrados de sus viviendas.
Al llegar al cementerio busqué el lugar donde estaban los restos de mi bisabuela, sintiendo un vuelco dentro del pecho al ver la descolorida fotografía que representaba sus años jóvenes. En ella se la veía con un pañuelo estampado con pequeños arabescos atado a su cabeza, y sentada en el borde de una fuente de agua. Entonces mi mente se aclaró, recordando los más mínimos detalles del tiempo en que fue tomada aquella fotografía.
Ya no me quedaban dudas de que aquella mujer había sido yo. |