Aquel día hacia demasiado frío, un frío tan intenso que volvía loco a cualquiera; casi nadie lo soportaba a excepción de aquellos a los que su patrón se dignara a darles un poco mas de lo que ganaban en su salario, ellos podían comprar así mas leña para calentarse o para construirse una chimenea para su pequeña casa de adobe.
Si era difícil; pero aun así ese día, no bastó, el viento se colaba por las rendijas de las puertas y ventanas o por las grietas de las paredes desquebrajadas y frágiles.
Era invierno, un invierno jamás conocido por la gente del pueblo de Domilu. Anteriormente llovía un poco, una breve brisa o un poco de granizo. Se comentaba por ahí que probablemente fuera un huracán de su país, quizá solo una tormenta pasajera, se parecía a una “nube loca” (aunque eran mas de una nube) y hasta se hablo del fin del mundo.
Había quienes creían en la última opción con tanta devoción como Doña América que pasaba día y noche rezando rosarios y encendiendo velitas a todos los Santos.
Todo el pueblo estaba intranquilo nadie dejaba de pensar en lo que ocurría aun estando en su trabajo o tratando de descansar. Quien creería que un pueblo tan tranquilo como este y que había sido construido y mejorado desde hace muchos años podía destruirse, en solo días.
Los bellos y altos pinos, las majestuosas ceibas y demás árboles sucumbían a la furia de los torrenciales vientos y a las aguas tempestuosas. Las calles eran como charcos enormes de lodo sin adoquines, todas las casas eran presas fáciles de la destrucción, muchas de ellas habían caído en las barrancas debido a su cercanía la orilla; pues los mejores lugares y los mas seguros eran ocupados por los adinerados del pueblo, que en esta ocasión habían huido del pueblo dejando sus casas cerradas, para que no fueran habitadas por otros.
Todo esto para los que tenían casa donde refugiarse fuera segura o no, pero la poseía, ¿ qué tal para aquellos que no tenían nada?; se ocultaban en la vieja Iglesia estilo colonial, aunque sus puertas se estaban cayendo por los años, al igual que el techo, era lo mas a lo que podían aspirar.
Dormían en las bancas o bajo el altar encomendando su vida al Altísimo, por el techo y sus agujeros caía la lluvia sin cesar y el viento estaba por todas partes causándoles escalofríos no tenían nada con que cubrirse, sus estómagos vacíos los hacia retorcerse y les dificultaba dormir aun más.
Todo lo anterior no conmovía en lo mas mínimo a Don Ulises, él era el hacendado con más tierras y dinero en todo el pueblo, jamás en su vida se compadeció de nada o de nadie, podía tener frente a él a la persona más pobre, moribunda, enferma, hambrienta y con muchos otros males; su única reacción era alejarse de inmediato pues según decía eso podía contagiársele y quedar pobre para toda su vida.
Pero si bien existían personas como Don Ulises, desalmados e insensibles, también existían personas como Julián y Magdalena, ellos eran dos hermanos procedentes de una familia humilde, a pesar de sus condiciones trataban de ayudar a cuantos se podía con un poco de comida o brindándoles un lugar más seguro donde quedarse en estos días tormentosos que no paraban desde hace casi un mes.
Pasaron los últimos cuatro días del mes de Octubre formando por fin un mes exacto de lluvias, fuertes vientos y todo lo que como consecuencias trajeron cada uno de ellos.
El pueblo ya estaba destruido casi en su totalidad, pero no las personas, ellos nunca se rendían, si la lluvia bajaba de intensidad ellos salían a reparar los daños de la forma más rápida y aunque no totalmente pero ayudaba a resistir un poco más al mal tiempo que nunca se alejaba.
Domilu era un pueblo muy pacifico y devoto en cuanto a costumbres religiosas se refiere y es por eso que muchas de las mujeres mayores del pueblo creían con mucha seriedad que era un castigo por el mal comportamiento de cierto habitante petulante y engreído antes mencionado, que para lo único que hablaba o actuaba era para causar problemas.
Se rumoraba en todo el pueblo que todos esos desastres y ese “castigo”, podrían retirarse sí solamente Don Ulises se conmovía de lo sucedido y empezaba a ayudar a las personas y por supuesto que también tenía que arrepentirse de lo malo que había hecho antes de lo sucedido. ¡Pobres personas, si de eso dependía su subsistencia quizás no tenían más remedio que esperar la destrucción de su querido pueblo y la perdida de sus valiosas vidas!
El tiempo transcurría y poco a poco, se veía el inminente derrumbe de muchas de las más bellas casas, sus balcones y sus terrazas, adornadas antes con flores y bejucos que le daban una hermosa apariencia, rejuveneciendo esas antiguas calles de tierra y piedra
La vida de los habitantes ya no era la misma, sus fuentes de alimento (cultivos, ganadería, etc.) estaban agotándose puesto que por el mal tiempo y no habían podido sembrar nada, las cosechas se vieron afectadas también; mucho menos cuidar, alimentar y dar seguridad a sus animales.
Un día se juntaron todas las personas en el teatro del pueblo para salir de esta situación, tan desesperante. Doña América sugirió que hicieran un rosario y que pidieran a Dios misericordia pues ya poco faltaba para que murieran, ya no tenían que comer, ni ropa que ponerse, ni donde refugiarse y la mayoría estaba enfermo de pulmonía, y si Dios ve que ya no lo soportamos puede que detenga esto; esta propuesta no fue muy aceptada, las personas del pueblo aun creían que todo se solucionaría si Don Ulises se conmovía y cambiaba, pues por su forma de ser ocurrió todo.
Dicen que antes que empezará a llover Don Ulises dijo que ni aunque la vida del pueblo dependiera de su ayuda nunca ayudaría a nadie, pues solo le daban asco.
El alcalde del pueblo propuso entonces mandar a una persona a que lo convenciera de ser bondadoso y evitara que el pueblo fuera totalmente destruido por las furiosas aguas que lo azotaba por doquier, la pregunta era ¿quién sería el valiente o la valiente de enfrentar al inmisericorde Don Ulises?.
Todos se miraban entre sí cuestionándose ¿quién iría? Pero nadie se ofrecía, luego de esperar un tiempo se vio una mano alzarse en medio de la multitud de personas que habían llegado al teatro buscando salvarse de una catástrofe no muy lejana, lentamente fueron haciéndose hacia un lado todos, de modo que pudieran ver de quien se trataba, a medida que se movían el alcalde se acercaba ¡para ver y conocer a quien emprendería esa gran misión!
Cual fue la sorpresa de todos al ver que se trataba del pequeño Guillermo, a quien todos conocían como Memito; él tenía 7 años de edad y tuvo más valor que cualquier adulto de ese pueblo, eso era admirable, el no comprendía por que el pánico hacia otro hombre igual que los demás del pueblo, pensó que si era la solución cualquiera podría hacerlo y hubiera hecho bien en pensarlo antes, pues estaba desesperados el tiempo los consumía y tenían que actuar con rapidez.
Nadie se burló pues era algo serio, el alcalde se acurruco para poder mirar al pequeño cara a cara y para poder decirle que no bromeara, que era algo muy serio y que se dejara esos juegos, el pequeño asintió con la cabeza y luego dijo que entendía a la perfección todo y era por eso que se había ofrecido, no creía que el hombre fuera tan perverso para no ayudar a su pueblo que se estaba cayendo en pedazos, junto a sus habitantes.
El alcalde lo vio con un gesto dulce, le sonrió y añadió que si de verdad estaba decidido él estaba dispuesto a aceptar su ayuda, ya que veía su gran decisión, pero le hizo ver que era una responsabilidad enorme y que no podría desistir de hacerlo por mas duro que se volviera, pues el objetivo de esto era obtener la ayuda de Don Ulises a como diera lugar.
¡Memito tenía una verdadera tarea, la cual emprendería a partir del día siguiente! Le prepararon comida de la poca que tenían para su viaje, un par de mudas de ropa, pues debía viajar una buena distancia, por que Don Ulises no quería ni convivir con nadie, mucho menos verlos así que vivía lejos del pueblo.
En la noche, Memito fue junto a su cama, se puso de rodillas junto sus manos y dijo en voz baja: “Señor, ayúdame a emprender este viaje no m dejes rendirme, en ningún momento, pues todo el pueblo depende de mí, cuídame, protégeme y dame fuerzas para hacerlo bien”.
Luego subió a su cama y se durmió rápidamente, pues estaba muy cansado y le esperaba días muy duros.
A la mañana siguiente Memito tomo sus cosas, luego de haberse cambiado y comido un poco y salió a la calle acompañado de su perro “ Trébol” (el cual le haba regalado su padre antes de morir), y emprendió su viaje; al pasar frente a todas las casas las personas lo despedían con ojos de alegría y llenos de esperanza pues él representaba la salvación a todo lo que sucedía.
También e el rostro de Memito se notaba mucha felicidad, a pesar que estaba totalmente expuesto a una pulmonía y aunque se estuviera mojando no le importaba, iba en camino de hacer algo bueno por su pueblo.
Entre más se alejaba de su pueblo, se le hacia más cercano el espeso bosque que tenía que atravesar para llegar a la casa de Don Ulises, paso por caminos casi desechos y obstruidos por árboles, rocas o por derrumbes; cada vez era mucho más difícil para Memito cruzar obstáculos, pues su ropa se le hacia más pesada, poco a poco fue obscureciendo y se hizo de noche y tuvo que detenerse bajo el árbol más seguro que encontró, comió un poco, abrazo a su perro fuertemente y se dispuso a descansar.
Al día siguiente continuo con su viaje, caminando mucho y pasando por todo tipo de obstáculos que la “tormenta” había creado; como Memito sólo era un niño era aun más difícil atravesar esos lugares y bajo tan pésimas condiciones puesto que ya hacia para ese entonces 6 meses de esas torrenciales y devastadoras lluvias acompañadas de vientos huracanados que cada día se hacían más intensos.
Ya habían pasado siete largos días con sus respectivas noches, desde que el niño había salido en busca de ayuda, afortunadamente para el ya estaba más cerca de lo que pensaba pues al día siguiente se topo con una finca totalmente destruida, las plantaciones de güineos, maíz, caña de azúcar y café, estaban cubiertos de lodo y vencidas por los vientos tiradas en el lodo, al fondo se veía una enorme casa muy firme y segura, Memito corrió lo más rápido que pudo hasta llegar a la puerta luego se sentó a descansar por unos minutos y pensó ¿cómo podía hablar con Don Ulises?, ¿quién le diría que era?, seguramente si decía ser de Domilu lo echaría inmediatamente de su casa; luego pensó, en que sus amigos siempre lo molestaban por su gran imaginación y decidió en ese momento dejárselo todo a esta.
Al final se decidió a tocar la puerta, para su sorpresa fue el mismo Don Ulises quien le abrió, un viejo alto, canoso, con los ojos muy bien abiertos, su piel lucia tostada, reseca, agrietada y desgastada por los años.
¡Buenos días!, se apresuró a decir Memito mi nombre es Guillermo, el hombre inclinó su cabeza y observó al niño, miró su ropa enlodada, mojada y casi deshecha, su cabello escurría agua al igual que el resto de su cuerpo, sus dientes temblaban al compás de sus brazos y manos, sus labios estaban totalmente morados y aun así, tenía una dulce sonrisa.
No tengo comida, ni nada que darte –le dijo el viejo-, esta muy bien -dijo Memito-, yo soy un ángel que ha venido a observarte, pues hemos oído por ahí que muchos te atribuyen estas catástrofes debido a tu mal humor y que no deseas ayudar a las personas.
Por otro lado, hemos recibido otra opinión diferente, la de tu madre, ella nos ha dicho que tú eres un buen hombre y que te gusta servir a los demás. Así que por unos días te estaré observando y si te preguntas por que estoy así, es por que, creíamos que vivías en el pueblo y tuve que pasar muchas dificultades, antes de llegar acá.
Don Ulises no muy convencido de lo que el “ángel Guillermo” le había dicho, lo hizo pasar y lo puso lo más cómodo posible.
El ingenio de Memito le había hecho ganar la entrada a un lugar seguro para pasar el mal tiempo, luego de comer algo y cambiar su húmeda ropa por algo seco y calientito, empezó a interrogar a Don Ulises.
Preguntó por que ya no vivía en Domilu, por que no le gustaba ayudar a las personas y que si no le importaba saber que todo el pueblo estaba siendo destruido junto a sus habitantes; Don Ulises muy nervioso dijo que el ya no vivía en Domilu desde que su madre había muerto puesto que le daba tristeza al no tenerla, no le gustaba ayudar a las personas por que antes de que él fuera rico todos lo trataban mal y peor cuando murió su madre nadie lo ayudó, por lo tanto no le importaba si morían o no junto a su pueblo.
Memito al presentir problemas le dijo que tenía una mala noticia que darle y que había hecho esas preguntas para ver si se podía evitar; pero por las respuestas había visto que no era posible. Usted tiene poco tiempo de vida - le dijo el niño- ya no le queda mucho, yo estaba dispuesto a salvarlo si usted era tan bueno como su madre aseguraba; pero esa persona murió, junto con ella hace mucho tiempo.
Don Ulises preguntó si podía hacer algo para salvarse pues el no quería morir y Memito se quedo callado por un buen rato pensando en que decirle, luego le contesto que todavía podía hacer algo, eran tres tareas que se daban en casos especiales pero que tenía que darle todo el resto de día y un lugar donde estar para poder consultar cuales serían sus tres tareas.
El viejo asintió con la cabeza, luego lo llevo a una de sus mejores habitaciones, prometió no molestarlo, darle comida y ropa mientras estuviera ahí; Memito necesitaba de mucha imaginación para pensar en algo bueno, ingeniarse algo lo más rápido posible.
Paso el tiempo y Memito aun no concluía su plan, el cual debía ser prefecto pues sino Don Ulises golpeó a la puerta de la habitación y con una voz llena de ansiedad le preguntó al “ángel” si ya había consultado, a lo que Memito contestó que no y que necesitaba mas tiempo, pues se le estaba volviendo una tarea muy difícil.
A todo esto el pueblo estaba casi destruido, las personas que no estaban muertas estaban enfermas de gravedad y los pocos saludables ya no poseían hogar, ni comida, era como si todo estuviera a punto de acabarse, sin esperanza de solución.
Memito ocupo un día más del pensado y finalmente salió de la habitación donde se encontró con sorpresivamente a Don Ulises esperando las noticias que este le traía, lo miraba con un gran suspenso y sus ojos le brillaban con mucha intensidad, ya que esa decisión afectaría el resto de su vida, Memito finalmente hablo luego de sonreírle por un momento, le comentó que tendría que realizar tres tareas, tal y como el se lo había dicho antes, de lo contrario, no tendría oportunidad, Don Ulises aceptó complacido y Memito prosiguió a explicarle la primera tarea; la cual por cierto ya había realizado, consistía en recibir y tratar muy bien al ángel enviado a observarlo; lo que Don Ulises había hecho muy bien por temor a morir.
La segunda tarea: no es tan fácil como la primera, puesto que hay más esfuerzo y trabajo, esta consiste en ayudar a los habitantes de Domilu, tendrá que viajar junto a mí – dijo el “ángel”- con toda la comida, la ropa y las medicinas posibles hasta llegar al final del bosque y luego entregárselas a las personas, donde se encuentren, después transportarlas de regreso a su casa para que estén más seguras y puedan protegerse del mal tiempo. Al hacer esto poco a poco las personas irán mejorando y cuando ya exista un grupo numeroso, las lluvias habrán bajado de intensidad para que usted los acompañe a comenzar las reparaciones del pueblo.
Don Ulises casi se desmaya al oír todo lo que tenía que hacer; no podía creerlo y aun así lo haría, era su única salida, pero recordó que el “ángel” había dicho tres tareas así que pregunto por la tercera a lo que Memito le respondió que se la diría al hacer la segunda, entonces sin más tiempo que perder decidieron ponerse en marcha al reacate de Domilu y de “la vida” de Don Ulises.
Recogieron todo lo indicado por Memito y sin pensarlo dos veces emprendieron el viaje, el camino estaba aun más deteriorado que cuando Memito había pasado por primera vez; se encontraron con enormes agujeros y con caminos obstruidos por enormes árboles derribados por las furiosas lluvias, pasaron los días y los dos viajeros casi no se detenían a descansar pues ese valioso tiempo podía costarles la vida a ellos y a los habitantes del pueblo, ya tenían nueve días de camino y fue cuando Memito se encontró con Trébol su querido amigo, tardaron dos días más en llegar y lo que encontraron no fue ni la sombra del Domilu que habían conocido, empezaron a buscar desesperadamente sobrevivientes y cual fue su sorpresa que todos estaban refugiados en la Iglesia; comenzaron a repartir la comida, la ropa y a darles las medicinas a los más graves, luego se les dijo que había que irse a casa de Don Ulises para estar más seguros, todos obedecieron sin bacilar y emprendieron el viaje el cual les tomo mucho más tiempo pero que por fin les llevo a un lugar seguro.
Poco a poco se fue apaciguando el mal tiempo y las personas fueron mejorando tal como había dicho Memito, luego Don Ulises junto a varias personas se dirigió al pueblo para comenzar las reparaciones lo más rápido posible y después de unas semanas se logro la mejora casi total del pueblo o por lo menos ya era habitable, todos regresaron a sus casas temerosos de que otro desastre sucediera pero estaban muy agradecidos con Don Ulises y especialmente con Memito quien logro ingeniárselas para que pasara todo lo que había pasado hasta ese momento.
Pero ¿cual es la tercera tarea? -pregunto Don Ulises- Memito le sonrió y le dijo que si no había sentido algo parecido a la felicidad al ayudar a esas personas, que si quizás por un momento había olvidado que lo hacia por salvar su vida y le había gustado servir, sentirse útil para una buena causa en momento de desesperación para el pueblo.
Don Ulises tuvo que aceptar que era cierto que lo había hecho sentirse útil y satisfecho de ayudar a tantas personas que le necesitaban. Probablemente estés pensando que la tercera tarea es más difícil que esta que acabas de pasar – dijo Memito- pero estas equivocado puesto que ya realizaste la segunda y sentiste todo lo anterior que me describiste, tengo la obligación de decirte que tu tercera tarea es ¡ser feliz !, no amargarte la vida por mas que otros lo deseen tu no dejes de ayudar a quien puedas siempre que puedas que yo te estaré observando pues parte de esta tarea es que yo me quede contigo, debido a que ya tengo dos meses de estar fuera del cielo y no tengo hogar, aunque siempre tendré que informar de tus acciones cada cierto tiempo – concluyo Memito-.
Sabes algo le dijo Don Ulises – yo haré eso que me pides e hice todo lo anterior no por que iba a morir, sino por que en el fondo me interesaba esa gente, te recibí no por que eras “el ángel Guillermo” y mucho menos, te escuche porque fuiste la esperanza; yo soy viejo pero no ingenuo siempre supe Memito que tu no eras un ángel.
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