Cómo explicarles





Palabras, solo palabras, ciertas, mentirosas, malignas o divinas, juntas y separadas. Solo son palabras que se vuelcan en una cesta de mimbre por donde se cuelan para decir sin decir, palabras que callan a grito abierto
lo falso y lo cierto.

Palabras afectivas, ofensivas, las que se guarda el asceta y vocea el profeta. Son las mismas palabras pronunciadas por el rico, la plebe, el ofendido y el ofensor sin ningún pudor. Palabras que convencen o intimidan, palabras que se recuerdan o bien se olvidan o se ocultan en el cofre de los resabios porque pronunciarlas causa escozor en los labios.

Palabras que enamoran, cohíben o prohíben. Palabras que sanan, distancian o hermanan. Palabras de despedida, de bienvenida, otras incitan y muchas excitan. Palabras para exorcizar la muerte, para invocar la suerte, para maldecir o bendecir, algunas hechizan otras mueven a risa, al enojo y se convierten en leperada, en irrespeto que luego se la lleva el viento para terminar olvidada.

Hay palabras que se resisten al cedazo del silencio para guardarse en el adentro, pretendiendo ganarle tiempo al tiempo hasta convertirse en el campo semántico de lo no pronunciado, vocabulario encarcelado, cancelado sin alas para llevar el mensaje, renunciando así a su linaje. Como las que calla el enamorado medroso quien no se atreve a decirle de su amor a su amada y luego cuando las pronuncia a destiempo solo consigue de ella… ¡Nada!

Palabras, existen tantas palabras, en desuso, recién inventadas, de moda, de ocasión, con o sin intención, sin embargo entre esas miles de palabras, no encuentro las adecuadas para explicarles a cabalidad la importancia que tienen las palabras.