Es la una de la madrugada. No me voy a meter en la cama, trabajé todo el fin de semana de noche y ahora mismo ésta no ha hecho más que empezar así que me pondré a pasar apuntes a ordenador. ¡Qué cantidad de fechas asociadas a acontecimientos que me suenan a chino! ¿A quién le puede parecer interesante la historia medieval de este modo?
Son las dos, ya empiezo a sentir el tronar de los caballos árabes e hispano-cristianos galopando por el pasillo de mi casa ¿no puede ser, no? Debo tratar de dormir, pero ir a la cama sin sueño es lo peor que puede hacerse, así que voy a dar un paseo alrededor de la mesa del salón…una, dos, tres, cuatro vueltas; me mareo, lo dejo.
Las dos y media y decido ponerme a ver un programa que tengo grabado desde hace tres días, es uno de estos shows en los que lo que vende, es que Pepito diga que Menganito y Fulanito tienen una historia entre manos y que para ello han hecho un pacto con el fin de hacer desaparecer a Pepito de escena…muy triste, lo sé…una hora más tarde termina la grabación, voy a comprobar que las puertas están cerradas…¡ay que ver lo bien que se cierran las puertas en mi casa! ¡Qué estilo, qué seguridad…qué…qué…qué cierre!
A las tres y media decido tumbarme en la cama, seguro que viendo las noticias de madrugada me quedo dormida, pero no, evidentemente uno no puede dormir cuando escucha las matanzas que tienen lugar en el mundo, así que apago la tele. Me pongo a pensar “debe haber un montón de pelusas bajo mi cama porque hace siglo y medio que no limpio, pero claro entre el trabajo, los exámenes y mis andurreos…no tengo tiempo para nada…las pelusas deben ser enormes, casi humanas…”.
De estar tumbada boca arriba paso a estarlo de lado, qué mejor que adoptar la posición que tuve en el vientre materno para amodorrarme. Me tapo con la sábana. Me pongo un cojín bajo la cabeza pues aunque los médicos no aconsejen el tener el cuello doblado como lo más idóneo para la columna vertebral, a mí me da la sensación de que careciendo mi cabeza de sangre, antes llego al abrazo de Morfeo. Las pelusas deben ser enormes…
El cojín está caliente y hace que me pique la cara, así que lo he tirado al suelo, quizás allí abajo, con las pelusas, esté más cómodo que conmigo. Me destapo. El reloj acaba de dar las 4 y cuarto y en teoría a las siete me despertará mi padre para que me vaya a la biblioteca a estudiar…¡eso para que luego me vengan con la milonga de que como estudiante se vive bien!
Definitivamente, a situaciones desesperadas, posturas extremas: me tiendo boca abajo con la almohada sobre la cabeza…¡bien estoy medio adormilada! pero la verdad es que no me llega mucho oxígeno a los pulmones en esta posición, de hecho, me estoy asfixiando aquí en mi cavernita nocturna. ¿Quién dijo que la vida es sueño? A lo mejor tenía razón y lo que ocurre es que yo…estoy muerta…pues debo estar no muerta, sino muertísima.
Las cinco menos cuarto y la almohada ha pasado a estar colocada junto a mí en la cama, paralela a mi cuerpo, asalchichadamente digamos (es decir, como una salchicha). La miro de lado pensando cómo este objeto no desarrolló patas y corrió cuando aún estaba a tiempo de hacerlo ¡ilusa, no sabes con quién topaste! Esto de no dormir me comienza a afectar, no descansar más de cuatro horas diarias en un mes no es sano. Creo haber oído algo bajo mi cama…
A las cinco apoyo un brazo sobre la almohada, esta postura no está mal, hombre, reconozco que sería más interesante si en lugar de ser una almohada fuera algo más…como más humano, pero, de pequeña me enseñaron que hay que aceptar las cosas como vengan y mirar hacia delante, así que a dormir se ha dicho. Estoy convencida al cien por cien de que las pelusas están hablando debajo de mi cama, pero no soy nadie para mandarlas a callar puesto que mi estado caótico generalizado fue su creador ¡qué viva el estado pelusil!.
Trescientas ovejas con lazos azules y rosas alternados saltaron la dichosa valla…yo ya no cuento más, no vaya a ser que se descalabre alguna y encima, hasta en sueños, me vayan a empapelar los de Greenpeace.
Otra campanada me hace conocedora de que ya son las cinco y media de la mañana. Comienza a entrar una suave brisa por la ventana; ya hasta las pelusas se fueron a dormir no sin antes proferir una maligna carcajada…juro que la escuché ¿vosotros no?.
Mañana, vamos dentro de dos horas, me levantaré, desayunaré, me ducharé, llegaré a la facultad, iré a la biblioteca, me pondré frente a mis apuntes (los jodidas pelusas están roncando y juro por lo que más queráis que las oigo), luego cogeré el bus para ir al banco, guardaré una cola kilométrica…Dios, qué sueño…
|