-El gobierno tomado. Se proscriben los siguientes objetos, ideologías y modas...- Alcanza a ojear la primera plana Odiseo, el joven e infalible lector proveniente del gran rosario, mientras disfrutaba de una barra de chocolate de marca indefinida pero de un infinito valor en azucares y colesterol letal. Mientras Ferdinand le trae la escalera, porque sin escalera no puede acomodar los libros, sin acomodar los libros la gente no puede tomarlos, sin tomar los libros la gente no puede leer, sin leer la gente no puede adquirir nuevos conocimientos que confluyan con los viejos (gracias a la aquiescencia de su cerebro), y sin conocimientos no se puede vivir.-Pantalones o minifaldas que inciten el deseo o provoquen promiscuidad, cortes de cabellos pervertidos...- El rosarino se examina mil veces el cerebro en busca de una respuesta a su cuestión, ¿que es el corte de cabello pervertido? ¿Qué fomenta aquello para el...o de que provee a sus superiores el corte de cabello pervertido? No importa. No continua afligiéndose con pensamientos causados por la nueva afrenta política del O.M.C (organización militar cordobesa). Sus ideas de connotaciones comunistas le tienen en jaque. Ferdinand no. El es un simple estudiante de secundaria, que cursa quinto año con denuedo loable. No, el no tendrá problemas políticos a priori.
Al fin llega con la escalera. Odiseo se prepara a subir.
Ferdinand se olvida momentáneamente de mantener estática la escalera, la vida de quien le habla de futbol tan extraordinariamente como de Tak, el peor demonio al que te puedes enfrentar, pende de un hilo muy voraz y resistente. El oye las charlas que Odiseo le ofrece todos los días. Impregnadas de entusiasmo, el lo admira. El piensa que equidad es sinónimo de Odiseo. El no tiene favoritismo, eso piensa el estudiante de quinto acerca de Odi (como lo llaman las colegialas que le infunden una precaria atención al debilucho Ferdinand). Le puede relatar con fervor y devoción un Cortazar como también un Maupassant. Lo único que aborrece es lo paulatino de sus habladurías sobre Verne. Como que no le apetece un coloquio del aventurero del libro.
Ferd (como vociferaba su madre en la primaria), esta lleno de jubilo, hoy, mañana talvez no. El delimitara su destino a largo plazo. Esta feliz. Eso es lo indispensable del relato. Su primer sueldo oficial. MC’Donalds se lo ha proporcionado. Es suficiente como para pagar un libro de Agatha Christie o una salida con su novia. Prefiere a Agatha, su escritora predilecta. Ocupa el 40% de su imaginario. Pero hay un impedimento, Odiseo tiene su alcancía. Eso implica rogar a Odiseo por ella. Una vez recuperada su alcancía, departirá días y días con si mismo sobre la vez primera en que su alcancía almaceno dinero. Si, a priori añorara este sublime momento. O eso cree el.
-Reclamo mi alcancía- le espetó Ferdinand a Odiseo que, sin saborear el chocolate, se lo engullo bruscamente.
-Con todo el poder que tengo como presidente de la Liga de Bibliotecarios y aun así debo resignarme a soslayar tus estupideces- Odiseo es bastante alto para dedicarse al solemne trabajo de acomodar libros. Pero para su suerte el cree, con vehemencia, que imbuir a los niños, adolescentes y jóvenes adultos, que de vez en cuando vienen secundados por compañeros, a leer por un acendrado sentimiento de superarse a si mismo es un trabajo mas que solemne, es un trabajo inmortal.
-Por favor, si es mi deber enarbolar la bandera de la Liga por el asta todas las mañanas no es oportuno parlotear de eso ahora. Mas, yo solo esto haciendo una mera petición, pido mi bella alcancía que vacua pero llena de vida alegra mi despertar todas las mañanas- Odiseo, subido en la escalera mientras acomoda las variadas ediciones de Ulises y una breve pero compacta colección de mini relatos de Edgar Allan Poe, con su tenebrosa fastuosidad irrevocable, escucha sordamente los ruegos del concienzudo hombre. –Movedme a la derecha- Ferdinand utiliza fuerza de donde no tiene y traslada a Odi (como lo llaman las colegialas a las que Odiseo ignora) hacia el estante de libros de bolsillo.
-Gracias- Ferdinand no se comporta indulgentemente y replica –¡gracias mis arándonos!, devolvedme mi alcancía, o me transformo en un ser subversivo como los que vaticinan, en la estupida televisión, serán nuestra debacle-. Odiseo no captaba aun como era posible que alguien fuera tan inútil e imbecil. Quería arrojarse desde las alturas y aplastarlo como hace un zapato al excremento del caballo. Pero si se soltaba debía improvisar rápido un lugar donde poner los libros en que sostiene con firmeza, aunque se sostengan a si mismo con su calidad, El Aleph, Bestiario, Sobre Héroes y Tumbas, 1984, El alquimista...no esperen, este ultimo titulo ni siquiera puede aproximarse a 400 centímetros de el Olimpo de los literarios. Decidió acaudillar el reordenamiento bibliotecario, pero no sin obviar el interrogatorio que ya tenía planteado como disyuntiva desde antes.
-Denunciar sin fundamentos es erróneo. ¿Porque supones que esta en mi patrimonio esa mundana alcancía?- Ferdinand soltó la escalera con tal furia que casi cumple los deseos de Odiseo. – No supongo, hombre, se que la tienes. Inclusive te puedo decir porque la retienes con tanta pasión-. -Así, pues quiero saber- replico Odiseo con in disimulado fastidio hacia Ferdinand.
Y la luz se apago. El cerrojo se destruyo. Los libros se aniquilaron. La alcancía se quedo. Se quedo en un camino que nunca debió recorrer. Ellos al menos estrecharon su relación. Uno arriba del otro, pero al mismo tiempo, abarrotados del manjar mental. Con tanto primor estallo la fatal simbolización del demonio que no dejo espacio para inhalaciones bruscas. Fortuita vida, Imprevista muerte. El apremio de ella los deja absortos en un mar de ojos del que nadie retorna.
En un estoico esfuerzo, el Quijote se alza entre todos y la implacable brisa del fin de la tormenta sopla sus memorables páginas. Ya no será leído por Odi o Ferd. Pues al menos, Odi comió antes de dejar su cuerpo en la eternidad relativa.
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