Una vez el “Alter Ego” de aquel hombre, se reveló tan descaradamente ante su pasiva e incompetente manera de luchar por la conquista de tantos sueños reprimidos que terminó secuestrando sus virtudes hasta convertirlo en un esquizofrénico romancero.

En su dulce locura, acostumbra relatar como cabalgó por mucho tiempo en el lomo de un caballo de fuego los átomos del futuro, diferenciando en la distancia la lucha de los hombres, y como al amanecer de un extraño día, se enlisto en la batalla de la alegría en contra de la tristeza y la muerte dizque para exterminar los últimos héroes de fantasías que poblaban la tierra.

Comenta como sus manos lograron alcanzar la estrella más pequeña de todo el universo, y escribieron en la piel de su compañera, los versos sencillos de la poesía de la piel y la pasión, entremezclada con el amor y el sexo.

Se emociona cuando dice que logró reunir en un solo coro; las voces de mil poetas diferentes y revivió los versos incompletos de los viejos poemas de su juventud. Aquellos versos de amor, que describían el día que amó por primera vez el débil cuerpo de Afrodita bajo una tarde silenciosa. Cuando ilusionó tras cada noche; los pasos de una hermosa criatura, que habría de nacer; del fruto de su cariño. Y como también embriagado de amor, comenzó a confundir la sintaxis de las palabras hasta extraviarse en ese largo viaje sin retorno donde comenzó a padecer esa extraña enfermedad que hoy lo diferencia de todos los demás.

Recuerda como comenzó a vagar las calles descalzo y sin vestidos, corriendo tras los átomos del viento y su manera inédita de romper el silencio de una noche oscura, sin Luna y sin estrellas.

Con los ojos humedecidos por las lágrimas, escudriña en el vacío de la avenida principal de la ciudad, buscando encontrar un segundo de cordura, junto a los sueños de su amada.

Manifiesta llorar desconsoladamente su propia muerte, como logra desvanecerse entre las sombras, y ratifica su compromiso de estar comprometido en esta ardua lucha por alcanzar el Sol por las mañanas, y compartir con millones de seres diferentes, la alegría de ser miliciano de un mundo nuevo, sin niños tristes, sin madres estériles, cementerios de mil partos sin sangre.

A veces busca ordenar sus pensamientos en voz alta. Mientras que muchos ríen.

Mientras tanto yo, me siento a su lado, ansioso de oírlo recitar los versos subversivos de la poesía inconclusa que el otro “Alter Ego” le arrebató, por negarse a enfrentar los riesgos de ser parte de una frase, una palabra, una letra, de esta charada.