Lo vi una mañana de abril.
Llevaba en los labios
una canción
y todo un mundo en los ojos
Un corazón al rojo vivo
en una de sus manos,
y en la otra,
un fusil oxidado.
Iba con paso firme a vivir
una revolución!
Luego lo vi una tarde cualquiera.
Tendido en el suelo.
Atrincherado
en una botella de alcohol,
ordenando la retirada.
Mas nunca supe de él.
Hasta esta noche.
Cuando noto la ausencia de la Luna, y lo veo colgado
en las constelaciones
del cielo, mientras los perros rompen el silencio con sus aullidos en señal de protesta.
Texto agregado el 13-03-2008, y leído por 129
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Lectores Opinan
15-04-2008
Oficialmente acabas de convertirte en uno de mis cuenteros favoritos. Ey, excelente, pareces Gonzalo Arango Rauzan