Había una vez, en un lejano lugar, una familia muy pobre formada por el abuelo, don Vladimir; la mamá, Ivanova; y los niños, Annita e Iván quienes no tenían papá pues había muerto un poco antes de que Iván naciera.
Ese año los niños estaban muy ilusionados con la llegada de la navidad porque habían escuchado que en otras partes y a otros niños que creían en él, un señor de barba blanca, traje rojo y un trineo con renos les traía muchos regalos en esa fecha; pero, al platicar a su mamá lo escuchado, se desilusionaron pues ellos no tendrían regalos, Santa Claus, el hombre de traje rojo, sólo visitaba a los niños ricos y como ellos no tenían dinero a ellos no les llevaría nada.
Annita y Iván contaron esto a su abuelo quien les contó la verdadera historia de Santa Claus y como ahora su espíritu se dedicaba a dejarles en la noche aunque sea un regalo a cada niño del mundo todas las navidades siempre y cuando estuvieran dormidos y se hubieran portado bien todo el año; además, les dijo que a veces los regalos no le alcanzaban porque eran demasiados niños y por lo tanto no le daba a todos, pero que si tenían fe esta navidad tal vez Santa fuera a su casa.
Al escuchar esto, Annita y Iván decidieron preparar todo para la llegada de Santa, tal vez decidía pasar por ahí y había que tener todo listo para eso. Así que, aunque nunca lo habían hecho, vieron en otra casa un pino adornado con esferas y pusieron uno igual en su casa pero su mamá lo quitó, alegando que había quedado horrible y que lo único que hacía era estorbar el poco espacio que había.
Tres días antes de navidad, al ir caminando por la calle escucharon a un niño contarle a su mamá que un día antes de navidad pondría dos o tres platos llenos de galletas y un vaso de leche para agradecerle a Santa sus regalos, se dieron cuenta de que ellos no tenían galletas para agradecerle a Santa Claus sus regalos y pensaron que a ese niño, que resultó llamarse Dimitri, no le haría falta uno de los platos de galletas y lo siguieron a su casa.
Dimitri y su mamá pasaron antes por el mercado, la mercería, la tortillería y a saludar a una señora, que al parecer era la abuelita de Dimitri , a su casa.
Cuando por fin llegaron a la casa de Dimitri, se dieron cuenta de que las galletas estarían ahí hasta el día antes de navidad y concluyeron que sería mejor regresar hasta ese día en la noche , así que anotaron la dirección y se dirigieron a su casa.
Llevaban más de dos horas buscando el camino correcto a casa, el ir y venir de Dimitri y su mamá los habían confundido demasiado y ni siquiera conocían bien el lugar donde se lo habían encontrado; además, ya estaba oscureciendo y nunca habían salido tan lejos de noche, no había duda Annita y su hermanito estaban completamente perdidos.
Mientras, en su casa, don Vladimir se había empezado a preocupar por sus nietos pues ya hacía varias horas que debían haber llegado, se pronosticaban heladas de 20° bajo cero y empezó a sospechar que algo les había pasado, aunque Ivanova no lo hiciera pues decía que si heredaron algo de su padre era el ser unos vagos que siempre estaban en la calle distrayéndose con cualquier cosa y que si no llegaban a dormir no los iba a extrañar pues lo mismo hacía su padre que se quedaba a dormir en las banquetas de tan borracho que andaba... y en parte tenía razón, el padre de los niños había sido un irresponsable que no los ayudaba con los gastos y se la pasaba en la cantina, era tan mal padre que nunca se había aprendido el nombre de su pequeña hija que tenía en ese tiempo tres años; pero los niños habían salido todo lo contrario de él, Annita ya tenía siete años y aunque era todavía una niña procuraba llevar dinero a su casa y cuidaba de su hermanito de cuatro años, eran buenos niños y ahora necesitaban a su mamá.
Iván estaba muy cansado, habían dormido en la calle la noche pasada, era ya de noche otra vez y tenían todo el día caminando para buscar su casa, así que al sentarse en la banqueta de la casa número 34 en la Avenida Stalin se quedó profundamente dormido, Annita sintió también los efectos del cansancio y se durmió abrazando a su hermanito, no se percataron que dormían en la banqueta de la casa de Dimitri, ninguno despertó en navidad.
En la central de bomberos sonó la alarma, era un incendio, provocado por una veladora prendida, el incendio había consumido las casas vecinas, la dirección era Avenida Stalin, número 34.
Don Vladimir e Ivanova se enteraron al día siguiente por el noticiero. La noticia les dolió muchísimo, se arrepintieron de no haber cuidado bien a los niños, y se dieron cuenta que el mejor regalo de navidad es poder pasarla en familia, pero ya no servía de nada.
Cinco personas perdieron la vida en el incendio, tres niños entre ellos: ese año Santa Claus no pudo entregar tres regalos
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