Todo empezó así, con una simple varita, pequeña y seca.
Habíamos ido a caminar al parque cuando encontramos una en medio de la banqueta. Ella la recogió y yo me quedé solamente mirando. De pronto comenzó a temblar y se desmayó. Murió al día siguiente. ¿Qué pasó con esa varita?
No sé, pero creo que se le cayó cuando temblaba y la verdad es que la varita no era mi centro de atención entonces, sino mis sueños en los que ella, la muerta, aparecía convertida en un monstruo horrible y en los que me decía no sé qué cosas que se me olvidaban al despertar ¿qué cómo se llamaba?. No lo sé. En realidad nunca la conocí. Supe que murió por los periódicos y lo que le pasó en el parque era porque la estaba observando desde una banca. Después volví al parque e hice exactamente el mismo recorrido que ella hizo y encontré la varita en el mismo lugar que ella, pero no la recogí, sino que la llevé pateando hasta mi casa donde la recogí y la examiné. Encontré algo así como unas letras. Saqué el microscopio Mi Alegría y traté de ver lo que decía ¿qué era? “MORIRÁS”, sé que suena ridículo y que talvez no había visto bien. De pronto comencé a temblar y al siguiente día -hoy- de pronto estoy aquí y puedo ver a la muerta convertida en monstruo detrás de esas rejas. Bueno, terminé de contar mi historia, ahora explíquenme ustedes qué hago aquí.
-Esto es el infierno, amigo- contestó un monstruo lleno de llagas que supuraban y lo llenaban de sangre y pus endureciendo el pelo que lo cubría parcialmente –y aquí te quedarás por siempre.
-Pero yo no hice nada malo –traté de defenderme –nada que amerite el infierno.
-Eso crees tú –habló ahora un monstruo de peor aspecto que el primero, el cual estaba clavado a la pared de dos de sus innumerables ojos –los humanos están equivocados. Lo que ustedes creen que es bueno los hace venir aquí, el lugar del eterno lamento. Y lo que creen que es malo los hace ir a un lugar mejor que este.
-¿y qué pasara conmigo? –pregunté algo angustiado.
-Ahora lo verás –dijo conteniendo una risa entre dientes, verdes y retorcidos.
-¿Qué? –Grité desesperado.
-Te encerraremos ahí. –dijo señalando hacia un rincón. Supe que era mi fin.
Ahora yo estoy aquí, encerrado en una jaula del infierno, de la que salgo sólo para aparecer en tus sueños ¿sabes? Hay muchas jaulas aquí y una de ellas podría tener tu nombre. |