Había una vez un niño llamado Matías, este niño fue abandonado por su madre cuando apenas nació, y su padre murió un mes después, en la guerra.
Él vivía en África (en un orfanato) y no sabía qué hacer para conocer a su madre, hasta que un día se le ocurrió mandar una botella con una carta, dentro de ella.
La carta trataba de que quería conocer a su madre, y que si alguien la conocía que le escribiera. Mandó millones de botellas, hasta que un día una de las cartas fue contestada.
La respuesta decía algo más o menos así:
Querido Matías:
Quería decirte primero que me llamo Marina Reales, tengo la misma edad que vos (o sea, diez años) y vivo en Argentina. Vivo en Buenos Aires, calle Santa Fe 1994.
Una noticia muy importante para vos, es que conozco a tu madre, es mi vecina. Si querés algún día vení a mi casa, para conocer a tu mamá, y de paso nos conocemos.
Un gusto hablar con vos. ¡Chau!
Marina
Inmediatamente, Matías tomó madera balsa, y armó una balsa. Navegó cien días y cien noches hasta que llegó a Argentina y buscó a Marina quince años, hasta que por fin la encontró. Marina lo guió hasta su mamá y su madre le explicó por qué lo había abandonado, le dijo que cuando él nació su familia estaba en crisis económica y era un momento de guerras.
Así, él supo entenderla y la perdonó.
Lugo se casó con Marina, tuvo dos hijos y vivieron felices ¡por siempre! |