A la memoria de un Maestro
CARLOS ALBERTO FUENTEALBA
40 años
Casado, padre de dos hijas de 14 y 10 años.
Grandote, pintón
un gran compañero de su esposa
era el típico muchacho de campo
un tipo solidario
Nació en Junín de los Andes, Neuquen, Argentina, en el año 1966.
Su niñez transcurrió en las puertas del Parque Nacional Lanín, un verdadero paraíso de bosques, ríos y lagos de aguas cristalinas.
A los 20 años se trasladó a la ciudad de Neuquen, donde fijó residencia.
Proveniente de una familia humilde, trabajó toda su vida para vivir dignamente. Hizo de todo: empleado de un laboratorio, luego en un supermercado, en una fábrica, y más.
Mientras, viajaba en bicicleta para costearse los estudios.
En el Colegio Industrial No. 2 de la ciudad de Neuquén completó la primera meta de sus objetivos y se recibió de técnico químico.
Su vocación docente lo llevó a perfeccionarse. Eligió cursar el magisterio. Hace poco más de 2 años, a los 38 de edad, con mucho sacrifico y con el apoyo de su entrañable compañera y esposa, Carlos Alberto Fuentealba se recibió de MAESTRO.
Al frente del aula, daba clases en establecimientos de primaria y secundaria, vivenció el logro de sus aspiraciones profesionales junto a sus alumnos. Los mismos alumnos que el año pasado, en honor a su esfuerzo, dedicación y entereza, le otorgaron el premio “rey del colegio”.
Un hombre muere en mí siempre que un hombre
muere en cualquier lugar, asesinado
por el miedo y la prisa de otros hombres.
Un hombre como yo; durante meses
en las entrañas de una madre oculto;
nacido, como yo, entre esperanzas y entre lágrimas,
y -como yo- feliz de haber sufrido,
triste de haber gozado.
Hecho de sangre y sal y tiempo y sueño.
Comprometido con la realidad. Él estaba entre quienes tras largos debates analizaron las nulas respuestas a tantos reclamos y decidieron continuar la medida de fuerza. Adhirió al corte de ruta, pero se mantuvo inquieto por el lugar elegido, convencido de que ese sitio era una “trampa”, “la boca del lobo”, la zona peligrosa. Aun así, sentía que igual tenía que estar presente.
Con su mujer compartieron los acuerdos por este y otros muchos reclamos, con turnos alternados para cuidar a las hijas. El miércoles volvieron a turnarse. Ella se quedó en casa, él se fue. Ese día, los maestros decidieron cortar la ruta 22 en el circuito turístico de la provincia.
Tras la brutal represión policial, y mientras escapaban de los gases y las balas de goma, un miembro del Grupo Especial de Operaciones Policiales (GEOP) disparó a muy corta distancia una granada de gas lacrimógeno a la cabeza de Carlos Fuentealba. Murió a las horas, Jueves Santo, por la tarde.
Un hombre que anheló ser más que un hombre
y que, de pronto, un día comprendió
el valor que tendría la existencia
si todos cuantos viven
fuesen, en realidad, hombres enhiestos,
capaces de legar sin amargura
lo que todos dejamos
a los próximos hombres:
el amor, las mujeres, los crepúsculos,
la luna, el mar, el sol, las sementeras,
el frío de la piña rebanada
sobre el plato de la casa, de un otoño,
el alba de unos ojos,
el litoral de una sonrisa
y, en todo lo que viene y lo que pasa,
el ansia de encontrar
la dimensión de una verdad completa.
El repudio por el brutal asesinato del maestro fue unánime en todo el país. El gobierno provincial apostó a “un posible error de la policía” (admitió que dio la orden de reprimir la protesta docente, pero no le pidió la renuncia a ningún miembro del gabinete). El gobierno central criticó la represión y prefirió tomar distancias del conflicto, como si se tratara de algún suceso lejano, en otra dimensión, ajeno a la instancia nacional.
Si en los últimos años, Argentina ha hecho un gran esfuerzo por salir de la tan aguda depresión social que vivió hasta principios del 2000 y ha saldado mucho de su deuda externa, entonces ¿por qué existen tantos reclamos y conflictividad social permanente?
Anuncios de un aumento salarial conflictivo. ¿Sin la consulta previa al Consejo Federal? ¿Sin el acuerdo con los gobiernos provinciales?
No solo la brecha entre ricos y pobres sigue siendo enorme, sino que la distribución de los ingresos muestra claramente la signatura pendiente: “la deuda interna” Desde la Presidencia se dijo, el 1º de marzo último, ante la Asamblea Legislativa, que "la relación de ingresos entre unos y otros en 2001 y 2002 era de 58 veces y que en el último trimestre del 2006 bajó a 31". Sin embargo se omitió un dato más que significativo: “el 36 % de los ingresos totales van a las clases más favorecidas mientras que sólo el 1% va la los más pobres.”
Las limitaciones del gobierno central y los gobiernos provinciales para intervenir en la solución de estos conflictos nos son muy prometedoras. Antes y después de la muerte del Maestro Carlos Fuentealba, hubo muchas otras muertes en protestas sociales como consecuencia de un mismo sistema, donde parece seguir prevaleciendo la hipocresía y la corrupción política; desde Tierra del Fuego hasta la Puna, desde la Patagonia Rebelde hasta los llamados “territorios inviables” del norte argentino (provincias devastadas por las políticas del Banco Mundial que la declararon con esa denominación).
Seguimos preguntando:
¿Por qué el docente es condenado a vivir en la pobreza? ¿Hasta cuando la muerte sigue siendo respuesta ante la protesta?
Y su muerte deshace
todo lo que pensé haber levantado
en mí sobre sillares permanentes:
la confianza en mis héroes,
mi afición a callar bajo los pinos,
el orgullo que tuve de ser hombre
al oír -en Platón- morir a Sócrates,
y hasta el sabor del agua, y hasta el claro
júbilo de saber
que dos y dos son cuatro...
Porque de nuevo todo es puesto en duda,
todo se interroga de nuevo
y deja mil preguntas sin respuesta
en la hora en que el hombre
penetra -a mano armada-
en la vida indefensa de otros hombres.
Súbitamente arteras,
las raíces del ser nos estrangulan.
Y nada está seguro de sí mismo
-ni en la semilla en germen,
ni en la aurora la alondra,
ni en la roca el diamante,
ni en la compacta oscuridad la estrella-,
¡cuando hay hombres que amasan
el pan de su victoria
con el polvo sangriento de otros hombres!
Seguimos preguntando:
¿Por qué el docente es condenado a vivir en la pobreza?
¿Hasta cuando la muerte sigue siendo respuesta ante la protesta?
“¡Que nunca más las tizas se manchen con sangre!”
* El poema escrito en cursiva pertenece a JAIME TORRES BOIDET
Maria Rosa Perea : SHOU
Buenos Aires, 16 de abril de 2007
|