Una sonrisa en el desierto.
Dinosaurios y caimanes, arañas, autos y elefantes, desfilan frente a mí, sobre la colorida alfombra de la habitación que cobró vida en aquellas tardes compartidas, a la hora del descanso. ¿Cómo olvidar esa tierna invitación a “ver la novela”, luego del almuerzo?... “Pitita… vamos… me gusta estar contigo”.
Abuela, palabra de magia extrema, traducida en un “Pitita”, de su alegre y aguda voz, aún resuena en los cansados oídos, como bálsamo reparador, plena de sensaciones y sentimientos compartidos.
¿Cómo olvidar los “stikers”, pronunciados al más inglés de los estilos? Hacía olvidar sus cuatro añitos y sentir que se hablaba con un niño mayor.
Como cuando contaba acerca de los dinosaurios, de la era cuaternaria, de su reproducción ovípara y de los porqué ya no existen y mucho más.
Abrazo tu sonrisa inocente, acaricio tu palabra, beso tu abrazo, a la distancia, en el silencio del descanso de las tardes nortinas y el desierto que florece en tu rostro de niño.
A Tomás, mi nieto.
03/04/07 ©
|