No era posible, otra vez se le habían terminado los cigarrillos. Miró el reloj, eran las veintiuna y treinta y siete minutos. Tendría que esperar dos horas y veintitrés minutos hasta el horario de salida para poder ir a comprar otro paquete.
El último tiempo fumaba más de la cuenta. Ya le había dicho el medico: Fumar afecta la salud. Al comienzo era cosa de cuatro o cinco puchos por día, pero ahora no bajaba de los veinte.
Volvió a mirar al atado vacío, lo apretujó con fuerza y lo arrojó hacía el cesto de la basura. La improvisada pelota rebotó contra la pared y cayó junto a la anterior.
Aún faltaban otras dos horas y veinte minutos.
Carlos siempre cerraba después de las once de la noche, pero ¿Si justo hoy se le ocurre cerrar más temprano? La idea de quedarse sin fumar el resto de la noche no lo dejaba tranquilo.
Se paró y comenzó a pasearse de un lado a otro. Al principio contó las baldosas del pasillo; treinta a lo largo y ocho a lo ancho. Doscientas cuarenta... después las del lobby: mil doscientas, sin tener en cuenta las tres que había debajo de cada una de las cinco puertas del pasillo y las otras tres del lobby.
Todavía faltaban cuarenta y tres minutos.
¿Y si Carlos cierra antes? - de nuevo la pregunta.
Se dirigió a la puerta convencido de que no podía pasar nada. Una corrida hasta el kiosco y en seguida estaría de vuelta. Tan solo unos minutos.
Introdujó la tarjeta de seguridad y marcó su número personal. En un santiamén estaba en la calle.
Un coche se detuvo a su lado y un muchacho lo llamó a través de la ventanilla.
¿Ténes un cigarrillo? - le preguntó con vos gangosa.
No, no tengo - le contestó sin detenerse.

Dos de los muchachos se bajaron del coche y le cortaron el camino.

Dale, no seas hijo de puta, danos unos cigarrillos y te dejamos ir.
No jodan pendejos, ya les dije que no tengo, ¿Qué les pasa? - les dijo, tratando de abrirse paso entre los dos.

Rogelio sintió la punzada a la altura del estómago y se agarró la herida, las monedas que llevaba en la mano para pagarle a Carlos cayeron manchadas de sangre.
Si le hubiera hecho caso al medico . - pensó y se desmoronó sobre el asfalto.
Todavía faltaban treinta y nueve minutos para el cambio de guardia.

Norberto Adrian Mondrik.// 0912275204963-safe creative