Presuroso, camino de un lado para otro, de tienda en tienda y de pasaje en pasaje. Deambulando por el centro de la ciudad, la Navidad me hacía sus guiños. Yo ungido por experiencias gozosas de mi infancia con mi madre y mis hermanos; me distraía y me dejaba llevar por la enorme multiplicidad de estímulos. Me detuve a contemplar y compadecer a ese viejo pascuero que sudaba y sudaba, en plena calle Ahumada, bajo el sol de la primavera tardía.
El periplo clásico por las calles del centro, me envolvía en evocaciones y ensueños.
De pronto, distraídamente, me acerqué a mirar el tabloide de la tarde.
Sufrí un espasmo desde las entrañas.
¡¡¡¡ No podía ser, sencillamente no podía ser !!!!.
Lo que leía me atoraba el alma:
"Asesinado John Lennon". Me quedé "helado". Miraba para todos lados queriendo pedir alguna explicación, tal vez procurando que alguien rectificara la noticia que comenzaba a carcomer todo mi ser.
El peso de ella, todo lo dramático que suponía, el golpe demoledor de enterarme y negarme a aceptarla, me derrumbó.
Cabizbajo y aturdido, me di media vuelta y caminé embargado por una pena enorme. John Lennon significaba para mí un espíritu libre, creador, contradictorio, - es cierto -, pero capaz de soñar y crear horizontes de humanidad. Uno cree que son inalcansables, que no les tocará nunca el fin. Y de pronto allí está.
La pena, el asombro, la implacabilidad de la muerte; me abrumaron.
Golpié la puerta de mi casa y entré en silencio hasta mi pieza. Me senté y permanecí allí por un buen rato. Me negaba a aceptar la muerte de uno de Los Beatles; del que más me seducía, del díscolo, del rompe olas...Mi mamá me pregunta desde lejos... y yo a modo de respuesta, musito: "...murió John Lennon"...
Con él, sentí que se hacían trizas algunos de mis sueños.
Muchos años después, estando en Liverpool, lloré calladamente frente a una foto donde era posible apreciar a sus dos hijos con sus respectivas madres.
La vida y el cultivo de la buena voluntad de las personas; reconcilian y unen lo que antes fue motivo de quiebre y de conflicto.
A fin de cuentas y habiendo pasado más de un cuarto de siglo de ese suceso, podemos sostener sin duda alguna que las balas no pudieron arrebatarnos a este soñador paradojal y labrador de la paz.
A John, a quien no conocí, y ya que sé que me ve;
un abrazo y un beso cariñoso. El agradecimiento del joven de antes y el hombre de ahora, por brindarme alegría, gozo y contribuir a pintar y entonar mi esperanza.
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