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Vendedor de alegrías
Un país quiere decir, amar a una mujer,
tener hijos y también querer los hijos de otros,
verlos crecer y vivir libres,
no importa en qué modo.
( De una canción que ni siquiera sé como se llama)
El hombre empuja un carrito que lo ha pintado de mil colores, se ven soles montes y un trozo de mar, con letras irregulares se lee “Dulces ilusiones”. Viste un oscuro y gastado pantalón y sobre este una cotona blanca. Lleva un cuerno de vacuno que cuelga al costado.
Detiene su carro en la esquina y hace sonar el corno, su sonido despierta la mente de los pequeños y no sólo la mente sino también sus estómagos. Corren a pedir a sus madres una moneda para comprar el manjar que les trae el sonido del cuerno.
El hombre sube sus mangas, saca del interior del carro un anafe. Busca el combustible y llena su estanque, luego bombea aire a su interior; cuando ve que la presión es buena, enciende el fuego, e instala en el interior del carro, conversa con los niños, les cuenta cuanto costarán, habla con cariño; y a los que aún les falta dinero para comprar, regresan a sus casas a tirar las faldas de sus madres, para que les completen la cantidad necesaria.
El sencillo carruaje, es visto por los pequeñines como un sombrero de mago, de él emergerán sólo cosas dulces, y no sólo dulces sino coloridas. Colores y sabores que hacen la felicidad completa de esos niños y si a alguno no le alcanza y no encuentra eco en casa, algún amigo compartirá el suyo, siempre es así, allí la solidaridad se inicia desde pequeño.
El vendedor de alegrías, sigue preocupado de su carro, pareciera que se esconde cuando se agacha y allí manipula el pedal, colocando en su lugar la correa que une el pedal con la mesa giratoria que hay en medio de su carruaje. Se levanta, alza su cuerno lo hace sonar una vez más. Su sonrisa es amplia y verdadera.
Mueve el pedal y la tornamesa interior comienza a girar, mientras se prepara La dulce mezcla cuenta cuentos y otras historias a los pequeños mientras se calienta la dulzura. Toma un par de cucharadas de azúcar y mezclándola con un colorante rojo la coloca en el interior. Adentro de su carro, sombrero de mago, todo gira y gira, el pie y la fuerza centrífuga, hacen el resto. De otro escondite saca unos palitos de álamo y, los pone en una lata que está ubicada a un costado de su carruaje. Los niños miran ansiosos la cubierta transparente, unos ni siquiera desean pestañar para no perderse el espectáculo de ver aparecer los hilos de pálido rosado y dulce acontecer.
Hombre conocedor de mil oficios, alguna vez en un pasado lejano, también niño fue y aún no lo olvida, por lo que vive sonriente los cambios en los ojos y gestos de los niños que se van repitiendo de estación en estación.
Loa fines de semana es vendedor de dulzura para los niños de muchos barrios, en la semana recorre las mismas calles cambiando de carro y de sonido, su pie mueve otro pedal que hace girar un par de esmeriles con los que afila tijeras y cuchillos.
Los niños, miran y miran, uno dice “ya va a salir”. ¡Bravo! exclama otro aplaudiendo, la menudita, de rostro redondito como luna llena, zapatea alegre, zapatea y aletea, los otros se ríen, pero ellos de alguna manera también esperan con ansiedad, y el vendedor con su calma habitual pedalea en el interior mientras el centro gira y gira.
—Pucha caballero, usted nunca se apura…
—Ya va a salir la dulzura para sus ojitos.
—Caballero yo quiero uno bien grande, así de este porte – Dice la niña de carita de luna -, abriendo sus brazos como queriendo abarcar el mundo entero.
—Y yo señor, también quiero
—¡Señor, señor! que no sea tan inmenso como quiere ella, - Dice un niño de cabello colorado - ¿no ve que nosotros también queremos?.
El rostro del encantador de golosinas, se transparenta y deja ver todo lo que hay dentro de él, un gran cariño por esos niños de esa población. Quizá recuerde aquellos años en que fue niño, como cada uno de los que lo observan con avidez y nerviosismo, el hombre mira a unos y luego a otros, abre un ojo para mirar a los de la izquierda y luego abre el otro para mirar a los de la derecha, su pedal sube y baja, la correa hace girar a la polea y esta a la bandeja con azúcar y, por arte de magia comienzan a emerger los rosados hilitos que se unen a otros y a otros hasta conformar toda una nube, cuenta a los niños, luego cuenta los palitos, uno para cada niño, y allí se inicia la parte más feliz, una mano toma el hilo y enrolla, luego otro y enrolla, globos se nube rosada se van acomodando alrededor de su dulce carruaje, uno y otro hasta completar la cuota, misma cantidad de globos misma cantidad de niños.
El próximo acto de magia está comenzando, por arte de blanco sortilegio, las monedas cambian de mano, pasan de los dedos urgentes de los pequeñines a las manos del mago, una moneda un palito.
—Señor dulcero, a mi primero – Es carita de luna, la que más nerviosa está, el hombre le pasa a ella primero, la bella niña mete la boca en medio del globo, su nariz colorea de hilos rojos, todos se ríen de ella, a ella no le importa ni interesa, espera a los otros niños.
—A mi, a mi ahora - Es Jorgito,
—Acá está el tuyo Pepito.
—Gracias señor – Dice el niño, tomándolo con cuidado y con dos dedos saca trozitos de azúcar.
—A mí, a mí dice Diego de ojos verdes.
—Suyo señor Diego – Dice el vendedor.
Uno a uno van recibiendo su azúcar, uno a uno la felicidad llega, al final quedan dos, la Patita y el Toñín.
—¿Y ustedes?
—Señor a mi no me alcanza, mi mami me dio poquitas monedas. – Dice con mucha pena la niña.
—Señor mi papi no tiene na trabajo, así que no le puedo comprar, otro día que usted pase le compraré dos.
El hombre los mira abriendo y cerrando los ojos, cuando abre el derecho, el izquierdo está cerrado y viceversa, alza ambos ojos al cielo. ¿Quizás en ese mismo instante, piensa en las veces que ha tenido que andar sin ni una sola moneda?, o de cuando era niño y su padre no tenía trabajo.
—Miren, vamos a tener un secreto, otro día cuando pase, si se acuerdan me traen la moneda ¿Ya?
—¡Ya señor!
—Pero no le pueden contar a nadie ¿Ya?
—Si señor.
Saca de su lugar los dos algodones y entrega uno a cada niño, luego con su mano limpia el sudor de su frente y de sus ojos. Ambos niños no saben qué decir, sólo tienen sonrisas para pagar su algodón de azúcar, así que sonríen y salen corriendo al grupo que sentados esperan para comerse en grupo sus algodones.
El dulcero apaga su anafe, quita la correa del pedal, levanta su rostro, mira a los niños, sonríe y comienza a empujar su carro. Toma su cuerno lo hace sonar e inicia su retirada, cuando llega a la otra esquina, a los niños no les queda nada de sus algodones, unos con los dedos rojos, otros con sus caritas llenas de algodón, pegajosos pero felices.
En la otra esquina detiene el dulce carruaje, saca el cuerno y lo hace sonar, llegan muchos niños, saca el anafe, revisa el combustible y abriendo y cerrando los ojos, inicia su rito de embrujo con los niños de otra esquina, donde también uno o dos mirarán, porque su padre está sin poder trabajar y el secreto quedará por siempre entre esos niños sin monedas y el encantador que recordará cuando fue niño y su padre tampoco tenía trabajo.
Curiche
PrimaverA 2006
Este cuento, nació el sabado en el puertecito en San Antonio, con todo mi cariños a los niños que nos acompañaron a: Diego, Juanito, Antonia la hija de la Clau y a Andrea Francisca hija de Sergio y Olgy |
Texto agregado el 10-10-2006, y leído por 1715
visitantes. (21 votos)
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Lectores Opinan |
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29-11-2006 |
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Qué historia tan bella!!!! Una vivencia muy cotidiana... es de esos cuentos que tienen la simple hermosura de una rosa...muuy dulce, fue como volver a la niñez. Gracias por este momento tan especial Estrella_Sol |
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06-11-2006 |
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Maestro de lo cotidiano y humilde, pintor naturalista de nuestro pueblo, arqueólogo de nuestros recuerdos.***** kucho |
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03-11-2006 |
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Los algodones de azúcar de la infancia, como los recuerdo al leer tun cuento fantástico y tierno. Un saludo y***** josef |
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01-11-2006 |
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Amigo, como me haces recordar esos algodones de azúcar que aún compro cuando voy de vacaciones, igual que manzanas confitadas.
Excelente escrito, lleno de verdad*****
Besitos Victoria 6236013 |
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29-10-2006 |
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Me encantó tu cuento y me encanta el algodón de azúcar ***** Hilmar |
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27-10-2006 |
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Es un instante, un recuerdo, un arquetipo que reconforta y place. Es un buen trabajo. Muy bueno, como no puede ser menos de usted. 5* regina_mojadita |
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24-10-2006 |
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Tú sí que eres un vendedor de alegrías. Un cuento muy dulce. Sophie |
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21-10-2006 |
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¡Qué preciosidad Juan Manuel! Lo bordaste. Llenaste mi paladar de mieles y dulzura. Vi a los niños, al hombre con su rueda. Durante unos minutos recordé mi niñez y vi golosinas que yo, a veces, tampoco podía comprar. Una preciosidad de cuento. Un cosquilleo de ternura y de sabor que, como tantas veces, nos deja tu incomparable pluma. Noguera |
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18-10-2006 |
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Un cuento lleno de colorido y sabor.***** jeronima |
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17-10-2006 |
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ahh Juan, me has llenado de tanta alegria y melancolia a le vez, es una historia bellisima llena de tanta magia y amor, como solo tu sabes hacerlo, me gusto mucho, necesitaba leer algo asi...gracias y un beso. panthera |
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13-10-2006 |
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Este cuento es un viaje a la niñez, lleno de gratos recuerdos personales que invitan a forzar la memoria 5* HaditaVelHer |
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13-10-2006 |
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Bello, dulce y evocador, como siempre usted la lleva Señor de la vida.... cafayate |
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13-10-2006 |
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Precioso, me trajo mucha nostalgia de mi infancia, recuerdos de mi hijo cuando era chiquito... Gracias, Curiche. chantal-deveraux |
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13-10-2006 |
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Que bello cuento!! nada que decir, al contrario, precioso..
mis estrellas para ti!**************************** Vilyalisse |
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12-10-2006 |
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pd: garadece en el puerto quiere decir agradece d-mind |
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12-10-2006 |
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creo que usted amigo sacó provecho mientras 'otros' ociosos estaban con su humanidad tirada en el suelo a orillas del mar... no vió a tres niños ir al baño y pasaron escondidos a comer empanadas de camarón queso?... buen cuento le habría salido igual... perdidos mientras las poetizas los esperaban... se garadece esa inspiración que le toca a mi dulce Andrea Francisca del Pilar... d-mind |
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12-10-2006 |
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Eres encantador Curiche. Bellísimo escrito y bellísimo personaje. Te vi a ti vendiendo algodones. violinyalma |
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12-10-2006 |
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Parafresando al poeta asturiano, te dedico estos versos, como comentario a tu creación. Son para ti:
"Aquí estoy con mi prosa atada en versos/ y toda mi poesía desatada".
maravillas |
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12-10-2006 |
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Mi querídisimo amigo. Usted tiene corazón de azucar y alma de algodonero. Un abrazo pegajoso. NeweN |
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12-10-2006 |
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Me gustó tu cuento, el amor a los niños de parte de ese vendedor, la urgencia de los pequeños por tener su algodon, la bondad del hombre por los que no tenian para pagar dejandolos saborearar su algodon prometiendo pagar despues. Se siente tambien tu amor al traernos y narrar tan detalladamente delicias como esta para nosotros tambien...El vendedor endulzaba el paladar de los pequeños...Tu nos endulzas la imaginación y nos tocas el corazón con tu hermoso cuento, pues bien, Que vengan todas las estrellas y adornen este bello relato**********Felicidades! gfdsa |
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11-10-2006 |
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Hermoso Curiche , nadie como tu para plasmar de forma tan bella, algo que para muchos pasa inadvertido, no tuve el gusto de ir a San Antonio , pero basta pasear por tus letras para vivir el momento, gracias por compartirlo, te quiero mucho amigo, todas mis * para ti. kalanidhi |
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11-10-2006 |
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Ay Curiche me has emocionado demasiado, mira tremendo cuento que nos has regalado !!! GRACIAS GRACIAS GRACIAS, maravilloso. (La mamá del Diego) la-negra-chilena |
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11-10-2006 |
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curiche tu texto es precioso me enkanto :) 5* GEHENA |
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11-10-2006 |
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Cuánta nostalgia nos has regalado con este cuento. Yo te veía absorto allá en el puerto. Ahora sé que tramabas este relato maravilloso. clown_is_alive |
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11-10-2006 |
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Deliciosos algodones de azùcar, me gustan mucho, aun me gustan. Cuando visitaba a mi abuela siendo niña, pasabamos por un parque, mi mama era de ley que nos comprara a mi hna y a mi (mi hno era un bebe) algodones de azùcar y nos lo comiamos en todo el trayecto. O no faltaba las ferias que aqui se hacen (ganaderas o fiestas populares) donde los compraba. Es un deleite para los niños esperar al señor algodonro, cosas lindas que uno disfruta de niño, ya despues la edad (si no te cuidas) te provoca otras tantas y te arruina ciertos gustos. Tmb recuerdo, las manzanas acarameladas .. deliciosas por igual o que decir del helado ... se le hacia cola al señor que los vendia .. Dulce cuento, como un algodòn ••••• esme_ralda |
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11-10-2006 |
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Este cuento esta tan llenito de imagenes hermosas, donde sacas de tu mente y tu corazon recuerdos de ese dia hermoso en que compartimos todos como una gran familia.
Las imagenes, UNICAS, la forma en que las ordenas me recuerda a charly y la fabrica de chocolate ( es la misma sensacion) .
A muy pocos he visto poder hacer magia con un conjunto de letras.
TE QUIERO MUCHO Y MUCHAS GRACIAS POR DELEITARNOS CON TU HERMOSO CUENTO!!! viudanegra |
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11-10-2006 |
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Mucha ternura en tus letras, en ésta oportunidad uno de esos personajes ambulantes, que han ido desapareciendo de nuestro entorno, a veces, hoy en día se les puede ver en las playas, ocasionalmente en los barrios, como el afilador de tijeras y cuchillos. El algodonero es un personaje creado por y para los niños, además de sus rosados algodones regala ilusión y fantasía, mientras observa, realizando su rutina con el pedal y los palillos, los rostros de los pequeños que esperan ansiosos su manjar, y él sueña y recuerda su infancia, quizás muchas veces necesitada de amor. Bellísimo, ¡ felicitaciones !, mis cinco estrellas. Ignacia |
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11-10-2006 |
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Esta vez, es un personaje popular callejero quien hace las delicias de tus lectores.
La emoción es imposible de detener, cuando la lectura nos trae recuerdos que de alguna manera muchos hemos vivido. El algodón de azúcar, es un manjar que trato de evitar, desde que hace unos 10 años, compré uno en el paseo de la playa, era de noche y la brisa me pegó el dulce en la cara, manos y ropa, lo cierto, que la sensación es harto y tan desagradable, como divertida ahora que la recuerdo.
La narración es amena y pinta al personaje, con el corazón muy grande. Un verdadero vendedor de dulces alegrías y un gran homenaje, a todos nuestros personajes populares que de alguna manera, ya van desapareciendo.*****. Un beso. Pilef |
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11-10-2006 |
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Curiche, me ha encantado. Es un cuento que tiene dulzura, generosidad, amabilidad...es precioso. Cómo siempre todas mis estrellitas para tí. Y sigue escribiendo no nos prives de ese placer. Un besazo de una jienense. currilla |
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10-10-2006 |
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Gracias amigo por tan lindo regalo, hermoso cuento, encantador, mágico y emotivo... me gustó mucho..mucho. un abrazo de tu amiga Olgy... Arianna_ |
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10-10-2006 |
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Tus cuentos siempre son completos, Curiche: técnica, belleza, magia, mensaje y trasfondo histórico-cultural.
Ya todos sabemos que el algodón de azúcar ha sido y es tradicional en nuestros pueblos. Comenzó a hacerse popular, supuestamente en el año 1904 y sigue siéndolo en la contemporaneidad. Las máquinas actuales funcionan de forma muy parecida a las originales. La parte central de las mismas consta de un pequeño cuenco en el que se vierte el azúcar y se añade un colorante. Una fuente de calor cercana al borde derrite el azúcar, filtrándose por una multitud de diminutos agujeros y se solidifica al contacto con el aire, formando unos filos hilos.
La persona que maneja la máquina da vueltas a un palo o un cono (algunos usan directamente sus manos) en pero, también –como podemos constatar ahora– forma parte de los cuentos y de los sueños de los niños. ¿A quién no le gusta ver la sonrisa de un niño y la luz de sus ojitos cuando en sus manos porta un flamante algodón coloreado? y ¿quién no ha sentido la felicidad de hacer ese, especial obsequio, al niño que te observa nostálgico cuando se lo compras al chico que anda contigo? Y este cuento Juan Manuel, te ha quedado de maravillas. Te felicito. ***** SorGalim |
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10-10-2006 |
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Bello el cuento, el esperar ansioso de querer tragarse por completo una nube de algodon fue y sigue siendo el ansiado deleite de cada niño y muchas veces paso y en la actualidad seguira pasando es que mas niños miraran con ansias esa nube sin poder pedirlas pero Dios hace que cada algodonero recuerde su infancia y se emblandese su corazon muy lindo nelcher |
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10-10-2006 |
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Hermosísimo texto curiche.¿Quién no retiene en la memoria del paladar el sabor dulzón y la efímera presencia de los hilachos azucarados en la boca ? Al ladito del chuchero, otro chuchero de feria, carameliza manzanas en rojo para las Blancanieves y príncipitos de la calle. ¡Qué bonito curi! Cuántos recuerdos me has traido de golpe.Y ese otro oficio que con tanta maestría y detalle nos traes en tu texto, el del afilador..en mi tierra ya desaparece curi, raro es escuchar aquello de...¡El afilaooooo! Se afilan cuchillos ...y antes de las palabras una armónica era soplada de extermo a extreño identificando al oficiante en el barrio . Dios qué hermoso el gesto de tu chuchero regalando algodón a cambio del silencio.Todas mis estrellas para ti, bello narrador.***** Gadeira |
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10-10-2006 |
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Hermoso cuento. Cuantas veces vi salir un algodon rosa, cuantas veces vi la cara sonriente, repletade dulzura de ese hombre que sigue tiñendo los colores del arco iris en los rostros de los pequeños. Vamos amigoa repartir secretos entre los niños, lo harás por mi, acá no se ven "algodoneros" .Hermoso cuento,bello, bellisimo. _poemme_ |
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