Durante cincuenta años había esperado la muerte de su amado más que nada en el mundo.
Una noche de primavera bajo nacarados rayos de luna él le pidio una prueba de amor y fe.
- Quiero entregarté este pequeño alhajero y que me prometas que nunca lo abriras mientras yo viva – le dijo acariciandole los largos cabellos negros de dulce adolecente.
Y despues de escuchar de sus labios las palabras deseadas, lo cerró y se lo colgó en el cuello donde lo llevo siempre.
Desde entonces ella habia permanecido alli, cautivada por un embrujo de amor,encerrada y prisionera dentro del pequeño alhajero de nogal y marfil.

© Norberto Adrian Mondrik.


P.D. Este minicuento quiero dedicarselo a mi amiga Maria Magdalena. Gracias a ella me quede en las paginas y empeze a escribir.
Gracias gmmagdalena. Adrián.