LA CREADORA
Amigos someto a su juicio este inicio de algo que creo será una novela. Gracias por leer.
Desde pequeños los niños eran instruídos en el temor a la Creadora. Temor que todos terminaban manifestando de distintas maneras, y eso hacía que se cumplieran firmemente los Mandamientos. La palabra, usada en demasía, usada como juego verbal, destruye. Solo unos pocos son capaces de manejar el alto poder de la Palabra y ellos mismos están a merced de su irracionalidad apenas la conocen. El sacerdote que posee el manejo de la Gran Madre, está preso de temores inconfesables, de orgullos imprecisos y de vanidades que lo conducen al repudio del resto de los mortales y al odio de todos los demás.
El niño cuando nace, debe comenzar a saber que cuanto menos hable, cuanto menos se exprese es mas dueño de si mismo. La palabra tergiversa y confunde, arruina amistades y erosiona el amor. Sabe el niño, desde pequeño que debe huir de su cegadora destrucción. Los gestos son directos, la palabra es ambigua y provoca deseos de poder, ansias infernales de dominio sobre el resto.
Para evitar las guerras, para evitar el sometimiento de un humano sobre otro, es que se ha prohibido el uso público de la palabra. Nadie puede expresar frente a otros palabras que no estén permitidas por los sacerdotes. Sin embargo, lo principal, es no pronunciar sentencias que puedan provocar en el otro necesidad de hacer algo, necesidad de actuar de alguna manera.
En tiempos remotos existía algo llamado publicidad que condujo a las masas al descontrol. El que manejaba ese gran ente dominaba con malas artes los sentimientos y acciones del resto de sus compañeros. Eso ha quedado desterrado.
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