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El regalo

En la bandeja de entrada siempre aparecen direcciones raras y contenidos más extraños aún. Pero estoy seguro que este se llevó todas las palmas y premios por inverosímil y extravagante. Al menos, noté que el “autor” me conocía y sabía cosas de mí que a nadie había dicho. Lo juro.
Hola Bryan:
¿Sabes quién soy? No, ¿verdad? Pues soy el perrito anónimo que hace tres años te ladró con insistencia por tantas horas detrás de un portón de madera blanca. Te ladré tanto que llegué a quedar sin fuerzas, tomaba un descanso y volvía a ladrar, pero tú, nada. No logré mi propósito, que te fueras de ahí. Te quedaste por horas y horas frente a la casa. Yo no te conocía, no sabía quién eras, ni qué hacías ahí. Y claro, tenía que cumplir con mi deber de perro guardián que era avisar a los dueños que algo anormal estaba ocurriendo. ¿O crees que es normal que un vehículo desconocido se quede frente a una casa por tanto tiempo a altas horas de la noche?
Y no digo sólo estacionarte, casi amaneciste ahí.
No te asombres si conozco tu nombre- ya te diré como lo supe. ¿No tenías frío? Yo sí, muchísimo. Eran cerca de las once, el clima había tenido esas variaciones caprichosas que suele tener Asunción en el mes de junio. El calor húmedo y pegajoso de veintinueve grados se marchó, no sé dónde y dejó en su lugar, con ráfagas de viento irrespetuosas, un frío inesperado cargado de humedad.
Esa noche era para mí muy importante. Tenía una cita. Claro que los perros también tenemos citas. Era una perrita blanca que vivía en la casa de al lado. Sus patrones la mimaban como si fuera un bebé, aunque ella había tenido ya dos camadas de cachorros antes de conocernos. Ellos elegían quién debía ser el padre de los futuros hijos, porque dicen que es de raza y no debe mezclar su pedigree. ¿Tú sabes lo que es eso? Yo, primero creí que era esa carne tierna que ustedes llaman picadillo. Ja. Nada de eso. Era algo relativo a la pureza de la raza de los perros. Y claro, eso se podía alterar si se mezclaba con un tipo como yo, que si tengo raza, alguien dijo con despectiva risa que era de la raza Lucki o sea Lu Cki Venga.
El caso es que Bubita- mi novia secreta- se enamoró de quién te habla o mejor dicho de quien te escribe. Pero lo nuestro estaba prohibido por las razones de pedrigree y esas cosas. Pero el amor, como sabes muy bien, ante las prohibiciones crece como la levadura de buena calidad cuando se la usa debidamente. Ella me envió un mensaje en clave, avisándome que debíamos huir esa noche, porque al día siguiente sería tarde. Nos separaríamos, quizás para siempre.
Le dije que haría cualquier cosa por ella y que a la medianoche ultimaríamos los detalles y que consumaríamos nuestro amor. Por si no lo entendiste bien o no me expliqué en forma clara, que sería el padre de los hijos que tendría en unos meses más. Justo esa noche, apareciste con tu camioneta.. Te ladré con la esperanza que te fueras porque pensé que te molestaría tanto ruido y te irías a buscar otro sitio más silencioso.
La luz de las ventanas de la casa de Bubita por fin se había apagado. Subí sobre la muralla en silencio para ver si ella venía a mi encuentro. Y ahí te vi. Tenías el cabello muy corto y parecías nervioso. No me preguntes por qué, porque no lo sé, quizás por tu mirada baja y el temblor de tus labios, aunque la baja temperatura hacía temblar cualquier cosa a esa hora. También la miré a ella. Sus cabellos largos le caían por la cara y la dejaban en sombras.
Se les veía con frío. Me alegré porque pensé que ya se irían. Elegí mi tono más intimidatorio de ladrido, uno que tiene un pequeño eco al final- algunos amigos me dijeron que daba mucho miedo cuando lo habían oído- y ladré con fuerzas y ganas hasta quedarme sin resuello. Pero nada. Eran más de las once y media y Bubita no podría salir si yo seguía ladrando, pero tampoco podía dejar de hacerlo, porque era mi misión avisar a mis dueños que algo anormal había frente al portón de la casa.
Llegó la medianoche y con ella la luna llena se vistió de plata dentro de la niebla que caía desmayada sobre tu vehículo y los árboles oscuros de la calle. Nada. Seguías ahí como pintado en la tapa de un libro de terror
Las luces de las casas vecinas murieron una a una y la oscuridad sólo se vio violada por la débil luz del alumbrado eléctrico de la esquina.
Avisé con un quejido lastimero a Bubita de la situación. Ella respondió con ladridos agudos que denotaban su decepción.
La escarcha que dibujaba figuras góticas en el parabrisas se había marchado, en su lugar las gotas de agua jugaban dibujando figuras extrañas.
¿Tendrían calefacción? Sea lo que fuese, se veía muy bien como el vapor del interior derretía al sereno que se desmayaba románticamente sobre el parabrisas. Los espié y estaban muy abrazados, besándose. Y así siguieron por horas. Me pregunté tantas cosas. ¿Se querrán tragar el uno al otro? ¿Jugarían quién aguantaba más tiempo sin respirar?
¿Tendrían hambre de besos? ¡Era yo el que tenía que estar así con mi Bubita!
A la una de la mañana todavía no perdía las esperanzas de encontrarme con ella.
Pero seguían besándose.
Entonces recordé lo que una vez Don Chicho- mi patrón-le había contado a Chencha -su esposa- sobre el libro. Un libro raro dónde se registraba todos los record del mundo. Ni preguntes cómo sé lo que significa esa palabra. Soy un perrito inteligente- modestia aparte- y sé lo que significa esa y muchas otras difíciles. El libro Guines, así se llama. Hay cada cosa rara anotada ahí. Y recordé una de ellas. El tiempo récord que había durado un beso. Sí, eso debía ser! Estaban practicando para ganarlo. No se me ocurrió otra respuesta a la pregunta de por qué se besaban tanto y con ese frío. Porque seguían haciéndolo a la una, a las dos, a las tres y a las cuatro de la mañana.
Bubita había entrado ya dentro de la casa y ahí me nació una rabia terrible hacia ti.
¿Tenía que ser esa noche? ¿No podías haber elegido el día siguiente? ¿O el anterior?
Me lamenté de mi suerte, había perdido al amor, quizás para siempre por culpa tuya.
El odio que te tenía desapareció. ¿Quieres saber cómo fue, verdad?
No te apresures, lo sabrás al final de esta carta.
A eso de las cuatro de la mañana por fin te fuiste. Sí, sabía la hora porque el reloj de la sala dio cuatro campanadas. Y hoy se cumplen tres años de lo que te estoy contando. Sé que estarás asombrado por todo lo que estás leyendo, no soy un mentiroso tampoco un adivino. Así que ahora sabrás cómo me enteré de todo lo que te estoy diciendo. Pero antes de eso debo hablarte de Socramaicul:
Esa madrugada quedé muy afónico. Ladrar por más de seis horas en forma continuada tuvo sus consecuencias. ¿Habré establecido un record sin saberlo? Estaba con un humor terrible. Y con sueño. Así que me acosté en una caja que estaba llena de trapos de lana y me dormí.
La pradera verde se extendía ante mis ojos como una alfombra ondulante. En el centro de ella, trigales dorados bailaban con pereza al compás del viento y del violín que se oía en algún lugar mezclado con la melodía de aves que cantaban en árboles que limitaban el campo amarillo hacia el horizonte. Y Bubita, como una aparición luminosa, como si flotara sobre el trigal, venía a mi encuentro. Mi corazón se hinchó de gozo, corrí hacia y ella y cuando parecía alcanzarla, una fuerza invisible me detuvo.
La voz dulce- más dulce que la miel- se elevó en el aire y llegó a mí como una caricia de terciopelo.
-Sientes alegría en tu corazón, porque el amor que creías perdido está al alcance de ti.
Miré detrás de mí. Nadie. El viento se agitó con delicadeza hacia los árboles, la música se elevó en el aire. Pero no se veía a nadie. Yo no estaba loco. Había oído eso. Aunque me sentí tonto hablando con alguien que no veía, respondí:
-Sí, me siento feliz porque estaré con Bubita a quién creí perdida para siempre.
-Estarás con ella y tendrás otro regalo. Sabrás cosas que muchos perros e incluso hombres no saben.
¿De dónde venía la voz? Yo estaba subyugado con ella, con la excitación que me producía y la curiosidad que despertaba en mí.
-Anoche cumpliste con tu deber. Superaste a tus deseos y cuidaste la casa a pesar que tu corazón deseaba estar con Bubita.
La niebla se condensó en unos segundos frente a mis ojos, la luminosidad que desprendía los hirió por unos segundos. Un ángel, igual al que se ve en un cuadro que doña Chencha tiene colgado en la sala, donde cuida a dos niñitos que juegan cerca de un río, apareció ante mis ojos.
Era rubio, no sabía si era hombre o mujer, pero sí que tenía alas con plumas muy brillantes.
-Me llamo Socramaicul- acarició mis oídos la voz.
-Eres un ángel- dije con un susurro admirado.
-Sí- respondió.
-De la guarda- agregué.
Rió y la risa se unió a la música maravillosa que seguía bailando en el aire
-No, no soy el ángel de la guarda. Soy un ángel especial. Soy el que hace que los amores imposibles tengan vida. Los cuido y no los dejo morir. Soy el aliento que hace que una flor florezca entre las piedras y doy fuerzas para que las causas perdidas vivan
Mira, Bryan, así emocionado como estaba, en éxtasis total, mucho no le entendí.
Y aquí viene lo curioso y lo que explica todo lo que dio origen a esta carta. Me colocó en el oído algo frío. En ese momento no supe qué era, me hizo cosquillas y me dio escalofríos.
-Este es mi regalo- dijo sonriendo.
Yo creí que era un chip, como el que tiene don Chicho y que le pone al celular para hablar por teléfono. Pero no. ¿Sabes qué era? A ver… cómo te explico?
Era como un oráculo. Sí, ya sé que un perrito no sabría lo que es un oráculo, pero no olvides que soy muy inteligente. Bueno, vamos a llamarle “Chip mágico”.
El ángel me explicó que me podría responder diez preguntas de cualquier clase.¿Viste? Como el oráculo de Delfina o de Delfos, no recuerdo bien ahora.
Él o ella- me refiero a Socramaicul-me envió un beso con las manos y cuando me llegó el aliento al hocico, lo supe. Que tenía un regalo maravilloso: diez respuestas a las preguntas más difíciles que existieran en el mundo.
El ángel desapareció y el tiempo se detuvo. Bubita estaba quieta con una patita en el aire, la cola apuntando hacia el este, frente a mí. . Y las preguntas se atropellaron en mi cabeza. Sobre mis padres, sobre por qué venimos al mundo, porqué sufrimos tanto los perros, porque mueren los niños, porque no terminan las guerras, porque no triunfa el bien sobre el mal, cómo hacer para que Bubita me amara siempre y después me acordé de ti. Porque la verdad sea dicha, si esa noche no estacionabas ahí tu camioneta, no habría tenido problemas en aparearme con Bubita, no habría vencido a mis instintos- como dijo el ángel- y no hubiera conocido a Socramaicul. Entonces decidí averiguar quién eras. Ahí supe todo, que el ángel los estuvo protegiendo porque tú y ella son muy especiales, muy diferentes y que le gustaba ver como hacían frente al mundo por su amor.
Me fue muy útil el Chip Mágico que recibí de regalo. Ahora sé con claridad muchas cosas que nadie sabe. Entonces quise hacerte un regalo. Saber qué podrían hacer tú y ella para que el amor los acompañe siempre. Así que formulé la pregunta. La respuesta fue:
-El saldo de la sabiduría existencial ha terminado. Para seguir consultando con las esferas angelicales, cargue otro chip en otra vida o en esta si puede. Que tenga buenos días.
Lo siento de veras, pero a pesar de ser muy inteligente, nunca fui muy bueno en Matemáticas y perdí la cuenta sobre el número de preguntas.
Te deseo que seas feliz con ella y que la vida te sonría.
Tu amigo Perrín
-Otra vez aquí frente a la computadora. Te has quedado dormido.
Ella me miró risueña mientras me daba un beso en la mejilla.
-Feliz aniversario, amor.
Me entregó un paquete. Era un celular pequeño de color plateado.
-Te daré mi regalo esta noche- dije después de besarla con tono apasionado
Ella sonrió y se marchó hacia la cocina, al hacerlo algo cayó de su bolsillo. Era un metal pequeño muy parecido a un chip. Lo recogí y pensé en la carta que había recibido. Quise releerla. Pero no estaba ni en la bandeja de entrada ni en los mensajes eliminados. El chip era muy pequeño, lo coloqué cerca de mi oreja y me produjo un escalofrío extraño.
A lo lejos, ladraba un perro.



Texto agregado el 19-06-2006, y leído por 1479 visitantes. (123 votos)


Lectores Opinan
20-08-2009 Me detuve a leer cada uno de los comentarios para ver si alguien coincidía conmigo... y no.. nadie lo dice, bueno, no de manera obvia. Te han dicho de todo, así que decirte que me atrapó la historia es decir lo mismo que el resto de los visitantes; las razones son diversas. Cada quien cree y percibe lo que quiere... A mi me evocaste a una reencarnación. El chip que se le cae a su esposa... colocarlo en su oreja.. escuchar ladrar a un perro... El regalo de Perrín fue reencarnar como humano en Brian quien justo estaba de aniversario con su "Bubita"... por eso el sueño, antes Brian había sido un perro! Él mismo recuerda lo vivido como nos pasa a nosotros cuando recordamos cosas o lugares donde "nunca" hemos estado... Excelente! sway
21-01-2008 Me gustó muchísimo!!!! Es muy bonito, atrapante y no tengo palabras para decribirlo. Mis 5 * son tuyas. Anuni
10-06-2007 Que sui géneris,me gusta,una idea diferente. avefenixazul
26-05-2007 HI DOC: that is great!!! mairaherrera
28-04-2007 cuanta imaginacion zerkota
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