Solicito disculpas por subir un texto no mío, sino de mi sobrina Nadia, es una carta dirigida al Presidente del Colegio de Periodistas de Chile don Fernando Guillier, con motivo de la represion que sufrió su abuela Juana (mi madre)



Estimado
Fernando Guillier:

Me permito el encabezado de 'estimado' porque luego de verle, y escucharle durante todos estos años en 'tolerancia cero', me es tan familiar como yo desconocida para usted.
Le escucho con atención porque me parece creíble, congruente, y complejo en sus análisis.
Así que primero que todo vaya mi reconocimiento como una persona interasada en temáticas públicas y con alta valoración del placer de la conversación.
Quizás por ello es que decidí utilizar este medio para expresar mi pesar, porque de alguna forma en el marco de lo totalizador de los medios de comunicación masivos, como la televisión, uno hasta siente que la forma de participación es interlocutando con ustedes, en fin...un signo de los tiempos.
Pertenezco a una familia participante, opinante, con sentido colectivo, podría -como todos- hablar muchísimo de todos quienes han sido figuras tan significativas. Sin embargo, sólo haré mención a mi abuela materna, la Juana, quien tiene 92 años, y además de su risa esplendora, tiene las cualidades de una mujer vanguardista y silenciosa, de esas viejas que a uno le templan el espíritu. Participó en la caída de Carlos Ibañez del Campo cuando era una estudiante de alguna escuela normal, en el sur, y desde ahí fue una agitadora, una vociferante, que más allá de los dogmatismos de la época fue siempre intensa de amores, de risas, de sentido común (tan escaso y menospreciado algunas veces) y orgullo. Tiene mil historias, que no puedo dejar de valorar en el marco de la historia de este país, como muchos otros, los anónimos, son de los que construyen, son el número invisible de las marchas y los procesos.
En dictadura, salía a las protestas tratando de disimular su cabeza blanca, vendía El Siglo a las cinco de la mañana en los buses que iban al cordón industrial de Cerrillos, y debe ya haber tenido unos setenta años...
Y suguió así, de dirigente de los pensionados. Cada vez más pequeña, más arrugada, y sin embargo, con una fuerza admirable para seguir yendo de paseo, para vincularse, para leer el diario, comentar las noticias, votar, emocionarse con una presidenta, la primera mujer.
Como todos los años, fue al primero de mayo, a marchar un par de cuadras, más que eso, 'no dan las piernas'...porque es su día, el de mi familia, el de tantos, con ese orgullo silencioso de camisa blanca de antaño, que se ponían los viejos para ir a marchar.
Hoy, un 'guanaco' le apuntó, y aunque sea muy vital es muy difícil confundirla con una persona joven!!, y sin miramientos le envió un chorro del agua maloliente y tóxica que acumulan, demás está decir, que la votó, que la empapó, que la ahogó, por suerte lograron sujetarla para que no se azotara la cabeza.
Alguien podrá argumentar que la violencia de 'los inflitrados', los grupos anarcos, como dijo el actual intendente 'el asalto a la propiedad pública y privada', crearon un marco de desorden y confusión que 'obligó' a las fuerzas policiales a utilizar medios de 'disuación'.
Y yo digo, en primer lugar la violencia es una relación; en segundo, hay brutalidad policial expresada en un hecho tan condenable como apuntar a una vieja de noventa años! no hay criterio -inteligencia básica por lo demás- con un chorro que podría causarle severos daños; en tercer lugar, alguien podría argumentar que está muy vieja para ponerse en riesgo al asistir a un evento de esta naturaleza, frente a lo cual me pregunto si no deberíamos pensar que la participación no sólo es una necesidad de la democracia sino además un valor, y que en un país segregador como este, que una adulta mayor lo considere un deber por su calidad ciudadana, valida aún más su acción. La represión de los 'hechos de violencia' no tienen un correlato con la misma intensidad en la obligatoriedad del Estado por facilitar, promover y sustentar la participación de los ciudadanos y, con mayor razón, de aquellos grupos vulnerables, definidos como prioritarios por la propia política pública.
Ojalá tenga usted oportunidad de leer este correo, ojalá pudiera con unas pocas palabras contribuir a realizar una reparación de las personas, que como mi abuela, tienen sentido de la acción colectiva, identidad como trabajadores, responsabilidad pública y han contribuido al fortalecimiento de la democracia con su participación silenciosa y de toda la vida.
Mi abuela no se merece que luego de toda una vida de lucha sea reprimida de esta forma brutal, más bien se merece un homenaje, que yo hago a través de estas líneas.

Le agradezco,

Nadiezhda Yañez Oyarzún
Nieta de Juana Henríquez Luengo.