Platicando al Señor
¿Rezar?
¿Es que me sirvió de algo?
Me enteré de la noticia, me avisó Rosita...
Me levanté de la PC y corrí a mi habitación, me encerré con la cara contra la almohada a llorar.
Poco después me levanté, me cambiaba de ropas mientras uno tras otros los pañuelos de papel llenaban la papelera.
Sin maquillarme ni nada salí para la iglesia.
Abordo el taxi – Señor, a la Catedral.
Entro en la Catedral. Ni me persigno porque no vengo en plan de amistad.
Me paro frente al Cristo, lo miro, acomodo hacia atras mis cabellos porque quiero que me mire bien cuando le hable.
- Bien, ya que todo lo sabes supongo que no tengo que decirte que vengo a que me expliques por qué te lo llevastes siendo tan chiquito.
Después que te recé y rezamos un montón de personas durante semanas.
Te quiero decir que me siento defraudada, que me llenaste de dolor y no quiero saber de vos. Es todo cuanto te quería decir... ¡Adios!
Me tropiezo con un padre.
- ¿Estás enojada con Dios? - Me pregunta con ojos bondadosos.
- ¡Ay, ni me pregunte que estoy que exploto!
- ¿Podrías contarme?
- Tengo que irme, ¡Chau!
Salgo de la Catedral, me dirijo a la Plaza Moreno y no puedo más, me siento en una banca a llorar otra vez.
- Seguro te peleaste con tu novio. Soy Marcelo ¿Podemos hablar preciosa? - Me dice un tipo con aires de Valentino.
- Bien Marcelo, llegaste a mal puerto, ¡Volá, desaparecé, borrateeeeeeee!
- ¡Bueno, qué carácter! ¿Te dejo mi tarjeta?
- Metete la tarjeta en el... ¿No entendés que necesito estar sola?
- ¡Está bien locaaa, histérica, me pinto!
Después que se aleja un poco empiezo a llorar como una loca otra vez. Siento esto que me aprieta el pecho y me asfixia.
- Hija, te puedo ayudar. - Otra vez el cura bondadoso.
- No padre, no creo - Le respondo mirando al tal Marcelo alejarse.
- ¿El muchacho que se fue era tu novio?
- No padre, él era un "pescador".
- ¿Un pescador? - Pregunta intrigado.
- Olvídese del tipo padre, era un inoportuno ¿entiende?
- Creo que si. ¿Por qué lloras y por qué estas enojada con Dios?
- Porque recé durante semanas por un niño enfermo y no atendió a mis súplicas, hizo lo que quiso y se lo llevó.
- ¿Quieres decir que falleció?
- Sí Padre - Respondo secando inútilmente mis lágrimas.
- ¿Si tú fueras Dios lo habrías salvado? - Pregunta el Padre.
- Por supuesto, yo habría hecho que saliera de ese hospital sano.
- ¿De dónde era el niño?
- De Chile padre, era un chilenito.
- ¿No fuiste al Hospital de Niños de aquí?
- No padre.
- Mueren niños casi a diario. Allí tambien hacen falta milagros. Si fueras Dios supongo que también los salvarías a todos.
- Bueno, ¡Sí!
- Entonces aquí no sería la tierra sino el cielo ¿no te parece?
- ¡Claro!
- ¿Ves? No hace falta que hagas el trabajo de Dios. Si alguien está sufriendo mucho Él se lo lleva al paraíso.
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