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COMUNIÓN
Gime la fronda umbría cuando el viento
estrellado y lleno de signos desconocidos
le azota la cara con su cuerpo sin cuerpo;
llora el canelo invadido de aves agoreras,
suda aceite el lingue de las quebradas,
para dar paso al fragor de la noche.
(Juvencio Valle)
La tarde está nublada, el hombre mira al cielo, en sus ojos hay un brillo especial, ha llovido tanto en los últimos seis días que el ambiente huele a tierra húmeda; olor que incita a tomar un terrón y probarlo, saborearlo.
Juan mira las nubes que corren velozmente, no hay espacios abiertos en el cielo, no son como aquellas nubes esporádicas que semejan piños de ovejas en la Patagonia, ahora es una sola masa de vapor, a ratos van a un lugar fijo, luego se arremolinan, están bajas, sobre las primeras hay otras, danzan con alegría que también puede ser furia.
La danza de las nubes hace que en la mente de Juan se dibuje su nieta, que danza con gran destreza y armonía sobre sus patines, dibujando mil figuras. Al volver nuevamente sus ojos a las nubes ve que los movimientos son caóticos, pero no por ello menos hermoso que el arte de su Nicole, su nieta. La naturaleza se presenta en toda su magnificencia, el hombre presiente que viene lo que espera con ansias.
Hace frío, el tiempo dice que hay que entrarse temprano y compartir con sus amigos la amena tertulia, amistades estacionadas en otros lugares de la patria y de este mundo, pero antes, va a ver a su yegua que ya está bajo techo para que pase la fría noche que se avecina, estando a resguardo del frío ella responderá mejor a los mandatos del amo. Llega una noche sin luna, la oscuridad es absoluta. El viento se hace oír, los árboles del bosque baten sus ramas al arbitrio de los ramalazos eólicos. Sus troncos aunque añosos son movidos por su fuerza.
—se acerca una tormenta, pero no será hasta mañana -piensa
Al entrar en su casa, ingresa a sus soledades, deja su poncho a la mano, se prepara un café con algo de malicia para desentumecerse, la cancagua está cargada y entrega calor a todo el lugar. Disfruta esa sensación de comodidad aunque lamentablemente está solo, se escucha el crepitar de la leña ardiendo, son sonidos que le acompañan y hacen menos sola “sus soledades” –como siempre dice-. La noche lo ha encontrado sentado frente a la pantalla, conversa con los amigos, ¿cómo seguir dándole vida? ¿Cómo lograr que las tradiciones orales o escritas de este pueblo, su pueblo, se mantengan vivas?
—Si no fuese por los amigos, mi vida estaría aún más solitaria” –piensa-.
Al ruido de la leña en la hoguera se agrega el de la lluvia que ha comenzado a caer con fuerza, el viento la arrastra golpeando con furia contra los muros de la casa. El perro busca cobijo bajo algún alero, el gato ronronea cerca de la chimenea.
Cesa la lluvia, el viento la ha llevado más al norte, hay una tensa calma, Juan sale a mirar el cielo, la noche es demasiado negra, no ve nada, sólo lo que la luz de su casa alumbra.
—Negra noche, así habrá quedado mi hermano el día que lo secuestraron, a oscuras deber haber permanecido lo mismo que tantos, mujeres y hombres que les metieron una capucha negra en la cabeza para que no viesen nada, ni siquiera la mano u ojos de quien les torturaron la carne y luego los hicieron desaparecer en esa noche larga y oscura –habla su tristeza, esa que es compartida por muchos habitantes, que vieron desaparecer a sus seres queridos y ya nunca más supieron de ellos.
Ha buscado a su hermano gemelo a lo largo de treinta y tantos años y no lo encuentra, donde ha oído que estuvo, allí ha ido, más, la omertá de los torturadores rige tal como rige en la mafia, nadie rompe el silencio, nadie dice en donde lo escondieron, no una, sino varias veces, dejándolo huérfano, ese dolor no se ha ido ni se irá de su corazón y, luego su mujer también se marchó, dejando a Juan viudo hace años. ¿Los hijos? Ellos han hecho su vida, tal como él la hizo hace más de medio siglo.
El bosque está cercano a su morada, lo siente, lo percibe, lo conoce en toda su extensión, lo ha hecho suyo, allá va en los momentos en que su soledad le quema, el bosque pareciera que lo entiende, ni siquiera el litre le hace daño; camina de memoria el tramo que lo separa de los primeros árboles, los huele, siente el viento serpentear por entre los troncos. Brillan los ojos del chuncho que estático espera en una rama, percibe la vida allí en esa pequeña selva sureña que vive la lluvia. Regresa a la tibieza de su habitación trayendo un poco de la paz que le entregan los árboles.
Vuelve con sus amigos, a algunos sólo los ha visto en la red, a otros los ha llegado a conocer personalmente y como el mundo es tan pequeño, sin quererlo, sin esperarlo, ni siquiera pensarlo, el día en que su niña compitió en el torneo de gimnasia en la capital y obtuvo un primer lugar, feliz la retrató con su cámara y ¿quién le colocó la presea a la niña? Laura, sí Laura, la del libro de Ignacia, la misma Laura que una vez cuando niña no quiso recibir su medalla, simplemente por haber sido evaluada en segundo lugar, Laura, presidía el jurado. Ahora se encuentran en la tertulia, mundo pequeño se dice sonriendo y alegre al saberse enamorado de ella.
Ya tarde logra dormirse, su sueño es inquieto, es la lluvia, la que aún amándola le hace vivir con más plenitud su soledad, “mañana será día de lluvia” –dice en voz alta-, no habrá faena. Así que tendrá todo el día para expresarse como lo hace cuando el agua arrecia, cada vez que despierta escucha a Luna Blanca que patea el suelo como enviándole mensajes tal y como lo hace el telégrafo, una especie sistema morse entendido sólo por hombre y yegua, ella avisa al amo que también está despierta esperando. El bosque vive su fiesta, el suelo absorbe el agua para satisfacer la sed de los grandes árboles, algunos pequeños habitantes del bosque se escabullen del agua bajo el tupido follaje, en las ramas o en el suelo la vida sigue su curso.
La noche ha mutado en claridad, aunque es tardía en estos meses y la lluvia hace más larga la oscuridad, finalmente llega la aurora despertando a Juan de su tormentoso dormir, pesadillas no recordadas, pero que tienen que ver con lo mismo siempre, la triste soledad invernal, se levanta, lo primero que hace es ir a la caballeriza a ver a su Luna Blanca, le acaricia el cogote con un par de palmadas suaves, ella lo mira con sus grandes ojos café. Le da su pienso y la deja comiendo, él hace un frugal desayuno, en minutos regresa donde Luna, coge los aperos y la ensilla, la saca y monta, ésta sin siquiera sentir alguna orden, parte caminando hacia el bosque. Poncho de lana y sombrero es lo que lleva Juan, y en el alma el deseo que la lluvia llegue con toda intensidad. Poco a poco se hace más visible la mañana, el aire es pesado, la llovizna moja todo; a medida que bestia y hombre avanzan entre los troncos, el agua se va posando sobre el grueso poncho de lana.
Un campesino de la zona también cruza el bosque, lo hace a pie, mira al jinete, se saludan y ambos siguen su rumbo.
—Ya va el loco al bosque, de seguro habrá truenos y relámpagos, ño Juan no se equivoca, hay que apurar el tranco –piensa el campesino
—Ahora solo el rumor del bosque y, la voz de Blanca Luna me acompañan –Juan habla en voz alta, no le preocupa que alguien le vea u oiga-, el día está frío y la llovizna es espesa, pronto van a llegar los visitantes, las nubes se ven inquietas, acumulan fuerzas, pronto cuando se junten dos masas de ellas se iniciará la descarga de sus energías.
Hombre y bestia se colocan bajo un gran ciprés, allí capean algo la llovizna, desde los belfos y narices de la yegua asciende un tibio vapor que se une en abrazo con el que sale desde Juan, se complementan sin necesidad de mandatos, la bestia percibe la tensión nerviosa de su amo, las piernas de Juan pegadas a las costillas de Luna trasmiten lo que hay dentro de él, el animal, también tiene un leve temblor que remece el cuerpo del hombre. Don trona –como le dicen sus amigos- palmotea el cuello de Luna Blanca y esta se tranquiliza, pero, de su boca surgen leves relinchos, sus patas delanteras golpean la hierba. El hombre desmonta, revisa la cincha, la vuelve a tensar lo justo y necesario. Mira al cielo, ve que el enjambre de nubes se hace más espeso y la velocidad ha aumentado, conversa con el animal que lo acompaña en esta soledad con máxima fidelidad.
—Ya llegan, niña –le dice a su yegua-, pronto vas a correr por donde quieras.
Hace unos días atrás me decía: Juan, te puedo decir que esto es un soberbio espectáculo de la creación, me gustan estos momentos, suelo salir en medio del estruendo, habitualmente bajo la lluvia. Son instantes en que te puedo contar que son, mis momentos. Esto me contaba y lo hacía con alguna tristeza en el corazón, por los momentos inciertos que pasaba en aquellos días y terminaba con una aseveración:
—Los rayos, los truenos, relámpagos y torrenciales lluvias, son la vida misma.
Mira al cielo, la real comunión está por llegar, cielo encapotado, viento que ruge, silencio en el bosque, nada perturba la charla entre el laurel y el avellano; la araucaria toca las nubes con sus últimas hojas. Abajo los zarzales, en ellos abundan los pajarillos y algún roedor. El viento le lleva a su olfato el benéfico olor del boldo, brillan los peumos verdirrojos, rectos pellines buscan la altura para ganar sol, los quitrales se aferran a los troncos como rémoras sobre el lomo de las ballenas. La yegua quiere participar de los pensamientos de su dueño, Juan le habla de sus días de soledad, de sus amores, de los idos y los que pudiesen ser, el vaho de la respiración de ambos se unen en una pequeñísima nube que se eleva al cielo. La lluvia arrecia, por momentos cae a raudales, parece vertiente cordillerana, fría, pura, cristalina. Hombre y bestia salen del bosque, él se saca su sombrero y mira el cielo, la llovizna moja su rostro, no deja de sonreír con el agua que cae, pero es sólo exterior ya que no llueve únicamente desde el cielo, sino que su corazón se ha doblado en tres y de sus ojos escapan algunas lágrimas que se confunden con la tormenta.
—¿Por qué? -Se pregunta.
El agua cae, la lluvia viaja de manera horizontal golpeando al hombre en su cabeza y su cuerpo, el agua sube desde el suelo, no se sabe de donde viene, sabe sí que golpea con fuerza. Bajo el ciprés, hay calma, poca es la lluvia que logra penetrar el follaje y, amaina, se calma el día.
—Viene ya -se dice.
Monta su yegua y camina al descampado, se detienen.
—¿De dónde llegarán? –se pregunta
El animal mueve sus orejas, levanta belfos y huele en varias direcciones, el hombre mira, gira la cabeza, en un instante se ilumina el cielo, a los segundos retumba el trueno, tiembla la yegua, el hombre se aprieta a sus costillas, llega un segundo relámpago y un trueno más fuerte, ronco, remece a los árboles, Juan da la orden a su Luna Blanca, esta primero camina, luego comienza a galopar, suave primero para aumenta la velocidad, ve un tercer relámpago y dos ruidos se sienten, el trueno retumba los oídos de los habitantes del lugar y Juan grita a todo pulmón, grita, llama angustiosamente a los que lo han abandonado antes de tiempo, la yegua se une, relincha y corre, hombre y bestia en larga carrera, Llora, grita, canta sus penas, sus ausencias. En las casas cercanas los niños miran el espectáculo por las ventanas.
—Don Juan anda loco de nuevo -dicen los pequeños.
Juan detiene en seco a su compañera, mira al cielo, se encandila con esos rayos que caen zigzagueantes, los altos árboles atraen las descargas eléctricas, el jinete mira, ve como el bosque es penetrado por la fuerza de la naturaleza ante la cual nada se puede hacer, le ensordecen los tambores del cielo, siguen las tralcas* y los relámpagos.
—Pronto terminarán -se dice
En algo se ha alivianado su carga, ambos están empapados, el poncho de lana es una sola masa de agua que cae al suelo por los costados de su yegua, no les importa. Juan se escapa con la tormenta, se libera, vive su fantasía, Luna Blanca le acompaña. ¿Y cómo no? ¿Qué somos frente a los elementos, al desborde de las nubes y de las riberas de los ríos?
Una vez acabada la tormenta eléctrica caminan hacia la casa, se detienen y él vuelve la cabalgadura, miran el bosque, los rayos, son como una cópula entre cielo y tierra, y los truenos, gemidos ante un orgasmo múltiple de la tierra, la que ha sido germinada por la lluvia. Sólo caballo y amo, nadie más en esta danza con la vida, con la soledad, con sus ausencias.
* Tralca.- trueno
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Texto agregado el 15-04-2006, y leído por 811
visitantes. (35 votos)
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Lectores Opinan |
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06-06-2006 |
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cielos...que intensidad la de Juan, supongo que la vivio hasta el ultimo momento pese a la soledad...hermoso tu relato y de nuevo gracias por invitarme a leerlo PANTHERA |
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05-06-2006 |
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Magistral***** Ciiara |
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29-05-2006 |
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Nada que comentar, ya todo está dicho, es perfecto. Por lo poco que sé de Tronador, lo retrata en cuerpo y alma. *****. Un beso. Pilef |
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16-05-2006 |
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Pero.........como no lo lei antes amigo curiche....gracias por avisarme de este escrito...
De excelencia amigo.....
pero que pena como se cierra esta historia...parece que Juan Antonio extrañaba su familia y los fue a visitar, solo se nos adelantó.
Me has emocionado amigo, pero el Trona, se fue debiéndome unas décimas y un vino......ya lo iré a buscar.
Mis ***** curiche y seguramente en alguna de ellas andará escribiendo sus coplas y décimas.
Un sentido abrazo trasandino chilicote |
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05-05-2006 |
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Hermoso relato costumbrista, manejas muy bien las descripciones, a mì se me hizo muy extenso el relato pero es muy bueno.
Saludos. tigrilla |
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02-05-2006 |
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En mi humilde opinión el texto está muy bueno. La historia tambien me parece muy buena!. Un abrazo, parakultural |
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01-05-2006 |
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magnífico texto, las descripciones se pueden ver de una manera increíble, una real comunión de hombre /naturaleza/ vida/pesares /soledades/ausencias
Magistral***** india |
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30-04-2006 |
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"Nadie más en esta danza de la vida" ¡no hace falta nadie más! Estamos todos. Todo el relato es un relincho de yegua, tierra y lluvia. Un paseo por la selva, la naturaleza y la tormenta de la vida, todo en silencio, sólo se oye el clamor del cielo y se siente el temblor de Luna Blanca. Tierra de Hombres... Y volveré, volveré a leerte, para acariciar las crines de Luna Blanca y sentir el calor humano de su vaho, Curiche, y empaparme de lluvia de palabras y vida. maravillas |
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29-04-2006 |
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VALIOSO LaCumbreDeMiCatedra |
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28-04-2006 |
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hermoso, que sorpresa... jaja because_of_you |
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27-04-2006 |
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Bello, todas las ******saludos Reflejo |
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27-04-2006 |
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Los árboles, los truenos y la lluvia esperan a Juan. La tormenta no se desata hasta que él está con ellos, en ellos. La tierra y el cielo se unen para darle espacio a su soledad y su anhelo delirente... Juan Manuel, ¡¡Curiche maravilloso!! este cuento es precioso. Precioso y enormemente simbólico. Mis *****// Mira la puntuación. Hay demasiadas comas. El punto seguido a veces es preferible. Piltraja |
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27-04-2006 |
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Volví a leerlo.
Para qué agregar algo al primer comentario?
Es IMPRESIONANTE, amigo!!!
Un lujo de verdad poder leerte!!! elnegropablo |
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26-04-2006 |
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Me has transportado dolorosamente como unos 20 años atras. He visto reflejada a una de las personas que mas he querido en el mundo, en esa soledad, en esa historia impresa en cada surco de la piel... Si, esto huele a dia de lluvia, a tormenta en el horizonte, a esos días donde solo parecen transitar las ánimas en pena y donde el crepitar del fuego, parece mandar mensajes ocultos. Me huele a ceniza, a rescoldo, a brasero ... a mis felices días en casa con mi abuelo. Un susurro susurros |
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26-04-2006 |
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Hermosísimo tu texto. Bello mensaje acerca de la comunión del hombre con la naturaleza. 5* OrgiadeAngelesConTrompeta< /a> |
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25-04-2006 |
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gemidos ante un orgasmo múltiple de la tierra, la que ha sido germinada por la lluvia....un lenguaje rico ,solo los talentosos escriben asi sin duda***** monica-escritora-erotica |
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25-04-2006 |
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Genial, las descripciones son tan perfectas que este relato, se vive y se huele, como ese bosque y esa tormenta. Hermosísimo, me dejaste sin palabras. No lo había leído antes. Besitos y estrellas. Magda gmmagdalena |
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23-04-2006 |
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Fantástico creo que lo leí antes y por algún motivo que no recuerdo no te deje comentario, hoy regrese leyendo otros relatos de amigos, y me encontré nuevamente con el, si antes no pude, ahora quiero dejarte mis felicitaciones y decirte , que describes tan bien en tu relato a la necesidad de una compañía, la soledad no es buena para nadie cuando es tan dolorosa.
Me encanto, besos.*******
lagunita |
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23-04-2006 |
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Llego tarde a tu relato amigo, pero nunca es tarde si la dicha es buena suele decirse. Y yo hoy he saboreado esa tormenta aparatosa eléctrizante, he husmeado sus sabores, he permanecido bajo el ciprés aguardando el desenlace de las fuerzas de la naturaleza, dejándome seducir con tu fina prosa poética y me he empapado por completo de ella. Me voy como un hombre nuevo, sucede así cada vez que te leo. No sé porqué o... sí lo sé. Un abrazo amigo y***** josef |
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23-04-2006 |
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tus letras nos hacen sentir, oler, recordar, soñar gracias por eso. saludos kuthelia |
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22-04-2006 |
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Hermosas y vívidas descripciones que van "in crecendo". Impecable.***** agua_viva |
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21-04-2006 |
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Bendito el que logra llegar tan alto. gatelgto |
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21-04-2006 |
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QUE COSA IMPRESIONANTE, MI AMIGO!!!
Mirá como quedé!
empapado y cagado de frío! Pero con el pecho saltando y el corazón al galope como Luna Blanca...
HERMOSISIMO!!!
MUCHAS GRACIAS, COMPAÑERO!!!!! elnegropablo |
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20-04-2006 |
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Amigo que maravilloso es todo lo que describes, no se te escapa nada, me pareció estar en el lugar, sentir el aroma de la tierra húmeda, ver ese cielo oscuro y amenazante, los árboles meciéndose al compás del viento, y hasta pude imaginar los ojos del chuncho.Luego ese galopar enloquecido,entre yegua y amo, maravilloso, pienso que es como querer sacar todo lo que juntamos dentro de nosotros, gritarlo con toda nuestra fuerza.
Me gustó mucho, lo que dices acerca de los truenos, ese clamor fuerte, que a mi, me dan terror, desde pequeña, y no cambio, a pesar de que mi abuelo, siempre me repetía, no se asuste, el rayo ya calló, pero igual temblaba de miedo.Esa comparación, es muy acertada, es como el orgasmo de la tierra, qué genial.
Describes tan bien la soledad que embarga al personaje.
Bello, demasiado bello.
nada perturba la charla entre el laurel y el avellano; la araucaria toca las nubes con sus ultimas hojas,
Sabes, copié este pedacito, porque hasta setí el aroma que produce el laurel cuando llueve.
Felicitaciones*****
Besitos Victoria. 6236013 |
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19-04-2006 |
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Que maravilloso!!!. quien pudiera lograr ese estado tan maravilloso que pintas. Me gusto mucho. Te dejo todas las posibles y algunas mas. Un abrazo, parakultural |
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19-04-2006 |
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Es formidable compañero. Sentí la calma y el paroxismo. ha evolucionado en su prosa. Lo veo más poético. En su texto está todo el Newen de esta tierra. Ud. me entiende. NeweN |
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19-04-2006 |
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Juan está solo, pero yo no creo en su soledad. Un ser humano que agarra la vida con tanta rabia, se funde en la naturaleza, buscándose en los truenos, aunque tenga el corazón doblado en tres, no está solo. Este texto emociona. sophie |
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19-04-2006 |
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¡Que belleza de relato!, don trona y su yegua Luna Blanca en comunión con la naturaleza enfurecida, como a veces en el alma se depiertan esos sentires. La narración atrapa en su desarrollo, penetran los sentimientos, se ve la luz del rayo, los ensordecedores truenos se escuchan y esa lluvia sureña que como telón de fondo penetra hasta el alma misma. Nostalgias con el poema de Juvencio Valle que encabeza esta historia de soledad, pesares, desgarro y grito, el poeta que nunca estuvo ausente en la mesa de noche de mi padre. No tengo más que cinco estrellas, multiplíquelas, amigo, por la eternidad sin fin. jota_ce |
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18-04-2006 |
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Magnífico texto, amigo. Escrito con una sensibilidad a flor de piel para ir describiendo cada páramo, cada sensación vivida en comunión por ese animal hombre naturaleza. ¿Que somos frente a los elementos, al desborde de las nubes y de las riberas de los ríos? ************* Shou |
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18-04-2006 |
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Ausencias, recuerdos, seres queridos que se fueron, dolores, y soledad. Mucha, mucha, mucha soledad. Y una unión compartida y estrecha con Luna Blanca.
Y luego la lluvia, la tormenta, el fuego de los rayos y el ruido de los truenos y al fin la anhelada y esparada comunión.
Hombre y animal. Hombre y naturaleza. Hombre, locura, quimera, más soledad... ¡Qué hermosura de poema!
Un abrazo campeón. ***** Noguera |
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18-04-2006 |
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“los rayos, los truenos, relámpagos y torrenciales lluvias, son la vida misma”, cuánta verdad hay en esas letras, el texto mismo es la descripción de la relación hombre-naturaleza, por un instante me sentí don trona montado en su luna blanca, admirable relato!, usted es de los grandes don curiche. Un abrazo y todas las estrellas del universo. Amirita |
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18-04-2006 |
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Solo puedo decir que cuelgo el firmamento con todas sus estrellas en esta comunión de hombre y naturaleza, mis felicitaciones para el poeta y mi admiración por don trona. anselmo |
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17-04-2006 |
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Amigo mío: esom na vale!!! Escribes muy bien...pero además tienes paleta de pintor y en este texto, hast me pareció que eras músico. Si hasta el finalizar el texto, truenos...vientos... de la 6ª sinfonía escxuché. Y no estoy loco. Una maravilla, hermano, como decimos, en mi pago chico. Muchas estrellas para este soberbio espectáculo.
Máximo islero |
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16-04-2006 |
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Impresionante relato, escrito desde el centro mismo del corazón, imágenes y sonidos que se escuchan y se ven. Una historia de vida que me hace respetar y admirar en su plenitud a don trona, no tenía el conocimiento de sus momentos, truenos, relámpagos, lluvia y la complicidad de su yegua, ¿loco?, no, es un hombre cabal que vive con intensidad todo lo que la tierra le puede regalar. Maestro, es usted simplemente un poeta genial. Cinco *S saucelloron_70 |
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16-04-2006 |
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QUE BARBARO, AMIGO!!! lo que me estaba perdiendo... No voy a comentar el texto porque debo releerlo varias veces, pero si puedo decirte que me pareció EXCELENTE!!! UN ABRAZO! elnegropablo |
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16-04-2006 |
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La danza de la vida con sus soledades y sus ausencias, es tu narración tan nítida, costumbrista y hermosa en sus detalles. Muy poética, “Te puedo decir que es un soberbio espectáculo de la creación, me gustan esos momentos, suelo salir en medio del estruendo, habitualmente bajo la lluvia, es uno de mis momentos”, así es él, don trona, el campo y la montaña, los valles y los bosques, una yegua y su amo en comunión con la briosa naturaleza. Locos, así lo son, estos huasos arraigados a sus tierras y lo que ella les regale, las inclemencias y a veces desafortunados procesos, son la rutina del campesino y también la satisfacción de sus logros. Muy hermoso, mi *****s.
catalina_monti |
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16-04-2006 |
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Me ha impresionado el cuento que nos has entregado inspirado en una breve conversación en la red. Lo he leído varias veces, completo, y he sentido como si hubieses cabalgado a mi lado en medio de la tormenta. eso es talento, llevar la poesía en el corazón y dimensionar los sentidos más allá de lo que se puede describir. Este relato es toda una gran poesía. Agradecido de su dedicatoria y entrega, me has regalado belleza desde mi dolor. Hermoso los versos que encabezan el relato, muy bien elegidos, Juvencio Valle, un poeta de la tierra. Con mucha emoción mis 5*s. tronador_68 |
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16-04-2006 |
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miqueridoJuan,...impecable.Amo tu pluma.Se de "tu comunión".Vayan todas las estrellas que mereces, no me atrevería a enumerarlas. gringuis_ |
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16-04-2006 |
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Una narración soberbia tanto en sus descripciones como en el logro de situar al lector en esa " Comunión " de un alma atormentada con la naturaleza y su fuerza indomable. Una tormenta en el bosque, un hombre y su yegua en común unión de expresión, la lluvia, el llanto, el trueno, los lamentos, hombre y animal unidos en una sola imagen, una silueta, una sombra. " El loco ", ese hombre que puede desahogar sus dolores con la misma furia que le antepone la tormenta, el rayo, el trueno, la lluvia, ese loco, nunca agredirá a nadie, no lastimará, no ofenderá, su catarsis está en el bosque en medio de la furia de los elementos. En lo literario, excelente redacción y sin caer en la exageración hermosas descripciones del entorno y del personaje. Magnífico, mis felicitaciones, mis estrellas y mi admiración. Ignacia |
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16-04-2006 |
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Prosa impecable, ya lo dicen los compañeros; Paisaje adentrándose por las pupilas de la imaginación, amo y yegua entran directos al corazón, allí donde es más fácil acceder,tan sólo hay que tener la cancela abierta.
Pues bien Juanma, mi cancela te ha recibido de par en par y no sólo me ha gratificado leerte, además me has emocionado en tu final.Chorrea la soledad mojada, se la siente compañero.Te quiero mucho.Bravo mi narrador.***** Gadeira |
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15-04-2006 |
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Excelente narración.
Has pintado maravillosamente esa "comunión" tan esperada.
Y ese arrastrar soledad y ausencia me han emocionado.
marimar |
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15-04-2006 |
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Al entrar en su casa, ingresa a sus soledades, ....
esta fue la frase k mas me llamo la atencion , k mas me llego
me gusto bastante tu capacidad descriptiba........ es algo k ami me falta mucho jejej RENACERLIBERTARIO |
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15-04-2006 |
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Prosa impecable, magistralmente escrita. La omnisciencia del narrador expresa muy bien esa COMUNIÓN hombre-naturaleza... "¿Qué somos frente a los elementos, al desborde de las nubes y de las riberas de los ríos? ". Me encanta ***** sorgalim |
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