Inicio / Cuenteros Locales / nam56 / La bicicleta Azul del chiquilin.
El barrio había sido para todos un ir y venir de casa en casa, -a puertas abiertas- , desde el primer televisor en blanco y negro que trajo el ruso de la esquina a los asados hechos con madera de andamios en la construcción del tano Duilio, pasando por los matecitos con bizcochos de grasa y por supuesto las fiestas. ¡ Qué manera de recibir baldasos de agua en los carnavales !
Los pibes tenían sus grupitos separados por edades, pero en este barrio de Haedo la barra brava era justamente la de los más chicos. Una vez, al regresar de uno de sus viajes por el interior don Juan Carlos, el Ruso, le trajo al hijo menor una bicicleta. ¡ Qué alboroto que armaron los chicos! El chiquilín todavía no había logrado acercarse a su flamante bicicleta cuando los demás miembros de la banda, Julio, Korgito y la Cecilia ya estaban peleándose por ver quién sería el primero en dar una vuelta en la '' Azul ''.
Al poco tiempo también ellos recibieron sus propias bicicletas y desde entonces las distancias empezaron a acortarse. Ya no era tan difícil llegar a la casa del viejo José o al galpón de la avenida Gaóna; solo montarse en los briosos corceles y al grito de ¡ Vamos Silver! lanzarse a la aventura.
A los chicos les encantaba sentarse debajo de la morera en la casa del viejo José a escuchar las largas anécdotas que él les solía contar con lujo de detalles ; la historia que a José más le gustaba relatar era la de aquella vez que de una sola piña lo noqueó al chorro que le quiso robar la cartera a su prima Eulogia. Pero la preferida de los chicos y la que más les provocaba curiosidad era la historia del viejo galpón de la avenida Gaona. Según el viejo en las noches de San Juan y San Pedro después que todos se iban a dormir aparecía el alma en pena del difunto Rufino Soto que se había quemado saltando de fogata en fogata. Tanto les gustaba esta historia que uno de esos años decidieron comprobar si era verdad y haciendo uso de todo su coraje se quedaron escondidos en una zanja en el potrero.El olor a quemado y el humo de los últimos maderos de San Juan inundaban el aire. Un croar de sapos interrumpía el silencio de la noche, entonces, cuando ya todos se habían ido a dormir; la banda, bicicletas en mano, entró al galpón. Sólo se escuchaba la respiración y el ruido de las cadenas mal engrasadas de las bicicletas. De pronto un enorme grito cortó la fría oscuridad del lugar: los chicos salieron corriendo despavoridos y yo, que de todos modos no tenia a dónde ir, haciendo a un lado la bicicleta azul del chiquilín me fui, botella en mano a dormir otra noche en mi cama de cartones del galpón de la avenida Gaona.
© Norberto Adrian Mondrik.
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Texto agregado el 18-03-2006, y leído por 402
visitantes. (2 votos)
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Lectores Opinan |
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18-12-2011 |
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Me nacanto Adrian!!Me llevo lejos...antaño, por recuerdos de bicicletas...haedo y gaona ;)) Estrellas y todos mis votos! ahava_Asura |
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19-03-2006 |
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Las leyendas urbanas o rurales, son un caldo de cultivo magnifico para avivar la imaginación y más,si se trata de niños.
Cuántas aventuras...Felicidades Adri,te has conseguido otro bello cuento.Me encanta tu prosa sencilla y creible.***** Gadeira |
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18-03-2006 |
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jajaja, buenísimo! lo que es la imaginación infantil. Besitos y estrellas. Magda gmmagdalena |
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