Detrás de la muralla intraspasable habita un mundo que ninguno de nosotros podría siquiera imaginar. Del otro lado de la barrera hay todo un universo de emociones esperando por ser descubiertas, por ser vividas.
De este lado habita una apatía de la cual todos estamos hartos, pero ¿quién será capaz de acercarse al muro inquebrantable?. La respuesta habita en el aire, se respira, todos la sabemos pero a ninguno se le ha ocurrido todavía pronunciarla; es un susurro que retumba en los oídos cuando todos duermen, es un zumbido incansable que llega a cada rincón y que es apenas perceptible; esa respuesta es: nadie.
Simulamos, sí. Es lo único que nos queda, unos por allá presumen de ser felices, otros de estar contentos, pero sabemos que no es cierto porque hace tiempo aprendimos que las máscaras que hacemos para hacer creer a los demás que la pesadez del ambiente no nos afecta no engañan a nadie, salvo a nosotros mismos.
Un día llegará, sin embargo, quien pueda derribar el muro, quien sea capaz de desafiar a todas las leyes de la naturaleza y de la lógica y en un arranque de desesperación salte del otro lado. Y cuando eso pase todos sabremos que es posible llegar, y llegaremos.
Mientras tanto yacemos aquí, con nuestra comparsa comunal lista para repartir más disfraces que nos hagan engañarnos a nosotros, y sólo a nosotros. El tiempo pasa y cada vez se lee menos el letrero que adorna lo más alto de la muralla en el que todavía, haciendo un esfuerzo se puede leer “Aléjese: Muralla Miedo”. |