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Foro:: Crítica. Tertulia de puetas y payadores.

con todo nuestr cariño a Catalina_monti y ño mañungol

(La ignacia escribió el texto, solo le ayude con un par de ideas, pero, es una bonita tradición allí en la zona agraria de la provincia de Colchagua)

Una tradición familiar.


La carreta enflorada.


Casi cien años han transcurrido desde que un joven labriego llegó a afincarse por los predios de Santa Cruz, levantó su primera casa, las casas para los inquilinos y una pequeña capilla a la que dedicó gran esmero dada su profunda devoción. No existían caminos, habría que esperar mucho tiempo para el delineado del Camino Real, por lo que el día de su boda, la novia, viajó unos cuantos kilómetros en una carreta tirada por una yunta de bueyes, para casarse en la pequeña Capilla de la Santa Cruz del Valle.



Sobre el altar, un Cristo tallado en madera rústica acoge a los lugareños que cada Domingo reciben la visita de un sacerdote para celebrar la Santa Misa. Ventanas ojivales con vitrales de artesanía, filtran la luz del sol, regalando en el interior haces multicolores; bancas y reclinatorios de madera de roble, la Virgen del Carmen en su altar decorado prolijamente, las doce estaciones, en retablos de madera pintados y con ornamentos dorados, vigas a la vista, muros de adobe blanqueados con cal, baldosas rojas centenarias cubren el piso, puerta de pesada madera nativa, escalinatas de acceso de piedra.

El transcurso del tiempo y la ardua labor han dando sus frutos, además del crecimiento de la familia del colono y sus inquilinos. Las bodas, bautizos, primeras comuniones y velorios de difundos se realizan en la capilla, siempre acompañados por el cantar de payadores de la zona. La comunidad fue creciendo, los primeros trazados de caminos permitieron un mejor desplazamiento hacia y entre los pueblos de la provincia.

Así como solo lo sabe el tiempo, llegó el momento de la boda de la hija mayor de la familia, hermosa joven de diecinueve años que contraía matrimonio con un profesional de la ciudad. Al igual que su madre llegaría en carreta a la Capilla de la Santa Cruz del Valle, una “ cabrita ” ( cabriolé, carruaje sin puertas con cuatro asientos ) tirada por una briosa potranca de blanco pelaje, y un arco de rosas blancas detrás del asiento del cochero; al igual que su madre, no renunció a su atavío de novia y siguiendo la costumbre del lugar, pese a no ser campesino, el novio vistió con orgullo el tradicional vestuario huaso, botines, espuelas, manta corta de Doñihue, cinturón de cuero labrado en Colchagüa y sombrero huaso, estilo andaluz.

El nuevo matrimonio se radicó en la ciudad, en donde dió inicio a una prolífera familia, nueve hijos y solo uno, el menor, encontró su destino en el predio del abuelo, llegó su tiempo de enamorarse y casarse en la Capilla del Valle. La novia, a quién conoció en una visita a una parcela vecina, vistió sus galas nupciales y llegó a la capilla en la misma cabrita que utilizó su suegra, con la única diferencia que las rosas blancas fueron acompañadas por claveles blancos y alelíes.

En el devenir de una generación tras la otra, como el caudal de un río que nunca se detiene, la tradicional carreta enflorada del valle, condujo a la capilla a todas las novias del lugar con sus galas de novias y sus huasos en el portal de la capilla, esperándolas.

En los últimos veinticinco años las mejoras en senderos y jardines, embellecieron el ingreso a la capilla, las carretas tiradas por dos caballos blancos, un cochero con vestuario huaso, guirnaldas y ramilletes de flores blancas, y rojo tapiz de terciopelo en el asiento de la novia y su padrino.

En Noviembre, recién pasado, se realizó, hasta ahora, la última boda, en esta oportunidad hubo una celebración doble, se casaron las dos hijas del matrimonio de Manuel y Catalina, las novias y novios dieron solemnidad a la hermosa tradición y por que no decirlo llenó de orgullo a sus padres. Ellas, vestidas y peinadas de igual manera, sin ninguna diferencia en sus tocados de tul y un padre emocionado, Manuel, con una hija a cada lado, ingresó a la capilla entregándolas a sus esposos, que siguiendo la tradición esperaron en el portal con sus mantas cortas de Doñihue, cinturón colchagüino, botines con espuelas y sombrero de huaso, junto al altar de la Capilla, Catalina vivía una especial ceremonia, a sus ojos llegaban las imágenes de quienes antecedieron a este hecho, los rayos que ingresaban a través de los vitrales multicolores reflejaban los rostros de quienes antes compartieron el mismo altar para unirse en sagrado vínculo, la figura del labriego que llegó a Santa Cruz construyendo un predio con su Capilla, la primera abuela que llegó a la puerta de la Iglesia sobre la carreta tirada por cansinos bueyes que no entendían de apuros, una vorágine de recuerdos lejanos y cercanos la envolvía, hasta llegar a visualizar el día de su propia boda, acompañada de su padre en la misma carreta enflorada en la que llegaron sus niñitas, a unir su vida con la de su Manuel.


No muy lejos del lugar, un centenario álamo solitario se mece cadenciosamente con la brisa del atardecer, silencioso testigo de sombra y compañía para Catalina, en los momentos de sueños y tristezas, esperanzas y la felicidad del inicio de su compromiso de amor. La solemne ceremonia continúa, el sacerdote habla con sabiduría a los jóvenes esponsales, en el portal de la Capilla, una carreta enflorada espera a los novios.


ignacia-curiche

Texto agregado el 29-12-2005, y leído por 1538 visitantes. (21 votos)


Lectores Opinan
23-10-2008 Es reconfortante recrear escenas de nuestras arraigadas tradiciones, gracias a estas sentidas letras. Un saludo cordial. pantera1
29-03-2006 Es un texto delicioso curiche.Tienes el don de retransmitir imagenes a través de tus palabras.Tan bello tu cuento.Daría algo por asistir a esa boda llena de tradición.Bueno...he asistido gracias a ti.***** Gadeira
28-03-2006 Excelente su narrativa. mis respetos. Kristo kristopher
20-03-2006 ¡Qué hermoso texto!, parece que me lo estaba perdiendo y de dos grandes autores de la página. Vayan mis felicitaciones también para Ignacia. Pienso que con escritores como ustedes, nuestras hermosas tradiciones, jamás se perderán. Besos para ambos. *****. Pilef
28-02-2006 siempre perdura lo que se realiza con buenos sentimientos y amor. muy bonito de veras. Las tradiciones no deben perderse nunca***** eslavida
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