Pude percibir esos olores viejos que traían recuerdos de la infancia. Al ir acercándonos poco a poco al pueblo daba la impresión que todo estaba igual pero a la vez tan diferente. Volver después de tantos años a la tierra era como un sueño, aunque quizá en otras circunstancias.
Muchos también habían regresado. Todo había empezado unas semanas antes, desde luego, debido a la ocasión. Estaba seguro que vería muchos parientes, me preguntaba que sería de sus vidas. Fue un viaje largo desde el norte a orillas del mar. Las estrellas estaban en lo alto del cielo, una de ellas, la más brillante, presagiaba un gran evento. Era una ocasión especial.
Las luces del pueblo se veían a lo lejos, apresuré la marcha, quería descansar, aunque pensaba más en mi esposa y en el niño. Había mucha confusión, los olores de la infancia habían quedado en el camino. El pueblo no era como lo recordaba, la gente buscaba su propio provecho. No fue el gran encuentro que había imaginado.
Eran extraños, aún mi familia y amigos. Los pocos que me reconocieron me volvieron la espalda. Se habían olvidado las buenas costumbres. A pesar de que estábamos todos los vi distantes. En realidad hacía falta el amor. Pude encontrar un albergue, muy costoso y nada bueno. Era lo único que había.
Un guardia me miró extrañado, preguntó mi nombre, “José, soy efrateo de Belén de Judá...”
JB |