Las palabras son primas lejanas de los sentimientos, pero les llaman, los sublevan, sólo a través de ellas son capaces de fluir de un corazón a otro. Acompañan miradas, caricias, besos. Sólo ellas, en ellas, viajan las esencias de nuestras almas.
Amanece tímidamente, tras apáticas nubes violetas. Han pasado la noche sobre la bahía, sin otra intención que jugar con las olas del mar. En el invierno nos asalta, también a ellas, esa extraña tendencia a la quietud, en busca de un refugio.
Me quedan lejos tus recuerdos y silencios. Hago esfuerzos, en estos días nostálgicos, para encontrarme con ellos, siempre jugando al escondite, ver un instante en mis ojos cerrados los tuyos, y la luz que en ellos habitaba.
Alguna vez, cuando me llega el aroma de un jazmín cercano, se vuelve un juego redibujar tu figura en el aire, acariciarla liviana, etérea.
Cantan las rocas mientras las roza el mar.
Me viene el sabor de tu sexo, dulce y soberbio, como todo en ti, en esa mezcla loca de orgullo e infancia.El mío sobre tu lengua juguetona, henchido, palpitante.
Tus palabras no vinieron, nunca, se quedaban en el borde de esos labios encarnados. Quedaron huérfanas las curvas blancas de tu cuerpo en mi cama, sin caricias sonoras, sin mordiscos en las orejas.
No hay mesa, ya no hay mesa, para tan delicioso manjar.
En el pantalán zarpa un velero, sonido de cabos corriendo, lonas que se tensan, como lo hacías tú conmigo cuando te recorría lento. Un pequeño rayo de sol anda perdido, saltando de cresta en cresta sobre las olas, silva a su paso tu nombre.
Contesta a mi soledad, y a tu silencio.