Ahora que ya no estás, ni quiero. Así empezaba una carta que no llegó a visitar el papel. La pluma se negaba a mentir de tanta tinta de verdades que le habíamos cargado.
Volvías tú, de nuevo, a estar en el sofá, frente a la chimenea de charlas y abrazos y vinos. Nos celebrábamos en nuestro pequeño mundo sin normas, allá donde habitan nuestros deseos.
Fuera el mar sonaba, bravo, acompañando nuestra batalla. Nos encendimos de besos, olas entre nuestras bocas, mientras caían sordas las ropas sobre la alfombra.
Dentro de ti, abrazado, latiente. Se desata la furia, la gloria, nuestros espasmos. El viento agita fuerte nuestro bosque y se quema, entre los árboles una última esperanza de tregua.
Reposas. Dormitas en el sofá y el fuego se vuelve azul al pronunciar tu nombre. Danzan las llamas sobre los troncos imitando mis caricias.
Sonrío, es el crimen de ser felices juntos, el resto fuera.
Tu aroma, como una extraña melodía, lo ha invadido todo.
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