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Con la esperanza de convertirse en un príncipe encantado, el primogénito del aprendiz de mago bebe la poción y salta al estanque de las ranas. Tiempo después, la princesa Melí visita el espejo de agua, donde está justo lo que buscaba. De inmediato ordena a su criado recoger cada rana, salvo una, la más grande y brillante, pues su mirada tierna y gesto afligido atraen su atención; la toma entre sus manos con sumo cuidado, le toca una verruga, la escucha croar y le mira muy de cerca; pero renuente a estúpidas fantasías decide no llevarla a sus labios, sino hasta el siguiente día cuando, una vez guisada, forma parte del menú ofertado en Palacio: ancas de rana en sofrito de tomate. |
Texto agregado el 25-11-2005, y leído por 426
visitantes. (10 votos)
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Lectores Opinan |
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24-10-2008 |
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Muy buen relato, ironía la máximo- pekejimenez |
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14-09-2006 |
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Gracioso y cruel. 5* regina_mojadita |
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01-09-2006 |
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De las mejores minis que tienes, la estocada del final es brutal. *Saludos cordiales* charlesworth |
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22-04-2006 |
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¡qué cruel! totonaca |
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26-12-2005 |
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Magnífico e inesperado final. margarita-zamudio |
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