Como hierro candente
traspasas el alma,
y nunca mas se haya calma
con el corazón, tan ardiente.
Peor eres que la peste
pues corroes sin matar,
y haces del triste este
el vehículo, donde viajar.
Vete y no me utilices,
que a nadie quiero dañar,
mas al cielo quiero clamar,
¡que me perdonen las infelices
que creyeron oírme llamar!.
Se me negó el deleitarme
cuando de joven te conocí,
por eso quiero olvidarme
lo que contigo, una vez sentí.
Una vez si, y te creí eterno,
cuan equivocado estaba,
cuando todo acababa,
me sumiste en el infierno.
Cautivo soy,
y a ello debo,
los barrotes que hoy,
impiden, lo que quiero.
Barrotes que yo forjé,
libertad de la que me prive,
bien lejos la llave arroje,
y en mis recuerdos me refugié.
Motivos en mi vida me impiden,
seguir los dictados del corazón.
Por voluntad propia, mi ama es la razón,
Y por la de Dios, lo que en mi vive.
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