Despacio
Antes de salir y hacerme hombre quiero algunas cosas. No son cosas especiales, ni siquiera para mí, pero me son suficientes y no quiero otras. Quisiera que mi madre, falta que no haya muerto en el momento en el que esto pudiese suceder, canatara como cantaba antes, o como, mi memoria es capaz de estas cosas, nunca a cantado. No espero una canción de cuna, sé que mi madre me quizo tanto que jamás hizo falta una, siempre estuve entre sus brazos, por lo menos hasta que pude desplazarme erecto sin su ayuda. Aún se me puede ver prendido a ella en las noches en que mi cama es muy grande y yo muy pequeño. Ella, a pesar del incremento de mi peso corporal, sabe resistirme y no me ha dejado caer nunca. Mi madre es una mujer fuerte, pero ya no canta como antes. Procuraré, antes de arriesgarme en la lejanía, más allá de donde puedo ver ahora mismo, entre árboles y caminos extraños, escuchar aunque sea una vez más como respira hondo, como deja salir el aire contrayendo cierto lugares en la garganta, tan suave que se podría decir que no es un sonido lo que produce, sino que deja salir su alma, para que acaricie la mia y la haga sentir cosas.
De mi padre no pudiera esperar siquiera que me extendiera la mano. Evita el contacto fisico y concidera una ofenza el que uno se acerque más allá de lo que el ha disuesto. Eso lo he aprendido bien y he tratado de aplicarlo sin ninguna clase de éxito aunque sin arrepentimiento. Aún así no se podría decir que que ha impuesto una distancia entre nosotros. Tiene una mirada grave y calida, parpadea con suavidad y no hay mejor reconfortante con su mirada tendida en uno, por el tiempo que sea, supliendo la ausencia de sus manos y de sus labios. Es de esperar que al marchar me detenga pasos después de haber cruzado la puerta y voltee repentinamente a buscar su mirada, a modo de despedida. Pero con seguridad él no estará ahí. Se ha hecho muy viejo y se le han olvidado cosas, entre ellas mi existencia. Aunque conserva el peso de la mirada, ahora me mira extrañado, esforzándose por no olvidar que somos animales de la misma especie y que no represento un peligro. Le he visto temblar y hasta algunas veces me ha gritado, si sus gemidos estertóreos pueden ser gritos, que me vaya en la lengua de sus padres.
Me he sentado en el tejado a pensar en aquello. Desearía que ambos estuvieran en condiciones de despedirme. Pero sé que han perdido el deseo de mi cercanía y la conciencia de haberme dado la vida.
Aún así espero, al lado de la puerta, a que alguno de ellos aparezca para poder marchar. |