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Pero aquí no


Acostarse y pensar, esas cosas pasan. No. No en esta casa. No, no piensa, sólo se acuesta. En su casa. En casa soy un hombre seguro, en casa, si salgo... debería mantener las manos en los bolsillos, me vería obligado a mantenerlas allí justo hasta que tenga donde ponerlas o donde... no, eso no. Si no saliera, eso nunca podría ser, y por el contrario contara con todo lo necesario para sobrevivir ahí. Necesitaría además un cuerpo que no tengo y que pudiera moverse por ella. Si tuviera aquel cuerpo, no sería necesario uno fuerte o esbelto, las cosas no estarían mejor, un cuerpo requiere de grandes espacios para ser cuerpo y, esto es importante, esos espacios sólo los hallaría lejos de mi casa. Podría ir lejos, pero eso lo haré después. Puedo hacerlo y nada me lo impediría. Esas cosas no lo hacen sentir a uno mejor, aunque cabe mencionar que se le reconocen y, en perpectiva, pueden significar ciertos beneficios. Esto no es importante. Hay otras cosas. Tengo un violín y un lapiz, y aún, pese a los consejos de personas cercanas, no he decidido si ser músico, dibujante o poeta. Bastaría un impulso para decidir. No me inclino por ninguna, para las tres carezco de talento, así, soy afortunado: no tengo responsabilidades con la gloria o la posteridad, no puedo pretender cosas ni trazar líneas en el horizonte para alcanzarlas. Podría dibujar el violín con el lapiz y hacerlo sonar escribiendo un verso. Un verso. Eso suena mal, muy mal. Verso. El violín no sonaría, menos con un verso. Eso sería... Eso se sabe... Un verso. Ja. Mejor no hablar de eso. Mejor no dibujar nada y no mencionar esa palabra nunca más. Nunca más. Sería un desastre. Bueno, ahora... una palabra menos. Eso es bueno.
Sobre la cama he puesto el violín, ahí está salvo de sonar, protegido por su estuche. Bueno, no es obligatoriamente un estuche muy grueso. Es algo como... Hay que decir que el violín no tiene estuche. Lo he puesto sobre la cama. El lapiz... del lapiz hablaré después. La cama. Sobre ella he puesto el violín para que no suene. No ahora. Me preocupa que tendré que acostarme en ella cuando llegue la hora de dormir, ¿Dónde pondré el violín entonces?¿Qué haré con él? Estas cosas me preocupan. Desconozco otros lugares que puedan albergar algo así, tendría que pensar mucho al prespecto y me diría: "pondré el violín, sí, lo pondré... pero no aquí, pero no aquí" y finalmente no hallaría donde ponerlo; después de eso me vería en la obligación de tocarlo ¡El violín suena!, eso es un descubrimiento. Y tocándolo me podría hacer a la cama, dormir en ella, o intentarlo, pero... podría dormir en otra parte, debería, fuera de aquí por ejemplo, o fuera de otros lugares, pero no aquí, pero no aquí. Allá. O más lejos que eso, lo más lejos que pudiera ir, entre las dos montañas que veo ahora, entre el espacio que hay entre ellas y entre ellas mismas. Sería un viaje largo, o por lo menos un viaje. Me desplazaría. Desplazaaarse ¿Y después de eso qué? Llegaría a las aguas, un río, o un lago tal vez, un pequeño estanque, eso me gusta más. Un estanque. Pequeño, de aguas claras y fondo verdoso, y sobre la superficie muchas hojas amarillas y rojas con la forma que tomaron al caer. Quiero describir esto bien. Llegaría por uno de los costados, bajando asiéndome de las raices y las ramas bajas, esto tomaría... un minuto, habrían arbustos rastreros, de flores pequeñas y exactas, de un solo pétalo, o dos, o tres. Sería algo para mirar despacio. Ya llegando sentiría el olor frío del agua, y en la piel el vapor de su fondo hirviente, esto... hirviente, digo esto sin que sea muy caliente. Una temperatura acogedora. Fría y caliente. Al verlo me dejaría caer, ya desnudo, despojándome de mis verguenzas para lavarlas, o dejarlas a un lado, eso no es importante, lo que hay que notar es la caída: Larga, recta y sin sobresaltos, como si regresara al lugar donde pertenezco y lo hiciera como algo natural. Una caída natural, eso es. Luego vendría esta cosa de la temperatura, cosa que entonces no representaría un factor determinante: me desprendería de mi piel, la doblaría y la pondría a un lado para que se secara, luego la podría unsar como un abrigo o haría un sombrero de ella. La cabeza tiene que estar protegida, eso es importante. El agua, el estanque, sí el estanque. Tras permanecer en el agua debería prescindir de varias cosas, como de... no son cosas visibles, son cosas corrientes o que si faltaran nadie extrañaría y de las que nadie quiere conjeturar al respecto, nadie, digo nadie sin saber si nadie existe. Y volvería adonde pertenezco, lejos de la tierra de mi madre, donde está mi lugar. Eso no se discute. Y estando allí vería a aquel hombre sucio y abandonado, que es golpeado por cosas que no conoce y que rueda, raspándose contra las virutas del suelo y el detritus de un cielo arruinado y goteante, para caer al borde de la casa de los más grandes para temblar de miedo, tan rápido que parece que no se mueve y que se quedará allí hasta que no haya nadie y pueda ir a otro lugar a ser golpeado, a asustarse y a temblar. Y entonces yo diría:
-Ese, ese que hasta ahí fue arrastrado y que ahora tiembla, ese soy yo - Y debería vivir con eso, pero algo, mucho más grande que yo, me diría:
- Vivirás, pero no aquí, pero aquí no.

Texto agregado el 24-10-2003, y leído por 222 visitantes. (0 votos)


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