Ensayo sobre el manipuleo histórico.

Conocer la historia de una nación ciertamente coloca al lector que es oriundo de ella en una posición estratégica, desde la cual, como observador, puede formarse una opinión centrada y aguzada de por qué su nación es como es y hacia dónde probablemente se dirige.

Sin embargo, escribir la historia de cualquier pueblo o nación supone una gran responsabilidad que debería ser considerada y asumida de antemano por los propios narradores de la historia, los cuales, lamentablemente muchas veces estuvieron influidos por prejuicios de distinta índole y más preocupados por hacer una obra que les destacare de entre sus contemporáneos, (incluso por quedar bien con algún círculo en particular de su tiempo siendo a menudo esta), que reflejar los sucesos de un tiempo determinado con un intento sincero de imparcialidad.

En cierta forma y por diferentes razones, válidas o no, se ha monopolizado la historia, y es hasta cierto punto extraño, ver cómo la tarea de escribir la historia se ha concentrado en un puñado de hombres.

Esto me lleva a pensar lo ventajoso que sería para cualquier sociedad el hecho de que cualquier persona que supiera escribir pudiera relatar la historia de la cual él es una parte, y por tanto, contarla tal como la han visto sus ojos. Esto, además de preservar el pensamiento individual, crearía una barrera natural contra el manipuleo histórico del cuál muchos pueblos y naciones han sido víctimas. La historia es tajante en este asunto pues muestra como los pueblos que en su momento han sido vencedores han torcido, manoseado, y alterado la historia para su propio beneficio, incluso, justificado sus infamias. La historia no debe ser contada por unos cuántos.

La arqueología en este aspecto ha jugado un papel muy importante al desenterrar, y luego interpretar, las culturas de individuos que usaron sus fuerzas para mostrar mediante sus cultura, algunos rasgos de su sociedad, lo que sin duda nos ha dado puntos firmes de referencia. Pero aunque la arqueología ha suministrado importantes puntos de apoyo, tiene las limitaciones que le son inherentes.

Cabe imaginar lo que sería la historia contada por múltiples individuos, los cuales desde diferentes perspectivas y diferentes frentes nos muestran un mismo suceso. Es de esperar que todos ellos al ver quizá una parte del todo, omitieran o distorsionaran ciertos aspectos e incluso se dejaran llevar por prejuicios de cualquier índole. Pero al mirar el suceso desde diferentes ángulos no podrían, por lógica, cometer todos ellos los mismos errores de apreciación. Entonces, como quién arma un rompecabezas, el historiador consultaría todas estas historias, tomando aquello que coincide e identificando y poniendo en segundo plano, aquello que evidentemente fue agregado o distorsionado por las razones que fueren.

Así, algunos pensadores empiezan a cuestionar si la historia de tal o cual nación es realmente lo que ha ocurrido o es simplemente una historia manoseada.

Lamentablemente son una excepción aquellos sucesos que tienen varias fuentes de información a las cuales remitirse para autenticar los hechos, y en cambio es común el dicho que dice que solo los vencedores escriben la historia, por supuesto, magnificándola y distorsionándola.

Sin embargo, los muertos y los vencidos también tienen derecho a decir lo suyo y sus voces, muchas veces apagadas, deben también ser escuchadas.