Advertencia de los Editores
Estimado lector, los diálogos que aparecen en este texto son transcripciones de las grabaciones que los ex-cadetes acordaron efectuar de sus reuniones. Los temas son esencialmente náuticos o relacionados con ello, por lo que no recomendamos su lectura al lector común.
Recogida cadetes antiguos (marzo 1949)
Imperio sobre mismo
El imperio sobre si mismo es una de las más importantes cualidades que puede poseer un oficial. Para mandar hombres hay que saber primero mandarse a si mismo.
(Capítulo III de El mando naval)
Un grupo de ex cadetes navales, que habían estado en la Escuela Naval, entre los años 1949 y 1953, se reunían en el Club Naval de Valparaíso todos los jueves al mediodía, con el objeto de recordar sus vivencias en la Escuela y a lo largo de sus vidas. Al poco tiempo las reuniones se habían convertido en reuniones almuerzo.
—Como todos se preparan para contar sus historias en estos almuerzos, esta vez lo hice —dijo X* en voz alta y continuó—: recuerdan que a todos nos extrañó desde el primer día, el letrero que aparecía a la entrada de los baños de ambos patios: “Jardines”. ¿Saben de donde proviene ese nombre? Pues bien, encontré un artículo que relata de donde heredamos este término, que yo, hasta ahora empleo para referirme a los baños. Voy a leerles textualmente lo que encontré, porque es entretenido —X* sacando un papel leyó—: Mar Océano, 1492, a bordo de la Santa María. Al son de cantinelas de este estilo comienza nuestra rutina diaria en la nave capitana a la que llamamos "La Gallega". Después de las primeras oraciones, antes del alba, las cubiertas ya están bien fregadas con agua salada y duras escobas. Comienza el ajetreo de maniobrar las velas para aprovechar del mejor modo los vientos, que a veces son esquivos. Nuestras conversaciones se hacen en una jerga náutica que se aplica a todo, y es para iniciados.
La gran fuente de diversión son los "jardines". Sentados en los asientos perforados colocados a proa y a popa, los simples marineros, los oficiales y el mismísimo Almirante, rendimos a diario nuestro homenaje a los cielos y a los vientos, recibiendo muchas veces el frío azote de una ola en partes muy sensibles de nuestra anatomía. En los "jardines" toda majestad se pierde. Allí somos todos iguales.
—Interesante lo tuyo, pero a mi lo que mas me impresionó fue el primer recreo que tuvimos junto con los cadetes de segundo año, en el Patio dos. Recuerdo que empecé a fijarme que había grupos de 3 o 4 cadetes que se paseaban conversando a lo largo del patio, algunos iban tomados por los hombros, pero varios otros grupos iban tomados del brazo, igual que las mujeres, pensé: ¿dónde me vine a meter? Estos son una tropa de maricones —dijo V* riéndose.
—No se dice maricones, ahora se dice gay —intervino Y* riéndose y continuó—, se dan cuenta que cada vez incorporamos mas palabras inglesas a nuestro idioma; la palabra gay está aceptada por la Real Academia, es el colmo.
—A mi no me impresionó tanto eso, lo que sí me alarmó fue cuando, en el casino, cadetes de segundo año nos ordenaban que bailáramos entre nosotros o con alguno de ellos, ahí sí que pensé que eran todos gays, como se dice ahora —dijo X* muy serio.
—Pero no todo fue tan malo para nosotros, los motes. Los de segundo año y nuestros queridos recachantes fueron los que mas nos molestaron, pero sólo durante el primer mes, después la cosa se puso más agradable —afirmó Z*
—Tienes razón, no fue tan terrible. Lo que más me costó fue acostumbrarme a que no debía cortarle la proa a un cadete mas antiguo; por despistado, los primeros días, recibí varios pechos y cuescos por no darme cuenta, pero aprendí pronto —agregó Y*.
—A mi, un trío de cadetes, que siempre andaban juntos, me ordenaron que todos los días, durante el recreo de después de almuerzo, debía ir a la sala de lectura, leer y memorizar las noticias mas importantes del diario La Unión y presentarme a ellos y debía decirles: “Las noticias del día son: …”, creo que eso fue lo que me hizo adicto, hasta el día de hoy, a leer la prensa —dijo R* riéndose.
—Pasando a otra cosa, recuerdan que en el Manual del Cadete, una de las primeras instrucciones que figuraba era que, a ninguna persona se le debía poner o tratar por un sobrenombre pero, prácticamente todos los cadetes tenían uno: macaco, cara de papa, hueso, el peo, el cola, el potro, tataña, el nene, la monja ¿quién recuerda otro? —dijo W*
—¡Yo!, ¡yo! —dijo X* en voz alta y continuó—: El sapo, el tapa, el fay, el nabo, cholula, el caco, el tuti, el lolo, el taco, caballito, tatín y así podría continuar con muchos más —terminó X*, mientras todos reían.
—Volviendo a los cadetes de segundo año, a mi lo que mas me desagradaba eran los recreos largos, pues te tomaba un grupo de ellos y lo único que hacían era preguntarte si aún eras virgen. Si te demorabas mucho en responder, pecho; si contestabas que eras virgen, zás pecho por poco hombre; si contestabas que no, zás pecho por degenerado; en definitiva nunca supe como contestar —dijo W* riéndose y agregó—, creo que todos los motes éramos vírgenes, aunque pocos, en esa época, se atrevían a reconocerlo.
—Personalmente, lo que mas me molestaba, era cuando te interrogaban sobre tu familia. ¿Si tenías hermanas? ¿Qué edad tenían? Si no eran tan feas como tú y así continuaban, a veces durante todo el recreo, yo tenía cuatro hermanas, de las cuales, dos pololeaban con cadetes mas antiguos, así es que imagínense —dijo P*.
—A propósito de cosas divertidas, ¿recuerdan cuándo el brigadier de servicio nos explicó que en la Armada, todos los días jueves del año, al almuerzo se comía empanadas? —luego de una pausa, Y* continuó— El otro día, leí un artículo que decía que esta costumbre se debe a que ese fue el rancho que se sirvió en la Esmeralda el 21 de mayo; así es como se van deformando las cosas, todos sabemos que mediante un decreto el Presidente Aguirre Cerda, por el año 1940, ordenó a las Fuerzas Armadas que al almuerzo de los días jueves se hicieran empanadas y que en la marina se cumple hasta ahora.
JORVAL
200805
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