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La poltrona
Estaba a una hora de la ciudad buscando a un carpintero. Las señas parecían coincidir, y tímido, toqué la puerta. La brisa movía los árboles esa mañana y me traía el olor de los cedros. Una mujer con manchones de pelo canoso y ojos pequeños, abrió y me invitó a pasar, me puso una silla amplia y me dijo: ¿Qué se le ofrece?
Dentro, era entrar a un fresco intenso, donde la sencillez y el orden disimulaban la pobreza: los cojines de la sala estaban hechos con retazos, dándole a los ojos la impresión de mirar un cuadro cubista. Blancas las paredes y entre el olor de madera nueva, el barro y el café hacían una mezcla incontrolable de fragancias. En medio, como división, estaba un juguetero. Sobre él, una colección de piezas labradas: animales, trasteros, cajitas, baúles, deliciosamente decoradas con pinturas de variados colores. Sin duda estaba en la casa de un carpintero. Pero la pieza que más llamó mi atención y deseo fue la poltrona.
Se encontraba más al fondo, y algunos rayos del sol caían sobre el respaldo, dándole una sensación de espejismo. La madera se había combinado con cordones de fibra vegetal, tejido con algunas figuras que sobresalían por su pintura con tonalidades suaves. La Poltrona se movía al compás de algunas ráfagas de aire.
— ¿Su esposo es carpintero?
—Sí, se nota, ¿verdad?
Me sonreí, ella también y tomé un águila con las alas extendidas, en cuyos ojos se advertía la furia.
—Mi esposo cada mes decía, hoy es tu cumpleaños y me ofrecía una figura. ¡Estás loco, estás loco! le gritaba y él, sonriendo, me contestaba que sí, que era por haberme encontrado. Yo me reía y le daba un beso, luego me arremolinaba en su pecho lleno de aserrín, para que no me viera llorar.
No pude más, me paré y rápido caminé hacia la poltrona, con el vivo deseo de dejarme caer; un grito agudo, helado, me detuvo.
— ¡No lo haga! Mi esposo tiene tres años de muerto, pero al menos para mí sigue vivo y está allí. Cuando yo me siento es porque él desea cargarme en sus piernas y tal vez no lo crea, pero el sillón se mueve.

Texto agregado el 19-09-2003, y leído por 783 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
04-04-2019 Qué conmovedor, amigo. rhcastro
01-10-2008 Relato tierno, muy emotivo y atrapante. Triste y dulce final. flop
17-02-2004 Me eriza la piel leerte. ¿Hay algo que diga más que eso? Morana
24-09-2003 Vaya... una poltrona que se mueve... supongo que se habrá tardado en hacerte el trabajo de carpintería. Muy buen relato. Saludos. Profugo
20-09-2003 muy bueno, me gusto, felicidades LaPatineta
20-09-2003 Qué rechulo Rubén! Gracias por avisarme. El final es lo mejor, sigue así, un beso: Potrilla_Tracia
20-09-2003 ¿Cuántos habemos que nos resistimos a romper con el pasado? me encantó tu narración. Me dispongo a seguir leyendo tu extensa obra. Borarje
19-09-2003 Preciosa forma de amor Ruben, tal vez un poco macabra como dice LaMaga pero preciosa al fin y la dulzura de la señora está muy bien lograda. Un beso. MCavalieri
19-09-2003 El final con el toque e ternura macabra me conmovió. nuevamente muy bueno. LaMaGa
19-09-2003 Te lo dije, está muy bueno...me alegro que haya visto la luz....voy a challarlo como su madrina. Saludos. meci
19-09-2003 Interesante ¿suspenso o realidad? jajaj, muy bueno, besitoss AnaCecilia
 
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