MI CALETA. ¿Cuento.?
- ¿Qué si yo tengo una caleta..? ¡Claro que sí! Y tú, y todos, tenemos una caleta en Cádiz. En el mundo, dicen que hay lugares maravillosos, de ensueño... pues éste es uno de ellos.
La Caleta de Cádiz, está situada a poniente, por donde se pone el sol en esos atardeceres de mil tonalidades. Allí se dan cita poetas, pintores, escritores, maravillados entre otras muchas cosas, por la intensidad policromática de los resplandores que despide el sol al esconderse en el horizonte atlántico, dejando a contraluz a babor y estribor el castillo y faro de San Sebastián y el de Santa Catalina ambos de amplios contenidos históricos de los que hablaremos detenidamente en otros relatos.
- ¡ Abuelo, vamos para casa, que ya es tarde..!
El sol aun se resistía a marcharse y asomaba por el horizonte medio circulo anaranjado que se sumergía lentamente a la vista de los que contemplaban ese prodigio. Ramiro, el abuelo de Mariqui, que desde la baranda lo llamaba para regresar a casa, leía atentamente un papel sentado sobre una roca, y a su lado una botella vacía.
- “Cádiz agosto de 1.811. Hoy, día 7, ha sido el mas feliz de mi vida. Me he entregado de cuerpo y alma a mi novio. Temo perderlo. Es soldado del Regimiento de Voluntarios de Cádiz y la defensa de nuestra ciudad se hace cada vez mas difícil. Estamos rodeados por todos lados y él no quiere ser un elemento pasivo....
Mariqui no esperó mas y bajó hasta donde estaba su abuelo, le ayudó a recoger la botella y le riñó cariñosamente por su tardanza. No vivían lejos de allí. El barrio de la Viña estaba a sólo unos pocos metros su comienzo por lo que en unos minutos estuvieron en casa.
- Papá, sabes que no debes estar hasta tan tarde en la playa. Luego te llegan los problemas.- Era su hija, la madre de Mariqui la que hablaba.
- No me he podido resistir – contestó Ramiro- He encontrado a la orilla esta botella cerrada con una carta dentro. Ignoro si será alguna broma de los graciosos de siempre, pero me da la impresión de que es auténtica. – Al decir esto, Ramiro enseñaba la carta que había encontrado dentro de la botella. Isabel, su hija comenzó a leerla detenidamente.
- ... los franceses no paran de asediarnos desde todos los puntos en los que se encuentran, pero en Cádiz no pueden entrar y todos nos estamos disponiendo para su defensa, por si se deciden a entrar. Mi novio no es de Cádiz, vino de Santander cuando era muy niño y ya se siente uno de nosotros. Yo estoy muy orgullosa de él.
Estábamos los dos en la playa cuando atardecía y la tristeza se apoderaba de nosotros. El se tenía que incorporar al día siguiente en su unidad para acudir al fuerte de San Lorenzo del Puntal. De pronto me preguntó.
- Isabel, ¿qué serías capaz de hacer por mí..?
- Lo que tú me pidas, amor mío.
Estábamos los dos tumbados en la arena en un recodo que hay junto a la Puerta de la Caleta, pegaditos a la muralla, para evitar que nos vieran. El, girándome suavemente hasta volverme hacia arriba, acercó su cara a la mía y me dijo:
- Lo quiero todo...
Fue como un susurro que me llegó al alma. Yo estaba dispuesta a dárselo todo y más. Sabía lo mal visto que eso estaba entre las familias que guardan a sus hijas como auténticos tesoros, pero yo temía perderlo. Habían muerto ya muchos gaditanos en esa Guerra de la Independencia, feroz y traicionera. Y se lo di todo. Se nos hizo de noche disfrutando de nuestro amor. Yo había oído hablar a mis amigas de que la primera vez dolía mucho, que se pasaba muy mal, pero yo no lo noté. Lo pasé muy bien y con mucho amor de por medio- Al llegar a casa, mis ropas estaban machadas de rojo. Lo habíamos consumado todo y estaba feliz. No podía conciliar el sueño, así que he cogido una carta y me pongo a escribir. Estoy reviviendo lo ocurrido y de nuevo gozo con lo hecho. Procuraré que no se enteren, pero si llegaban a saberlo, asumiré las consecuencias. Falta poco para que amanezca, y voy a poner esta botella en el agua. En mi Caleta, en nuestra Caleta. Alguien la recogerá algún día y dará fe de nuestro amor. Isabel.
- Papá, aunque la protagonista de esta historia se llame como yo, me resisto a creer que sea cierto. Más creo que se trate de una broma bien planificada. Además, si echó la botella al agua en la Caleta, ¿cómo aparece casi dos siglos mas tarde en el mismo sitio...?
- No lo sé –contestó Ramiro- no lo puedo saber. Lo que voy a hacer es investigar sobre ello.
Y Ramiro investigó. El único lugar que podía dar luz sobre hechos ocurridos en esa fecha, era el Archivo de la Catedral, de Cádiz, ya que el registro Civil no existía. Allí, con la ayuda del archivero, pudo encontrar una boda en un hospital de campaña entre una joven llamada Isabel con un soldado moribundo llamado Ramiro. Los datos coincidían con los que la joven Isabel daba en la carta. Siguieron buscando y encontraron la defunción de Ramiro y poco después el nacimiento de un varón y su bautizo, hijo del matrimonio compuesto por Ramiro e Isabel, él fallecido, que recibió el nombre de su padre, Ramiro.
Ya el abuelo Ramiro no quiso seguir buscando. Había conseguido saber que la carta era verdadera, pero porqué había vuelto a la Caleta a los casi dos siglos...La posible explicación se la dieron en el Museo de Arqueología Submarina, expertos investigadores. La botella, al ser lanzada por la joven, podía haber sido arrastrada por las corrientes hasta algún recodo, donde debió haberse quedado prisionera en un resquicio de las rocas, sin poder salir. Algún pequeño movimiento sísmico apenas perceptible de los muchos que ocurren en Cádiz, pudo haber liberado la botella, a la que la marea en su pleamar, la había arrastrado a la orilla.
Ramiro pensaba en todo eso, mirando cómo las olas, ya sin fuerzas venían a morir a la orilla besando la dorada y fina arena en un flujo y reflujo incesante. Cuántos misterios encerraba ese inmenso océano... Cuántas historias en sus profundidades que quedarían sin revelarse nunca.
Por cierto que no se había parado a pensar en la coincidencia de nombres. El se llamaba Ramiro, igual que el soldado gaditano venido de tierras montañesas un día, que murió por la libertad de Cádiz. Su hijo, que él no conoció, también llevó su nombre... y es que en Andalucía se acostumbraba a poner a los recién nacidos, los nombres de sus progenitores. Hubiera sido una cadena de varias generaciones, pero ..¿porqué no...? Sonrió preocupado queriendo descartar de su cabeza lo que estaba pensando. Mejor no diría nada. No... no pensaba investigar mas. Era mejor conservar esa ilusión del relato de la joven Isabel, que había conseguido que al final se supiera de su gran amor por Ramiro.
La carta fue entregada a la Universidad, y se sometió a todas las pruebas científicas, comprobándose su autenticidad, quedando en poder de las autoridades culturales. Los viejos del lugar dicen que la familia que encontró la carta era la misma de la joven que la escribió. Los nombres han sido cambiados para evitar identificaciones, pero el hecho podría haber sido un bonito cuento... ¿O quizás no?
Enduendao. 25-7-2005
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