Cuando un escritor, o un actor crea o representar un personaje, creo que le debe resultar muy difícil poder desligarse absolutamente de algo propio. Es decir dejar de lado a su personalidad. Sin duda los mejores escritores y los mejores actores serán aquellos que puedan despojarse de su propio cuerpo incluso, para convertirse en ese otro ser que describen o pintan.
Yo he tratado de armar si es la palabra correcta, personajes, es decir personas inventadas por mi a las que les doy una vida, un sentimiento, un instante de vida en la mente de cualquiera que quiera leerlo.
Se disfruta imaginando o creando a un personaje, tal vez esos seres inventados son recortes de nuestra vida que quedan dispersos en nuestra memoria, y un día se nos da por sacarlos a la luz.
Edgardo, El medalla de barro, Elisa, el hombre de papel, Una madre, El Capitán, Juan. Vistos a la ligera son tan solo nombres, pero cuando me detengo en cada uno de ellos seguramente algo de mi vida pasada o presente están allí en su mundo irreal, o tal vez más real de lo que yo imagino.
Creo que podría describirlos uno a uno, y decir como se comportarían ante situaciones tal vez muy distintas a las que viven o han vivido en el momento que los he escrito. Es curioso como uno los piensa en un momento y quedan plasmados allí del mismo modo que una fotografía, y cuando uno los saca del olvido en que se encontraban, reviven con la frescura y la espontaneidad del primer día.
Crear personajes nos hace sentir como seres superiores que tenemos nada mas ni nada menos que la capacidad de dar vida en donde antes nada existía.
Todos los seres humanos tenemos la capacidad de crear personajes, y así, permitirnos realizar héroes, malvados, locos, sabios, o enamorados. Y la lista seguramente continuará.
Pero existe una pregunta que quizás deberíamos hacernos, aquellos que nos proponemos inventar personajes.
Y la misma es:
─¿Cual de los personajes que hemos podido crear será el más parecido a nosotros?
Bru |