Risa. Camisa. Mariposa silenciosa. Nerviosa. Nubes esponjosas. Caricias dolorosas. Miradas temerosas. Sonrisas luminosas. Besos. Puerta. Miedo. Paciencia. Días. Sol. Luna. Pesadilla. Flor. Tiempo. Suicidio. Angustia. Amor. Dichoso. Maravilloso. Habitación. Corazón.


Es maravilloso ver cómo el tiempo se desliza entre tus dedos como flor de mayo.
Tu risa atrapada en mi camisa. Mariposa silenciosa que navega en las nubes esponjosas.
¿Recuerdas?

Qué hermoso es escuchar tu voz como un susurro en el silencio, ahora olvidada por el tiempo.
Dentro de esta habitación escucho latir tu corazón y una lágrima quiebra mi sonrisa por la emoción.
Pero antes de llorar debo confesar. No. No puedo dejar pasar un minuto más.
Porque entonces no lograré armar los pedacitos de mi corazón que sin querer has logrado desarmar.

Sin ese rostro tuyo, con esos ojitos de niño perdido, mi vida deja de tener sentido.
Y cuanto más lo intento, más recuerdo que no te olvido como hace la primavera después de haber llovido.

Sí, miedo de que el sol se marche como tú lo has hecho. Que la luna se lleve una caricia y ya no baile con la brisa.

Este invierno se torna más frío y gris desde que no estás aquí. El cielo se me cae y tu corazón ya no late dentro de mí. Veo tu silueta recostada en la puerta, mi alma sonríe como un arco iris recordando nuestros ratos felices bailando entre las nubes del deseo.

Aún no puedo dormir…

Ahora pienso en lo que tengo. Los mismos recuerdos habitando en un rincón de mi silencio. A oscuras observo las estrellas, la luna celosa me devuelve una sonrisa picaresca para que no me olvide de ella como intento hacerlo contigo. Pero es que soy demasiado necia.

Y viene la tormenta a verme.
Viene a recordarme que aún no dejo de quererte. Que debo ser más fuerte y no desear que me lleve a mí también la muerte.
Aunque esto implique volver a tenerte, para decirte nuevamente: te quiero y vivirás conmigo para siempre.